A veces no es suficiente ser uno mismo. Nos toca, entonces, ir usurpando identidades, mostrando caras que no nos pertenecen. Casi nunca se nos caen las máscaras.
Me ha tocado ser fuerte cuando padezco de hambre y pongo muecas de estoy satisfecho. Luzco tranquilo todas las veces que he estado destrozado y he reído tragando saliva de lágrimas que se me han abnegado.
Son gentes que uno ha sido y no quiere ser, pero te pones encima la ropa apretada de una talla que no te corresponde y te ajusta, te deja marcas, te corta la respiración y así vistes un tiempo bajo una identificación falsa y pesada.
No eres tú, ni soy yo y de alguna forma es lo que hemos sido todos cuando la vida te obliga a ponerte un rostro incomodo.
La gente se lo cree. Pocos dudan de aquella franca hipocresía y no saben que has fingido muecas pacíficas para que no se te noten las costuras.
La vida tiene esos rasgos de filiación con la miseria y también con la alegría, pero uno no desea parecerse a su tragedia y cuando te llega aquella cara, finges otra suponiendo que significa fuerza lucir opuesto a la derrota.
Cuando la felicidad roza lo pleno, estamos contentos con la cabeza que ocupamos. El anhelo es congelar el tiempo y sostener arriba, en la faz, aquel semblante que no nos desfigura de quienes somos y de quienes queremos seguir siendo ese particular uno mismo.
Por eso digo que no siempre es suficiente ser quien uno es. Hay que tener coraje para colgarse entre la barbilla y la frente un eficaz frontispicio que despiste a la lástima ajena que es la primera que llega cuando se necesita al socorro.
Las apariencias engañan y todos esas facciones le pertenecen a nuestro rostro, el cual va acomodándose las identidades hasta lograr las apariencias más reconocibles para colgarse la paz, entre el seño, la nariz y las sien, durante el mayor tiempo posible.
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Sometimes it is not enough to be oneself. We have to usurp identities, showing faces that do not belong to us. Almost never do our masks fall off.
I've been strong when I'm hungry and grimace when I'm satisfied. I look calm all the times I've been broken and I've laughed swallowing saliva from tears that I've been given up.
Those are people that one has been and does not want to be, but you put on tight clothes of a size that does not correspond to you and it fits you, it leaves marks, it cuts your breath and so you dress for a while under a false and heavy identification.
It's not you, it's not me and in a way it's what we all have been when life forces you to put on an uncomfortable face.
People believe it. Not many doubt that frank hypocrisy and don't know that you've faked peaceful grimaces so your seams won't show.
The life has those features of filiation with misery and also with joy, but one does not want to look like its tragedy and when that face comes to you, you pretend another one supposing that it means strength to look opposite to defeat.
When happiness borders on full, we are content with the head we occupy. The longing is to freeze time and hold up, in the face, that countenance that does not disfigure us from who we are and who we want to remain that particular self.
That is why I say that it is not always enough to be who we are. It is necessary to have the courage to hang between the chin and the forehead an effective frontispiece that diverts the pity of others, which is the first to arrive when help is needed.
The appearances are deceiving and all those factions belong to our face, which is accommodating the identities until achieving the most recognizable appearances to hang the peace, between the eyebrow, the nose and the temples, for as long as possible.