Tu consulta me generó un interesante movimiento de emociones y creencias sobre la dependencia, la autonomía y los vínculos. Inicié una búsqueda de respuestas, acá te comparto algunas que desde la biología pueden darnos pistas en las estrategias que utilizan los mamíferos en general, (y por extensión a nosotros los seres humanos), para romper o cortar el cordón umbilical.

La concepción y gestación de un embarazo somete al organismo de la gestante en una primera fase a reaccionar como si el “germen” del nuevo ser, fuese un parasito, es decir se inicia una relación parasitaria. Nada más con el nombre, entendemos como el organismo materno puede en ocasiones reaccionar hacia el nuevo ser como si este fuese un enemigo.

Allí ese pequeño ser con forma de una mora, se enfrenta a su primera gran tarea, implantarse, es decir, hacerse de un lugar en la madre (específicamente en su útero). El debe aprender a relacionarse, a hacerse bienvenido, —para viabilizar su estancia y posterior nacimiento,— en un lugar acondicionado para garantizar su protección y desarrollo.

Salvada esta fase, el organismo materno acoge al embrión, la madre comienza a crear una instancia, un órgano biológico —vinculante—, mediador entre al embrión y ella. Esta formación es la placenta, que va a servir como pulmón y alimentador para insuflar y mantener con vida al ser en camino. Esto, a través de un cordón de vasos sanguíneos y nervios: —el cordón umbilical,— que dejará una marca eterna, (no solo a nivel físico) de dicho vinculo.

En esta fase, la vida del feto depende de estar unido a la madre para sobrevivir mientras se desarrolla. La relación pudiera clasificarse de comensalismo, ya que una de las partes se beneficia del otro, sin que esto implique generar daño al organismo que lo aloja. O considerarla mutualismo: pues ambos (la madre y el hijo) obtienen beneficios de la relación durante el embarazo.

El feto en su rol de huésped, se dedica a madurar, a crecer e ir ganando autonomía para en el momento previsto de dejar el útero e ir a vivir en el medio ambiente externo. Dos palabras claves, que pueden darnos luz sobre, el tipo de relación entre madre e hijo, antes de nacer y una vez que se da el “alumbramiento.

Dentro del útero, la madre “sostiene” la vida del feto, al nacer la madre pasa a “apoyar” la vida del ser humano. Pasan de una relación de dependencia en la que parecen un solo organismo, a una relación entre dos seres individuales, únicos.

Él bebe nace, y la madre expulsa la placenta que permanece unida a la nueva cría por el cordón. Acá entra en juego la sabiduría de la naturaleza, en las especies animales, las madres muerden el cordón para desgarrarlo y cortarlo y así separar-se, abrir-le espació al bebe para que respire y se ponga en pie.

Igualmente, en la mayoría de las especies, las madres proceden a ingerir la placenta y a lamer a la cría, para limpiarla y activar la circulación, pero sobre todo para terminar de despertarlo a la vida, impregnándose ambos de sus aromas, y estableciendo el vínculo de filiación, en la que ella pasa de “embarazada” a “madre” y la cría de pasa de “feto” a “neonato”. Una relación en la que el vínculo, pasa de físico a social, a espiritual.

Entonces, querida N, estoy seguro que al tu nacer, el personal que atendió tu llegada, corto el cordón que te unía físicamente a tu madre. La pregunta a hacerse sería ¿de qué manera he construido la relación con mamá, que aún me creo y me siento (unida, atada, amarrada, encadenada, presa…, coloca tú el calificativo) a ella?

Cortar el cordón umbilical, se convierte en nosotros los humanos en un hito, un recordatorio de que la madre debe dejar ir y permitir que su hijo crezca para convertirse en un adulto autónomo. Y que el hijo necesita soltar-se, y aprender a sostenerse por si mismo, con sus propios medios. Aunque el vinculo Madre-Hijo dure toda la vida.