Se un buen ejemplo.
La buena instrucción debe ir acompañada de un buen ejemplo. Esa enseñanza que surge solo de los labios no es probable que llegue más profundo que a nivel de los oídos. Los niños son particularmente rápidos para detectar inconsistencias y desprecian la hipocresía. Es en este punto que los padres necesitan estar más cara a cara ante Dios, buscando diariamente de Él esa gracia que tanto necesitan y que solo Él puede suplir. Qué cuidado deben tener para no decir o hacer algo ante sus hijos que tienda a corromper sus mentes o podrían traer terribles consecuencias si ellos las imitan. ¡Cómo tienen que estar constantemente en guardia contra cualquier cosa que pueda volverlos mezquinos y despreciables a los ojos de quienes deberían respetarlos y reverenciarlos! El padre no solo debe instruir a sus hijos en los caminos de la santidad, sino que él mismo debe caminar ante ellos en esos caminos, y demostrar con su práctica y comportamiento lo placentero y provechoso que es estar regulado por la Ley divina.
En un hogar cristiano, el objetivo supremo debe ser la piedad familiar, honrar a Dios en todo momento, y todo lo demás debe estar subordinado a ella. En lo que respecta a la vida familiar, ni el marido ni la mujer pueden arrojar al otro toda la responsabilidad con respecto al carácter religioso del hogar. Sin duda, la madre debe complementar los esfuerzos del padre, ya que los hijos disfrutan mucho más de su compañía que de la de él. Si hay una tendencia en los padres a ser demasiado estrictos y severos, las madres tienden a ser demasiado laxas e indulgentes, y deben estar muy en guardia contra cualquier cosa que debilite la autoridad de sus maridos, cuando él ha prohibido algo, no debe dar su consentimiento. Es sorprendente notar que la exhortación de Efesios 6:4 está precedida por “sed llenos del Espíritu” (5:18), mientras que la exhortación paralela en Colosenses 3:21 está precedida por “la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros” (v. 16), mostrando que los padres no pueden cumplir con sus deberes a menos que estén llenos del Espíritu y la Palabra.