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Hace algunos días me puse a ver la película "El niño de la pijama de rayas" y aunque en la historia los judíos tenían sus números en los uniformes que vestían, la realidad es que a ellos los marcaban en la piel.
No era un tatuaje como tal, pues no llevaba ningún elemento artístico, pero al ser una modificación en la piel, pudiéramos catalogarlo como una dolorosa manera de ver al tatuaje en la historia.
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Recuerdo los cuentos de la abuela de unos amigos, una señora polaca que estuvo en Auschwitz, quien en su piel arrugada por los años tenía ese número que le recordaba el terror vivido en un campo de concentración.
En aquel entonces, me parecía impropio preguntarle sobre ello, pero al ver que mis ojos se iban a esa parte de su cuerpo, ella comentaba: "esto es la marca de algo que no debe pasar nunca más".
El hecho de llevar un tatuaje de este tipo, por causa de la sumisión impuesta por personas que se creen superiores, es un peso emocional muy fuerte, tanto para quien lo lleva, como para sus familiares, pues es el recuerdo de una etapa dolorosa, aunque si lo vemos desde el otro lado, también puede considerarse una victoria, el hecho de sobrevivir a todos esos eventos.
Es innegable que en el planeta todos somos un número, lo vemos en nuestras identificaciones, los pasaportes, e inclusive si buscamos en internet con la fecha de nuestro nacimiento, podremos averiguar cuál es el número que nos corresponde dentro de toda la humanidad, pero de saber esos datos, a plasmarlos en la piel, ya hay muchos factores que no son del todo agradables.
Los tatuajes, y cualquier otra modificación corporal deben venir por la necesidad o el gusto de quien lo lleve, no por algo impuesto, aunque en algunas culturas marcar a los hijos es un ritual para identificarlos, pero debemos hacer consciente que nuestro cuerpo es algo que nos pertenece, y que como tal nadie puede disponer de ello, mucho menos para tatuarnos como si fuéramos propiedad de otros.
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La esclavitud, aunque ya erradicada legalmente en muchos lugares del mundo, todavía es un tema pendiente para todos, y estos tatuajes con números o símbolos son un recordatorio de ello. Cada vez son menos los que quedan con esas marcas, y espero que luego de que el último haya partido de este plano, quede en la memoria de algunos las palabras de la abuela de Auschwitz.
A few days ago I started watching the movie “The Boy in the Striped Pajamas” and although in the story the Jews had their numbers on the uniforms they wore, the reality is that they were marked on their skin.
It was not a tattoo as such, since it did not have any artistic element, but since it was a modification on the skin, it could be catalogued as a painful way of seeing the tattoo in history.
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I remember the stories of the grandmother of some friends, a Polish lady who was in Auschwitz, who on her skin wrinkled by the years had that number that reminded her of the terror lived in a concentration camp.
At the time, it seemed improper to ask her about it, but as my eyes went to that part of her body, she commented: “this is the mark of something that must never happen again”.
The fact of carrying a tattoo of this type, because of the submission imposed by people who believe they are superior, is a very strong emotional weight, both for those who carry it and for their relatives, because it is the memory of a painful stage, although if we look at it from the other side, it can also be considered a victory, the fact of surviving all those events.
It is undeniable that on the planet we are all a number, we see it in our IDs, passports, and even if we search on the internet with the date of our birth, we can find out what is the number that corresponds to us within all humanity, but from knowing these data, to capture them in the skin, there are already many factors that are not entirely pleasant.
Tattoos, and any other body modification should come from the need or taste of the wearer, not something imposed, although in some cultures marking children is a ritual to identify them, but we must be aware that our body is something that belongs to us, and as such no one can dispose of it, much less to tattoo us as if we were the property of others.
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Slavery, although legally eradicated in many parts of the world, is still a pending issue for everyone, and these tattoos with numbers or symbols are a reminder of that. Fewer and fewer are left with such marks, and I hope that after the last one has departed this plane, the words of the grandmother of Auschwitz will remain in the memory of some.
Foto/Photo by: Pastornestor1 and Restaurandosudignidad profiles at X (ex-Twitter)
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
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Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
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