En esta segunda serie de fotos del viaje al Bolsón que compartimos la semana pasada, se revela un día inolvidable, lleno de aventuras y momentos románticos que quedaron grabados en nuestros para siempre. La jornada comenzó con una travesía en cuatriciclo, una experiencia emocionante que nos permitió sentir la brisa fresca de la mañana. Una de las mejores partes de esta excursion es que comence manejando yo y Ce no queria manejar, no se animaba. Pasado un rato la travesia se empezo a emocionar entonces me pidio si podia manejar ella. Asi que me fue a tras de ella y ella tomo el mando. Al principio un poco timida, pero despues se engancho fuerte y aceleraba con todo, estuvo increible.
El rugido de los motores y el crujir de la nieve bajo las ruedas nos llenaban de adrenalina y emoción, pero más allá de la aventura, lo que realmente hacía especial ese momento era estar a su lado, compartiendo miradas cómplices y sonrisas llenas de alegría. Cada giro y cada salto del camino eran una excusa para acercarnos más, para sentir la conexión única que solo se encuentra en momentos así.
Tras la travesía en cuatriciclo, llegamos a una empinada montaña, el lugar perfecto para nuestra siguiente aventura: una caminata en raquetas sobre la nieve. La pureza del paisaje invernal, con sus pinos cubiertos de blanco y el cielo azul profundo, nos envolvía en un abrazo de naturaleza que parecía hecho solo para nosotros. Cada paso que dábamos, dejando huellas en la nieve virgen, era como una danza en la que nuestros corazones latían al unísono, sincronizados por la belleza del entorno y la emoción compartida.
La caminata nos llevó a una colina donde decidimos deslizar en culipatin. La risa resonaba en el aire frío mientras nos lanzábamos por la pendiente, dejando atrás cualquier preocupación y entregándonos por completo al presente. Ver su sonrisa radiante y escuchar su risa contagiosa era todo lo que necesitaba para saber que este día sería inolvidable. Cada desliz nos acercaba más, creando recuerdos que atesoraríamos por siempre.
El almuerzo en medio de la montaña fue un momento de tranquilidad y conexión. Rodeados por la majestuosidad de la naturaleza, compartimos una comida sencilla pero deliciosa, que sabía aún mejor por el esfuerzo y la aventura de la mañana. Conversamos sobre todo y nada, perdiéndonos en la profundidad de sus ojos y disfrutando de la calidez de su compañía. En ese instante, el tiempo parecía detenerse, y lo único que importaba era estar allí, juntos.
La última actividad del día fue una cabalgata por el bosque, una experiencia mágica que cerró con broche de oro nuestra jornada. Montados en caballos majestuosos, recorrimos senderos ocultos entre los árboles, sintiendo el ritmo tranquilo de los cascos sobre el suelo nevado. El bosque parecía cobrar vida a nuestro alrededor, susurrando secretos antiguos y envolviéndonos en un manto de serenidad y maravilla. La luz del atardecer filtrándose entre las ramas creaba un escenario de ensueño, y a su lado, todo se sentía aún más perfecto.
Cada momento compartido en este viaje al Bolsón fue especial, pero lo que realmente hizo que esta experiencia fuera extraordinaria fue compartirla con ella. Su presencia transformaba cada actividad, cada paisaje y cada instante en algo mucho más profundo y significativo. En su compañía, el tiempo se llenaba de magia y amor, y cada aventura se convertía en una nueva página de nuestra historia juntos.
Este día en particular, con sus cuatriciclos, raquetas, culipatin y caballos, no fue solo un conjunto de actividades divertidas; fue una celebración de nuestro amor y nuestra conexión. Mirando estas fotos, revivo cada momento y siento de nuevo la emoción, la alegría y la ternura de compartir este viaje con ella. Porque al final, lo único que realmente importa es estar juntos, creando recuerdos que durarán para siempre.