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Me levanté dispuesta a cronometrar mi día de tal forma que alcanzara para todo: primero mis clases, después el trámite y por último viajar a Ciudad México (y de ahí a Toluca).
Salté de la cama de un tirón, esos impulsos que te vienen de las entrañas. El reloj despertador sabe cuando tocar; una alarma a las 6:00 y otra a las 6:45 am, es el lapso de tiempo que me regaló para remolonear!!! Esta vez, ni siquiera esperé la alarma. La inquilina de los altos había dejado la luz prendida del pasillito y fue la primera señal que mi día comenzaba.
Llegué a la universidad como de costumbre, saludé a ese guardia que me da los buenos días como si me conociera de siempre y subí las escaleras directico a tomar mi habitual tasa de café americano. Aracelis, la del pantry, me espera siempre con esa sonrisa de agrados y cada día me somete a la misma pregunta; ¿cómo quedó el café de hoy? Ella sabe que no me gusta, pero que hago el intento de acomodarme para que fluya mi adaptación, es mi manera de sentirme en casa.
Las clases fueron bien, y me las ingenié para salir corriendo del aula porque sabía que mi misión del día era ese maldito trámite burocrático que me agobia, pero trato de imaginarlo positivo; pues me traerá una felicidad doble.
Mis papeles estaban en regla, y aquel muchacho se portó muy educado, me orientó y me rectificó un dato importante; mis primeras gracias de la mañana. Mi trámite fue casi un éxito,cuando se me volcó encima aquella señora amable, pero muy seria y me dijo que debía esperar al otro día para recibir los documentos oficiales... creo que mi cara fue un do, re, mi, fa y terminó en sol... todo se me nubló, y ahí comencé a comprender que mi día no iba tan bien, no sé si han experimentado esta sensación de no saber qué decidir, pero no tanto decidir, es más bien una mezcla de no quedar mal con la verdadera responsabilidad.
Mi vuelo a Ciudad México era una propuesta de conocer, disfrutar y ver algo más de este México que me recibió con miles de incertidumbres y ahora Irán, ese amigo que me brindó apoyo moral y afectivo, me había dado la posibilidad de acompañarlo en una travesía de conocimientos y relax. Un viaje a Toluca y después a Puebla, sería una especie de relajación emocional, después de tantos contratiempos a mi llegada.
¡Ufffff! 😳 El viaje ya a la 1:53 pm no lo veía tan claro, eran importantes mis papeles, esa es una de las razones por las que vine en un inicio sola a este lado del mundo.
Comenzó a ponerse movida la tarde y mi teléfono no sabía si marcar Viva Aerobus o miles de páginas que se me amontonaban en el navegador Google.
Una llamada bastó para cancelar el viaje y tan poco descriptivo el correo en mi buzón, decía que para el reembolso total del dinero debía cumplir uno de los 27 requisitos que se leían en aquel e-mail interminable.
Releí una y mil veces más y cansada de revisar, sin querer llegué a mi casa. Me dolía la cabeza, pero seguía dándole vueltas al asunto y tratando de buscar opciones para abarcar todo y no dejar a nadie fuera.
Hubo un silencio en casa y cuando miré mi teléfono móvil había dos correos que me indicaban la resolución del trámite.
¡Por fin!
Mi mente se revolucionó. Pensé de inmediato que mi último objetivo se podía lograr y articulé todos los mecanismos para irme al aeropuerto y no perder mi vuelo con destino a Ciudad México.
Irán, contento y asombrado se alegró, de cierto modo supongo; pensó; no pierdo el dinero y pues Anay vendrá y la pasaremos súper... su expresión así lo resaltó: "a quien le cuentes esto no lo creerá...", dijo él a toda prisa.
## ¡¡¡La historia de verdad comienza aquí!!!
😬
Agarré mi maleta, tomé un taxi hasta Autobuses OCC (terminal de ómnibus en San Cristóbal de Las Casas), allí subí a un colectivo que me llevó directo a Tuxtla Gutiérrez, donde está el aeropuerto.
Aún me esperaba tomar otro taxi hasta el aeropuerto, ya era de noche; estaba un poco temerosa de la hora, pero sabía que no me iba a pasar nada. El chófer cargó mi maleta y la introdujo en el cajón y me monté. Iba preguntándome cosas de Cuba: cómo son las personas, qué se come, quién era el presidente, qué pensaban los cubanos de los mexicanos, qué si había violencia, entre otras tantas. Tengo esa suerte,que las personas me hablen cuando voy de camino, y es precisamente porque aquí siempre notan mi acento.
Finalmente llegué al aeropuerto y eché andar a la ventanilla de Viva Aerobus para chequear el vuelo y allí estaba aquel señor alto, canoso, de espejuelos y su chaqueta de traje azul que lo distinguía entre los demás. Me acerqué y le pregunté; ¿a qué hora sale el vuelo a Ciudad México? Resultó, que él tenía el mismo que yo. Se mostró amable, y lo seguí hasta la ventanilla, donde entregó su maleta. Yo estaba parada justo detrás y salimos de allí hablando como si nos conociéramos -confieso que me dio tranquilidad-.
Nos sentamos a esperar, el avión venía retrasado. Él me hablaba de economía, de política, de salario, de costumbres, de su familia, de la vida; enseguida notó que me gustaba conversar y en lo que pasaba la gente y las bocinas anunciaban vuelos, me preguntaba todo sobre mi... la conversación se hizo interesante, le dije que era periodista en Cuba antes de venir a México y pues jugó al periodista y entrevistado.
Hicimos un ejercicio de estadía en aquellas banquetas, pero con la diferencia de confiar en desconocidos; yo era desconocida para él y él para mí.
Me invitó un café express cubano, y mientras disfruté cada sorbo, seguíamos hablando de cuanto tema se pusiera en el tapete, nos intercambiamos los números de teléfono, yo creo que no suelen pasar estas cosas a diario. Ya eran las 12:05 am y anunciaron el vuelo a Ciudad México y fuimos hasta la ventanilla 5 donde abordaríamos... él escaneó su boleto y pasó, mientras esperaba por mi. Mi boleto estaba cancelado, y enseguida las autoridades comenzaron a llamarse de un lado a otro. Él esperaba aún, impresionado y decididamente no me dejaron subir. Me miró con pena y tristeza, mi viaje había terminado...
El guatemalteco, las mexicanas y la francesa
Me vi perdida en aquel aeropuerto. No supe si gritar, llorar o tomar paciencia. Llamé de inmediato a mi amigo y por mucho que busqué soluciones no la habían, no salían más vuelos hasta el otro día y aquel no lo podía tomar ya. Él había viajado 1 hora y 45 minutos desde Toluca hacia Ciudad México a recogerme y ahora debía regresar, pero sin mí.
Mi noche recién comenzaba, decidí quedarme a dormir allí, se repetía la misma historia de mi llegada: dormir en el aeropuerto una vez más, pero estaba tranquila.
Una muchacha de seguridad me abordó y me dijo que no podía estar allí que debía pasar a una zona de estancia más restringida y hacia allí fui. Me senté, y pronto llegó un señor y nos sacó afuera del aeropuerto. Éramos 5, una francesa, dos mexicanas, un guatemalteco y yo. Todos estábamos muy asombrados del porqué debíamos estar tirados fuera del aeropuerto si en cada pasaje se paga derecho a estadía allí, en caso de que tu vuelo llegara muy temprano en la mañana; yo, por supuesto ya no cumplía este requisito... pero callaba!!!
La francesa, no dominaba bien el español y enseguida acomodó sus cosas para dormir bajo cualquier circunstancia. Las mexicanas hablaban y reían y una hasta hizo un tik tok de aquella escena, un poco para enjuiciar esa mala decisión de los trabajadores del aeropuerto. Yo guardaba silencio y reía a intervalos. El guatemalteco estaba allí, con su mochila y enseñaba sus identificaciones, pero estaba muy tranquilo. Quiso entrar al baño y tampoco lo dejaron. La noche avanzaba y estábamos todos allí tranquilos como quien se resigna a esperar la hora exacta de tomar cada uno sus caminos. Yo, me incomodaba un poco pero volvía a la calma.
Justo detrás del cristal dormían las guardias de seguridad y apareció en escena una mexicana de Chihuahua que se había quedado en el baño y la habían detectado. Ella estaba molesta, pero no le quedó de otra que unirse al equipo.
Me paré y estiré los pies... el guatemalteco me siguió y pronto comenzamos a conversar. El muchacho, joven, era un profesional y estaba cruzando. Yo, me impresioné; él se había ido a Estados Unidos y había vuelto a regresar a arreglar algunos pendientes con su familia. Tenía un niño, que amaba y un sueño por sacar adelante a su familia.
Me conmovió su historia, y solo le dije: no te conozco, pero yo te deseo que tengas mucha suerte y que Dios te acompañe. Me mostró fotos de sus padres, de su hermanito y su pequeño hijo. Era trabajador: sabía pintar, de electricidad, de computadoras, de falsos techos, de acomodar el césped, entre otros oficios. La vida no le había sonreído de la mejor forma en el amor, ni en otras tantas; yo con fuerza le dije, con el corazón apretado; no es la vida, eres tú; si no sabes escoger, la vida nunca te sonreirá... fueron mis palabras y él, humildemente me dio la razón.
Me antojaba, como necesidad fisiológica ir al baño y la señora de Chihuahua que estaba indignada quería pasar a todas puertas adentro, porque la muchacha dormía. Yo mantuve la calma y le dije es mejor actuar bien y pedir permiso, ella aguardó.
Aún de manera educada no me dejaron pasar y tuvimos que irnos hacia la entrada principal, allí ya comencé a hablar de derechos y de respetos hacia ciudadanos y por suerte venía el jefe de ellos y nos permitió entrar al sanitario y también abrir el aeropuerto para sentarnos dentro hasta que amaneciera. Así logró pasar el guatemalteco que me agradecía de todas las formas aquel acto de rebeldía ligado a educación, y cultura.
Sus palabras eran a cada rato -vio, usted tenía que hablar, para que nos dejarán entrar y poder ir al baño- yo reía, seguía con mi calma, pero mi mente estaba preocupada, a esas horas de la madrugada pensaba: ¿qué yo hago aquí? ¿Cómo me voy en la mañana?
La mexicana de Chihuahua se acostó y durmió un rato, así hicieron las otras dos y la francesa solo cambió un lugar por otro para continuar su descanso.
Yo no pegué ojo, no podía!!! Estaba sola en aquel lugar y mi preocupación no la dejaba de lado.
El guatemalteco, puso una música en su teléfono y al instante se durmió. Yo lo miraba y lo entendía. No quería estar en su pellejo, era lógico que descansara porque le esperaban días muy duros.
Eran las 6:00 am y la francesa se levantó como resorte y se fue a tomar su vuelo, después las dos mexicanas que venían juntas. Me desearon buen día y suerte y se fueron.
La de Chihuahua, despertó y me comentó sobre un pasaje de la Biblia, y me agradeció, me confesó que volvería a San Cristóbal de Las Casas, porque esta experiencia del aeropuerto no era nada, había aprendido a ser educada y aunque era un poco mal geniosa debía ser así. Se despidió y se fue al baño a cambiarse de ropa para tomar su vuelo.
El guatemalteco dormía y no quise despertarlo para despedirme, consideré que era mejor. Estuve parada frente a él unos segundos observándolo y entre mis súplicas, una era que hiciera ese viaje bien y que no le pasara nada. Con eso, creo que me despedí. Nunca lo sabrá, pero mi conciencia quedó tranquila y en paz.
Amanecía poco a poco, y enseguida mi amiga Maricruz apareció en mi teléfono preocupada, al ver aquel último mensaje mio en el suyo. Le pedí que me ayudara, me había quedado sin dinero, no quería darle más preocupaciones a mi amigo, consideré que ya había sido suficiente.
Ella, dispuesta comenzó a buscar en Internet la ruta de regreso a casa para pagarla online, pero allí sentado, estaba mi última esperanza; de que no todo es malo en la vida y que existen personas muy buenas. El señor, me dijo quieres compartir taxi conmigo hasta Tuxtla? Lo miré fijamente y le dije: sí, pero tengo un problema; me quedé sin dinero y mi amiga me lo manda. Me dijo: sí, que me lo envíe a mi tarjeta y yo pago el efectivo al taxista y te doy el resto.
Una vez más, estaba yo agradecida de aquella persona desconocida. Nos montamos en el taxi y cuando me bajé le deseé un excelente día y solo brotó de mi boca: estaré en deuda con usted, ojalá exista una fuerza sobrenatural que me permita reciprocar con creces sus buenas intenciones.
El señor, sonrió y se perdió entre la gente.
Texto y fotos por @anixaeva - Agradeciendo de antemano su apoyo y valoración. Todos los comentarios en este blog serán respondidos.
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