It seemed to be a normal day until I received a message from my son, asking me to urgently pick him up. Something had happened with a student, and everyone at his school was very upset. I requested permission from my job and rushed to pick him up, without emotionally preparing myself for the scene that awaited me.
Even though the worst had already happened, a feeling of sadness and low energy had taken over a place that was usually filled with laughter, music, and students' conversations intertwining, not allowing an outsider to decipher them.
The shocked expression on my son's face said it all. So we quickly left, heading home, trying to dispel the sadness and appreciating being able to carry on with life despite any circumstances.
Intense rain, a couple of hours later, seemed to want to wash away sorrows in some way, but in my case, it caused a disruption at my son's school, leading to an earlier dismissal.
That day, I had already exceeded the goal of 7,500 steps on the app I use on my phone. I was tired but happy to have my children safe and sound with me at home. Those little things we always take for granted can truly be irretrievably fleeting, and anyone who doesn't learn the value of a sigh in a situation like this is simply wasting time.
Feeling confident in the security of my home, I left my children as usual to go work my second shift. However, an incoming call sent a strange chill down my spine. The neighbor called to ask if the kids were at home, and when I told her yes, she asked me to call them because the building needed to be evacuated.
Panic took over me, and without asking for permission or anything, I ran out with my purse on my shoulder, heading home, luckily very close by. Desperate calls were vibrating on my phone, but I didn't answer. My priority was to gather strength to arrive as quickly as possible.
A fire truck (which I only saw after noticing that my children were safe) was the first thing I encountered on the way. Then several patrol cars, and a police officer had my children under his care, waiting for my arrival.
A fire in the apartment next to mine, where 90% was lost, had caused the urgent evacuation. The tenant of that space fainted within minutes of me arriving there, and a pressure in my chest seemed to tighten more and more, but it didn't hurt. It was as if my spirit was twisting from so many negative emotions, one after another.
A couple of hours later, we were able to enter the house, and while talking with my eldest son about what happened at his school, my fears dissipated: the important thing is that he saw the fragility of life with his own eyes, and his usual indifferent attitude gave way to empathy that has always been there, but he hadn't shown me.
A challenging day that I had to help close with something to calm my nerves and be able to sleep. A day when it seemed like the devil paid a visit to my doorstep, not to scare me, but to make sure I didn't leave anything unattended... ever!
Parecía ser un día común, hasta que recibo un mensaje de mi hijo, pidiéndome que lo busque urgentemente. Algo había pasado con un estudiante, y todos en su instituto estaban muy alterados. Pedí permiso en mi trabajo y fui corriendo a buscarlo, sin prepararme emocionalmente para el panorama que me esperaba.
Aunque ya había pasado lo peor, el clima de tristeza y una baja vibración se había apoderado de un lugar que siempre rebozaba de risas, música y convesaciones de los estudiantes que se entrecruzaban, sin permitir a un ente foráneo poder descifrarlas.
La cara de shock que tenía mi hijo, ya lo decía todo. Así que salimos rápido de ahí, con rumbo a casa, tratando de disipar la tristeza y valorando poder seguir con vida a pesar de cualquier circunstancia.
Una lluvia intensa, un par de horas más tarde, parecía querer lavar las penas de alguna manera, pero en mi caso, generó un colapso en la escuela de mi pequeño, que los hizo salir un poco más temprano.
Ese día ya había rebazado la meta de 7.500 pasos de la aplicación que uso en mi celular. Estaba cansada, pero feliz de tener a mis hijos sanos y salvos conmigo en casa. Esas nimiedades que siempre damos por sentadas, realmente pueden ser algo tan irremediablemente fugaz, que quien no aprende el valor de un suspiro en una situación como esta, simplemente está perdiendo el tiempo.
Confiada de la seguridad de mi casa, dejo a mis hijos como siempre, para irme a trabajar mi segundo turno. Sin embargo, una llamada entrante hizo que un extraño frío recorriera mi columna. La vecina me llamaba para preguntarme si los niños estaban en casa, y al decirle que si, me pidió que los llamase., pues había que evacuar el edificio.
El desespero se apoderó de mi, y sin pedir permiso ni nada, salí corriendo con mi cartera al hombro, en vía a mi casa, que por suerte, me queda muy cerca. Las llamadas desesperadas hacían vibrar mi teléfono, pero no atendía, mi prioridad era concentrar fuerzas para llegar lo más rápido posible.
Un camión de los bomberos (que no llegué a ver sino después de percatarme que mis hijos estaban bien) era lo primero que me encontraba en el camino. Luego varios patrulleros, y un policía que tenía a mis hijos bajo resguardo, mientras esperaba que llegara.
Un incendio en el departamento ubicado al lado del mío, y del cual se perdió el 90%, había sido la causa del desalojo de urgencia. La inquilina de ese espacio, se nos desmayó a los pocos minutos de yo llegar hasta allá, y una presión en mi pecho parecía apretarse cada vez más, pero no dolía, era como si mi espíritu se retorciera por tantas emociones negativas una tras otra.
Un par de horas después, logramos entrar a casa, y mientras hablaba un poco con mi hijo mayor sobre lo sucedido en su instituto, se disiparon mis miedos: lo importante es que él vio la fragilidad de la vida con sus propios ojos, y su actitud indiferente de todos los días, le dió paso a la empatía que siempre ha estado, pero que a mi no me la mostraba.
Un día complicado, al que tuve que ayudar a cerrar con algo para calmar los nervios y poder dormir. Un día en el que parecía que el diablo pasó de visita por mi puerta, no para asustarme, sino para que no dejara nada al descuido... nunca!
Foto/Photo by: @mamaemigrante
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
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