"La devoción a María gusta de difundirse y quien no intenta comunicarla y tiene poco entusiasmo y poder no tienen límites, y el tesoro de sus regalos demuestra que carece de tan preciosa devoción." — Marcelino Champagnat
El pasado martes 14 de Enero, como ha sido habitual desde 1856, se realizó la Procesión de la Divina Pastora, la cual parte desde el pequeño poblado de Santa Rosa y culmina con su llegada a la Catedral Metropolitana de Barquisimeto, luego de recorrer un trayecto de 7,5 kilómetros a través de las calles y avenidas de esta urbe situada al occidente de Venezuela.
Mi hermana y mi cuñado me invitaron a observar el paso de la sagrada imagen que representa a la Virgen María, en un conocido club social del este de la ciudad, donde instalaron gradas elevadas con vista a la calle, y las cuales recibieron a centenares de personas que nos congregamos allí para festejar este acontecimiento que suele marcar el final de la temporada navideña y el inicio de un nuevo año cargado de esperanza.
Luego de su paso por el lugar, me uní a los centenares de miles de peregrinos que se encontraban en las calles acompañando la procesión, y caminé bajo el sol inclemente y las altas temperaturas que son usuales en esta fecha, hasta las cercanías de la Catedral donde horas después llegaría la Divina Pastora para ser recibida por las máximas autoridades de la iglesia, quienes oficiarían una misa para concluir este evento, que con excepción de 2021 y 2022, se efectúa sin interrupciones desde hace casi 170 años, convirtiéndose en parte de nuestra identidad.
Como he descrito en publicaciones anteriores, esta actividad goza del privilegio de ser considerada una de las mayores manifestaciones de fe del mundo entero, siendo la segunda más importante del continente americano y la mayor del país; y aunque es un evento perteneciente al catolicismo, no existen limitaciones o restricciones en cuanto a nacionalidad, condición social, credo religioso o ideologías políticas, por cuanto todos pueden participar libremente.
Poco después de las 6 de la tarde, y luego de una jornada agotadora, regresé a mi hogar para tomar una buena ducha y descansar, feliz por haber tenido la bendición de haber recibido una vez más a nuestra querida Divina Pastora.
Last Tuesday, January 14, as has been customary since 1856, the Procession of the Divine Shepherdess (Divina Pastora) took place, which starts in the small town of Santa Rosa and culminates with its arrival at the Metropolitan Cathedral of Barquisimeto, after a 7.5 kilometer journey through the streets and avenues of this city located in western Venezuela.
My sister and my brother-in-law invited me to watch the passage of the sacred image representing the Virgin Mary, in a well-known social club in the east of the city, where they installed elevated bleachers overlooking the street, and which received hundreds of people who gathered there to celebrate this event that usually marks the end of the Christmas season and the beginning of a new year full of hope.
After passing through the place, I joined the hundreds of thousands of pilgrims who were in the streets accompanying the procession, and walked under the inclement sun and the high temperatures that are usual on this date, to the vicinity of the Cathedral where hours later the Divine Shepherdess would arrive to be received by the highest authorities of the church, who would officiate a mass to conclude this event, which with the exception of 2021 and 2022, has been held without interruption for almost 170 years, becoming part of our identity.
As I have described in previous publications, this activity enjoys the privilege of being considered one of the greatest manifestations of faith in the entire world, being the second most important in the American continent and the largest in the country; and although it is an event belonging to Catholicism, there are no limitations or restrictions in terms of nationality, social condition, religious creed or political ideologies, since everyone can participate freely.
Shortly after 6 p.m., and after an exhausting day, I returned home to take a good shower and rest, happy for having had the blessing of having received once again our beloved Divina Pastora.
Todas las Fotografías son de mi Autoría y editadas con las aplicaciones Picsart y Snapseed
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