El corazón de Caracas, latía como siempre, con ritmo propio, noviembre traía un aire pesado, como si el Ávila estuviera guardando secretos. Las calles vibraban con el bullicio de buhoneros, peatones y conductores, todos cruzando sus destinos en un caos orquestado. Era un panorama conocido por cualquiera que viviera allí, una melodía urbana que a veces pasaba desapercibida entre el trajín de lo cotidiano.
Ella caminaba por la avenida Universidad, concentrada en el gris sucio de la acera, ignorando el río de gente que la rodeaba. Aquella rutina era su escape a la hora del almuerzo. Desde la esquina de Corazón de Jesús, él la observaba. No podía explicar por qué aquel rostro con hoyuelos hermosos lo cautivaban. Además, en ella brotaba una calma entre el desorden, una armonía extraña en su manera de moverse que lo dejaba con la boca abierta. Él no era un hombre de impulsos, pero desde la primera vez que la vio, una necesidad inexplicable lo había llevado a seguirla, a estudiar sus pasos, a imaginar un futuro con ella. No sabía su nombre ni a dónde iba, pero en esos minutos compartidos a la distancia, era como si ella le permitiera entrar en su mundo.
Pero noviembre, traía algo distinto, una expectación que hacía que cada encuentro se sintiera diferente, cargado de significado. Un sábado en la tarde, con la ciudad tranquila, en el bulevar de Sabana Grande, él la vio detenerse de manera inusual. Su respiración se aceleró al darse cuenta de que su reflejo apareció en una vidriera y ella delante de él. Él contuvo el aliento, ella no giró, pero algo en su postura cambió, y él percibió una mirada recatada, una conexión.
La noche llegó, la ciudad se cubrió de nubes, y la poca luz hacía que todo pareciera envuelto en un velo. Ella regresó a su apartamento con una inquietud nueva, una sensación desconocida que la mantuvo con los ojos pelados. No entendía por qué aquel hombre la seducía sin hablarle. Sabía que Caracas estaba llena de miradas, que a menudo, en sus paseos, la gente se observaba sin nunca conocerse. Sin embargo, había algo en aquella conexión que la hacía dudar.
Mientras, él en su propio rincón, perdido en sus pensamientos. Había algo en su pasado, una culpa de la que no lograba deshacerse y que, en aquella obsesión inexplicable por ella, parecía encontrar un refugio. Su vida, que antes parecía tan organizada, se desmoronaba con cada día que la veía. Era como si ella fuera el principio del final y el inicio del principio.
Días después, un domingo, sus caminos se cruzaron en el Parque del Este. Era un espacio que ambos solían frecuentar, aunque siempre en diferentes horarios. Esta vez, sin embargo, la casualidad jugó en su contra o a su favor, y se encontraron frente a frente en un sendero solitario. Todo alrededor desapareció. Ninguno hizo el menor movimiento. En el silencio que los rodeaba, ambos entendieron que aquello no era una coincidencia.
Fue en ese instante, rodeados de la naturaleza tranquila del parque, cuando el terror lo invadió. Sabía que un paso hacia ella sería arriesgar su paz mental. Ella era la posibilidad de un futuro que tal vez no merecía, pero también el eco de un pasado imborrable. Al acercarse, ambos tendrían que renunciar a algo: él a su culpa, ella a su paz.
Antes de que pudiera reaccionar, ella siguió su camino. En su andar decidido, él percibió un adiós, un cierre sin aviso. Cuando la vio desaparecer, se dio cuenta de que aquella conexión era todo lo que el destino les permitiría. Quizá, en otra vida, en otra Caracas, sus almas podrían haber permanecido juntas.
El destino, sin embargo, tenía otros planes. Cerca de la salida del parque, frente a la concha acústica, él encontró algo tirado en el suelo. Era un teléfono celular. Al recogerlo, la pantalla se iluminó y encontró palabras que le parecieron un eco de sus propios pensamientos: "El principio del final y el inicio del principio".
Aquel encuentro nunca fue una casualidad.
Todos los Derechos Reservados. © Copyright 2024 Germán Andrade G.
Contenido original, escrito para:
El principio del final / Soloescribe concurso #14.
Invito cordialmente a mi buena amiga @tibaire.
Imágenes editadas usando CANVA.
Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Deepl para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.
Caracas, 7 de noviembre del 2024
English
The heart of Caracas, beating as always, with its rhythm, November brought a heavy air, as if the Avila hill kept secrets. The streets vibrated with the bustle of street vendors, pedestrians, and drivers, all crossing their destinations in an orchestrated chaos. It was a familiar sight to anyone who lived there, an urban melody that sometimes went unnoticed amidst the hustle and bustle of everyday life.
She walked along Universidad Avenue, concentrating on the dirty gray sidewalk, ignoring the river of people surrounding her. That routine was her lunchtime escape. From the corner of Corazón de Jesús, he watched her. He could not explain why that beautiful dimpled face captivated him. Besides, there was a calmness about her amidst the disorder, a strange harmony in how she moved that left him open-mouthed. He was not a man of impulse, but since the first time he saw her, an inexplicable need had led him to follow her, study her steps, and imagine a future with her. He didn't know her name or where she was going, but in those minutes shared at a distance, it was as if she allowed him to enter her world.
But November, she brought something different, an expectation that made each encounter feel different, charged with meaning. One Saturday afternoon, with the city quiet, on the boulevard of Sabana Grande, he saw her stop unusually. His breath quickened as he realized his reflection appeared in a shop window and she in front of him. He held his breath, she did not turn, but something in her posture changed, and he sensed a demure look, a connection.
Night came, the city was shrouded in clouds, and the dim light made everything seem shrouded in a veil. She returned to her apartment with a new uneasiness, an unfamiliar feeling that kept her eyes peeled. She did not understand why that man was seducing her without speaking to her. She knew that Caracas was full of glances, that often, on their walks, people looked at each other without ever meeting. However, there was something in that connection that made her doubt.
Meanwhile, he was in his corner, lost in his thoughts. There was something in his past, a guilt that he could not get rid of and that, in that inexplicable obsession for her, seemed to find a refuge. His life, which once seemed so organized, was falling apart with each day he saw her. It was as if she was the beginning of the end and the beginning of the beginning.
Days later, one Sunday, their paths crossed in East Park. It was a space they both used to frequent, although always at different times. This time, however, chance played against them or for them, and they found themselves face-to-face on a lonely path. Everything around them disappeared. Neither made the slightest movement. In the silence that surrounded them, both understood that this was no coincidence.
It was at that moment, surrounded by the quiet nature of the park, that terror invaded him. He knew that a step towards her would be to risk his peace of mind. She was the possibility of a future he might not deserve, but also the echo of an indelible past. By moving closer, they would both have to give up something: he is guilty, and she is at peace.
Before he could react, she went on her way. In her determined gait, he sensed a goodbye, a closing without warning. As he watched her disappear, he realized that this connection was all that fate would allow them. Perhaps, in another life, in another Caracas, their souls could have remained together.
Fate, however, had other plans. Near the exit of the park, in front of the acoustic shell, he found something lying on the ground. It was a cell phone. As he picked it up, the screen lit up and he found words that seemed to echo his thoughts: “The beginning of the end and the beginning of the beginning”.
That encounter was never a coincidence.
All rights reserved. © Copyright 2024 Germán Andrade G.
The original content was written for:
The beginning of the end / Soloescribe contest #14.
I cordially invite my good friend @tibaire.
Own images edited using CANVA.
Caracas, November 7, 2024
It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Deepl to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.