Hace rato tenia ganas de venir a visitar a mi amiga y mass ahora que se mudo queria ver su nuuevo hogar. Entonces nos acomodamos para poder ir a tomar algo llevarle algo lindo para festejar y abrazarla fuerte porque la extrañaba mucho. Visitar Pasaje Arribeños fue como entrar en un pequeño mundo aparte dentro de la gran ciudad. Este lugar escondido entre las bulliciosas calles de Buenos Aires tiene un encanto único, casi mágico. Me dirigí allí para visitar la casa de mi amiga Luz Moyano, una talentosa dibujante y artista plástica, y desde el momento en que llegué, supe que este iba a ser un día especial.
El pasaje en sí es un reflejo de la diversidad y el arte que caracteriza a Buenos Aires. Las paredes de las casas están adornadas con murales vibrantes, cada uno contando su propia historia, y los callejones estrechos están llenos de plantas en macetas que agregan un toque de verdor a la escena urbana. Al caminar por allí, uno no puede evitar sentir que está en un lugar donde el tiempo se ha detenido y donde cada rincón tiene algo que ofrecer al ojo curioso.
La casa de Luz se encuentra al final del pasaje, casi como un secreto bien guardado. Al llegar, fui recibido por su cálida sonrisa y la sensación de estar entrando en un refugio creativo. La casa de Luz no es solo un lugar para vivir, sino también su estudio, su santuario y su galería personal. Cada pared estaba cubierta de sus obras, desde delicados dibujos a lápiz hasta vibrantes pinturas abstractas, todas ellas mostrando su increíble talento y su visión única del mundo.
Una de las primeras cosas que noté fue un gran mural en la sala de estar, una obra que Luz había estado trabajando durante meses. El mural era una explosión de colores y formas, un paisaje onírico que parecía cobrar vida a medida que uno lo miraba más de cerca. Luz me contó cómo esta obra había sido una especie de terapia para ella, un escape del estrés diario y una manera de expresar sus emociones más profundas.
Pasamos la tarde hablando sobre su proceso creativo y las inspiraciones detrás de sus obras. Luz es una persona profundamente conectada con sus emociones y su entorno, y esto se refleja claramente en su arte. Me mostró varios cuadernos de bocetos llenos de ideas y proyectos futuros, cada uno más intrigante que el anterior. También tuve la oportunidad de ver algunas de sus obras más recientes, piezas que aún no había terminado pero que ya mostraban un enorme potencial.
Uno de los aspectos más fascinantes de la visita fue ver el espacio de trabajo de Luz. Su estudio era un caos organizado, lleno de pinceles, tubos de pintura, papeles y lienzos por todas partes. Sin embargo, a pesar del desorden aparente, cada cosa tenía su lugar y su propósito. Luz me explicó cómo a menudo trabaja en varias piezas a la vez, moviéndose de una a otra según su inspiración del momento. Esta forma de trabajar le permite mantener una frescura y una espontaneidad en su arte que es realmente admirable.
A medida que avanzaba la tarde, nos sentamos a tomar un café en el pequeño jardín de Luz. Este espacio exterior, aunque pequeño, estaba lleno de vida. Plantas de todas las formas y tamaños rodeaban una mesa de madera desgastada, creando un ambiente tranquilo y acogedor. Luz me contó sobre sus planes para futuras exposiciones y proyectos, siempre buscando nuevas maneras de desafiarse a sí misma y de explorar nuevas formas de expresión artística.
Su lugar tiene la particularidad que ademas de ser su taller es su casa, entonces tiene una escencia muy acojedora muy tranquila y muy calida. Esto hace de un taller un lugar hermoso que te hace sentir en paz y en casa.