La perspectiva de un monstruo
¡Claro! Aquí estoy despierto en la penumbra, mi hogar, cuevas olvidadas donde oigo el eco de mis propios pensamientos resonando en las húmedas paredes de la nada. Cubierto de escamas o de piel muerta, no lo sé, pero mi rostro sonríe, pues recuerda el sabor del miedo humano, un manjar que había dejado de saborear hacía siglos.
Puede que el mundo afuera haya cambiado, pero yo me siento igual y listo para reclamar mi posición en él. Cada instante experimento una mayor fuerza y prontamente podré desplazarme hacia la salida. No soy un mito, soy tu oscuridad acechando en tus pesadillas, y he vuelto con la promesa de recordártelo.
Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Lo recuerdo vívidamente, cuando las sombras eran más largas y las noches más heladas. Compartíamos un secreto, que enterraste en lo más profundo de tu mente, pensando que nunca volvería a la superficie. Pero aquí estoy, en los rincones lúgubres de tu pasado, donde siempre he estado atento, esperando mi momento.
Desde los recovecos más profundos de la oscuridad, donde el alba apenas se atreve a asomarse, doy forma a estas palabras. Soy el ser que habita en tus pesadillas, el susurro en la oscuridad que te hace temblar. No tengo nombre, porque los nombres son para los mortales, y yo soy eterno.
Recuerdo cada detalle de aquellos días. La forma en que tus ojos se llenaban de terror cuando sentías mi presencia, el escalofrío que te recorría la espalda cuando balbuceaba tu nombre en la oscuridad. Creíste que habías escapado de mí por mudarte de país, que el tiempo, la distancia y el permanecer en una religión me habían borrado de tu vida. ¡Pobre perdedor, los monstruos como yo no desaparecen tan fácilmente!
Te observaba desde la oscuridad, viendo cómo intentabas construir una existencia normal, lejos de los horrores que compartimos. Pero cada noche, cuando el mundo se hunde en el silencio y las luces se apagan llenando tu habitación, me recuerdas. Puedes sentir mi aliento frío en tu cuello, oír mis suaves pasos acercándose, aunque insistas en que ya no existo y no es posible.
He visto tus secretos más oscuros, los que te ocultas incluso a ti mismo. Conozco tus debilidades, tus miedos. Es en esos momentos de vulnerabilidad cuando más quiero que recuerdes mi presencia. No puedes verme, pero sabes que estoy ahí, al acecho, esperando.
Cada latido acelerado de tu corazón es una melodía para mis oídos. Cada suspiro de terror, un susurro de placer. No hay lugar donde puedas esconderte de mí, ni luz que pueda ahuyentarme. Soy la bruma que te sigue siempre a donde tú vayas, el frío que se cuela por todos tus huesos.
Sí, he vuelto para colarme en tus sueños desprevenidos. Mis garras rozarán suavemente las paredes de tu mente, dejando un rastro de miedo que enreda tus pensamientos. No busco tu destrucción, sino tu miedo, pues es el miedo lo que me da vida, lo que alimenta mi existencia.
No hay lugar donde puedas esconderte, ni refugio que pueda protegerte de mí. Porque no soy solo una criatura de tus pesadillas; soy parte de ti, una confusión que nunca podrás eliminar.
Así que, prepárate, porque esta vez cuando cierres los ojos cada noche yo estaré ahí, en la oscuridad, vigilando, esperando. Y cuando el miedo te envuelva, sabrás que he cumplido mi propósito.
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