My faith journey, today, with the age I am, continues to be a mixture of beliefs that start from a soft formation from home to deep reflections to end in a lack of definition that no longer worries me and that fully satisfies me. Here I tell you how this journey has been.
I remember the day we were baptized, because unlike most children who are baptized during the first year of life, my sisters and I were baptized when we were grown up. I was between five and six years old and I imagine that it was at the insistence of my paternal grandmother, since my mother was not very close to the church and its rituals, as they say she was a believer but not a practicing one.
Hence, my religious formation in those early years was guided by my paternal grandmother, Mamía, and very marked by the death of my father, which occurred when I was four years old. From that moment on, on weekends, which we spent with her, when we went to sleep she taught us to pray the rosary and once a month we would go to the mass she would send my father to and another weekend, also once a month she would take us to the cemetery to visit him at his grave and pray to him.
There was no rigidity in these actions, because as children at the end, the moment had a lot of fun, jumping between the graves, seeing the mausoleums and large sculptures of angels and saints that protected them, there came a time when, after cleaning the grave and placing the flowers she brought him, we would sit next to him to pray.
My mom, most of the time, was the one who took us to the cemetery and I remember her at that time dressed in closed mourning (completely in black) just like my grandmother. But with different symbologies. For my grandmother, this mourning was a symbol of her pain, of her loss, for my mother, I heard her say on many occasions that her mourning was a promise made to her “spiritual brothers” in faith that her five children would not go hungry, a promise she kept for five years.
As time went by, I began to understand about the spiritual brothers and sisters, my mother believed in and practiced spiritualism. Thus, my beliefs were bifurcating, on the one hand, a great faith in God, Jesus and the Virgin of Carmen, the center of my grandmother's beliefs, and on the other hand: God, together with Maria lionza and the representatives of the indigenous and African spiritual courts, among many others.
The interesting thing about all this is the accepted coexistence, both beliefs start from a God that is not excluding in the midst of ignorance of the fundamentals, because all there is is a deep faith.
Thus, my adolescence was guided by the beliefs taught in the religious schools where I studied (with the Adventists and the nuns) and the spiritualist center my mother attended, including weekends spent in the Sorte Mountain. A region of the State of Yaracuy, consecrated to Maria Lionza.
My faith began to be purified little by little, Spiritism frightened me, so I moved further and further away from it. My mother, a long time later, also separated herself from these beliefs.
The day my first son was born, I felt so much love and gratitude to God because he was a healthy, complete, beautiful child, that I felt the miracle of life, from then on I finished closing my chapter with Spiritism, at that time I was twenty-three years old.
Little by little my faith was strengthened in God, in a benevolent God creator of the universe that is above any human interpretation, I opened a direct channel with him through conversation and gratitude, there came a time when I felt that I did not need to ask anything to God, just thank him, for so much goodness, in this way I was moving away from religion.
However, I can not say that the religious break is complete, because the beliefs rooted since childhood leave their mark, so that in my faith I have Jesus as a faithful friend who guides my steps and the Virgin of Carmen who protects mine.
Due to family experiences this past year, I felt the need to ask and pray to God for the health of a grandniece, I feel that he worked a miracle, overcome the situation, I have resumed my faith rituals: constantly thank that creative energy that I call God.
This is my participation in the thirteenth proposal of @ericvancewalton Memoir Monday - Week Thirteen (6/3 - 6/9) where week by week we dive into the sea of our memories to let what we have lived come to the surface.
En Español
Mi camino de fe, hoy, con la edad que tengo, sigue siendo una mezcolanza de creencias que parten de una formación blanda desde el hogar a reflexiones profundas para terminar en una indefinición que ya no me preocupa y que me satisface plenamente. Aquí les comento como ha sido este recorrido.
Recuerdo el día en que fuimos bautizadas, pues a diferencia de la mayoría de los niños que son bautizados durante el primer año de vida, a nosotras, mis hermanas y yo, nos bautizaron ya grandecitas. Tendría entre cinco y seis años y me imagino que fue por insistencia de mi abuela paterna, ya que mi mamá no tenía gran acercamiento a la iglesia y sus rituales, como dicen era creyente más no practicante.
De allí que mi formación religiosa en esos primeros años estuvo guiada por, Mamía, mi abuela paterna y muy marcada a raíz de la muerte de mi papá que ocurrió cuando yo tenía cuatro años. A partir de ese momento, los fines de semana, que lo pasábamos con ella, cuando íbamos a dormir nos enseñaba a rezar el rosario y una vez al mes íbamos a la misa que le mandaba a hace a mi papá y otro fin de semana, también una vez al mes nos llevaba al cementerio para visitarlo en su tumba y rezarle.
No había rigidez en estas acciones, pues como niñas al fin, el momento tenía mucho de diversión, saltando entre las tumbas, viendo los mausoleos y grandes esculturas de ángeles y santos que las protegían, llegaba un momento en que, luego de limpiar la tumba y colocar las flores que le llevaba, nos sentaba a su lado para rezar.
Mi mamá, la mayoría de las veces, era la que nos llevaba al cementerio y la recuerdo en esa época vestida de luto cerrado (completamente de negro) al igual que mi abuela. Pero con simbologías diferentes. Para mi abuela, este luto era símbolo de su dolor, de su pérdida, para mi mamá, le escuché decir en muchas oportunidades que su luto era una promesa hecha a sus “hermanos espirituales” en la fe de que sus cinco hijos no pasaran hambre, una promesa que mantuvo por cinco años.
Esto de los hermanos espirituales lo fui comprendiendo en el transcurrir del tiempo, mi mamá creía y era practicante del espiritismo. Así, mis creencias se fueron bifurcando, por un lado, una gran fe en Dios, Jesús y la Virgen del Carmen, centro de creencias de mi abuela, y por el otro: Dios, junto a Maria lionza y los representantes de las cortes espirituales indígenas y africanas, entre tantos otros.
Lo interesante de todo esto es la coexistencia aceptada, ambas creencias parten de un Dios que no es excluyente en medio de la ignorancia de los fundamentos, pues todo lo que hay es una profunda fe.
Así, mi adolescencia estuvo guiada por las creencias impartidas en los colegios religiosos donde estudié (con los adventistas y las monjas) y el centro espiritista al que asistía mi mamá, incluyendo fines de semana metidas en la Montaña de Sorte. Una región del Estado- Yaracuy, consagrado a María Lionza.
Mi fe comienza a depurarse poco a poco, el espiritismo me producía miedo, así que cada vez me alejaba más de él. Mi mamá, mucho tiempo después se separó también de estas creencias.
El día que nació mi primer hijo, sentí tanto amor y agradecimiento a Dios porque era un niño sano, completo, bello, que sentí el milagro de la vida, a partir de allí terminé de cerrar mi capítulo con el espiritismo, en ese entonces tenía veintitrés años.
Poco a poco mi fe se afianzó en Dios, en un Dios benevolente creador del universo que está por encima de cualquier interpretación humana, abrí un canal directo con él a través de la conversación y el agradecimiento, llegó un momento en que sentí que no necesitaba pedirle nada a Dios, solo agradecerle, por tanta bondad, de esta manera me fui alejando de la religión.
Sin embargo, la ruptura religiosa no puedo decir que sea completa, pues las creencias arraigadas desde la niñez dejan su huella, de tal manera que en mi fe tengo a Jesús como fiel amigo que guía mis pasos y a la Virgen del Carmen que protege a los míos.
Por experiencias familiares de este último año, sentí la necesidad de pedirle y rogarle a Dios por la salud de una sobrina-nieta, siento que obró un milagro, superada la situación, he retomado mis rituales de fe: Agradecer constantemente a esa energía creadora que llamo Dios.
Esta es mi participación a la propuesta número trece de @ericvancewalton Memoir Monday - Week Thirteen (6/3 - 6/9) donde semana a semana nos sumergimos en el mar de nuestras memorias para dejar salir a flote lo vivido.
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Fuente de imágenes: Archivo personal
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