En una pequeña casa de un pequeño pueblo, una familia se preparaba para celebrar la llegada del niño Jesús. Habían decorado un árbol con luces y adornos, y debajo de él, algunos regalos envueltos con papel de colores. También armaron un pesebre con las figuras de María, José, el niño, los pastores y los animales. Pero faltaba algo: el ángel.
Germancito, el hijo menor de la familia, se sentía triste porque no encontraban el ángel de porcelana que siempre ponían en lo alto del pesebre. Era su figura favorita, y sin él, la Navidad no era lo mismo.
Le preguntó a su madre dónde estaba el ángel, y ella le dijo que no lo sabía, que tal vez se había perdido o se había roto. Le dijo que no podían hacer nada. Pero Germancito no se conformaba con esa respuesta. Quería tener su ángel, el que anunció el nacimiento de Jesús a los pastores.
Mientras tanto, en el cielo, un ángel de verdad observaba la escena con curiosidad. Su nombre era Gabriel, y era el mismo que había anunciado el nacimiento de Jesús a los pastores hace más de dos mil años.
Desde entonces, había estado vigilando la Tierra, y cada Navidad, bajaba a ver cómo celebraban el nacimiento de El Salvador. Le gustaba ver sus costumbres, sus tradiciones, sus canciones. Pero lo que más le llamaba la atención eran los pesebres, donde recreaban el momento más importante de la historia.
Gabriel se fijó en la casa de Germancito, y sintió pena por el niño que no tenía su ángel de porcelana. Decidió hacer algo al respecto. Sin pensarlo dos veces, se quitó las alas y las escondió detrás de una nube. Luego, descendió a la Tierra, y se acercó a la casa de Germancito. Tocó la puerta con suavidad, y esperó a que alguien le abriera.
La madre de Germancito abrió la puerta, y se sorprendió al ver a un joven desconocido.
Él se presentó como Gabriel, y le dijo que venía a traerle un regalo a su hijo menor.
La madre no entendía nada, ni quién era él, pero sintió una extraña paz al mirarlo a los ojos y le hizo pasar hasta donde estaba el pesebre.
Allí estaba Germancito, junto a su padre y sus hermanos, esperando la medianoche para abrir los regalos. El joven se acercó a Germancito, y le dijo que se llamaba Gabriel, y que le traía un regalo especial. Le mostró el ángel de porcelana que Germancito había perdido.
El niño no podía creer lo que veía. Era su ángel, el mismo que había buscado por toda la casa. Estaba intacto, sin una sola grieta. Sus alas blancas y brillantes reflejaban la luz del árbol.
Tomó el ángel con emoción, y le preguntó al joven cómo lo había encontrado, y dónde estaba. El joven le dijo que estaba en el cielo, donde viven los ángeles de verdad. Germancito se asombró, y le preguntó si existían los ángeles de verdad. El joven le dijo que sí, que él era uno de ellos.
Germancito se quedó sin palabras. No podía creer lo que oía. Tenía frente a él a un ángel de verdad, el mismo que había anunciado el nacimiento de Jesús a los pastores. Era el sueño de cualquier niño. Germancito le preguntó al ángel dónde estaban sus alas, y el ángel le dijo que se las había quitado para venir a verlo. Le dijo que las alas eran solo un símbolo, lo que importaba era el corazón.
Germancito inocente, le preguntó por qué había venido, por qué le había traído su ángel. El ángel le dijo que era un niño bueno, que creía en los milagros. Que quería darle una alegría, y recordarle el verdadero significado de la Navidad. El nacimiento de Jesús, el ángel más grande de todos.
Germancito se sintió feliz. Había recibido el mejor regalo de su vida. Un regalo que no se podía comprar ni envolver. Un regalo que le había llenado el alma. Germancito abrazó a Gabriel con fuerza, y le agradeció por venir, por traerle su ángel, por todo. El ángel le devolvió el abrazo, y le dijo que siempre estaría en su corazón. Luego le expresó que debía irse, pero que no se olvidara de él.
El ángel se despidió y salió de la casa. Recuperó sus alas, y siguió hasta el cielo. Desde allí, observó cómo Germancito ponía el ángel de porcelana en lo alto del pesebre, y cómo toda la familia se reunía alrededor del árbol, para celebrar la Navidad.
El ángel sonrió, y se sintió feliz. Había cumplido su misión. Había hecho feliz a un niño, y le había recordado el verdadero significado de la Navidad. El nacimiento de Jesús, el ángel más grande de todos.
Con este cuento quiero expresar mis más sinceros deseos para que pasen una maravillosa Navidad junto a sus seres queridos. Que el amor de Dios y su hijo cubran sus hogares y que todos sus anhelos sean cumplidos.
¡Feliz Navidad!
Todos los Derechos Reservados. © Copyright 2023 Germán Andrade G.
Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Deepl para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.
English
In a small house in a small town, a family was preparing to celebrate the arrival of the baby Jesus. They decorated a tree with lights and ornaments; under it, some gifts were wrapped with colored paper. They also set up a manger with the figures of Mary, Joseph, the child, the shepherds, and the animals. But something was missing: the angel.
Germancito, the family's youngest son, was sad because they couldn't find the porcelain angel they always put on top of the manger. It was his favorite figure, and Christmas was not the same without him.
He asked his mother where the angel was, and she told him she didn't know, that maybe it was lost or broken. She told him there was nothing they could do. But Germancito was not satisfied with that answer. He wanted to have his angel, the one who announced the birth of Jesus to the shepherds.
Meanwhile, in heaven, a real angel watched the scene with curiosity. His name was Gabriel, and he was the same one who had announced the birth of Jesus to the shepherds more than two thousand years ago.
Since then, he had been watching the Earth and every Christmas, he would go down to see how they celebrated the birth of El Salvador. He liked to see their customs, their traditions, their songs. But what most caught his attention were the nativity scenes, where they recreated the most important moment in history.
Gabriel looked at Germancito's house and felt sorry for the boy who didn't have his porcelain angel. He decided to do something about it. Without thinking twice, he took off his wings and hid them behind a cloud. Then, he descended to Earth and approached Germancito's house. He knocked gently on the door and waited for someone to open it.
Germancito's mother opened the door and was surprised to see a young stranger. He introduced himself as Gabriel and told her he was coming to bring a gift for her youngest son. The mother did not understand anything, nor who he was, but she felt a strange peace when she looked into his eyes and made him go to the manger.
Germancito was there, with his father and brothers, waiting for midnight to open the presents. The young man approached Germancito and told him that his name was Gabriel and that he brought him a special gift. He showed him the porcelain angel that Germancito had lost.
The boy could not believe his eyes. It was his angel, the same one he had searched for all over the house. It was intact, without a single crack. Its bright white wings reflected the light from the tree.
He took the angel with excitement and asked the young man how he had found it, and where it was. The young man told him that he was in heaven, where the real angels lived. Germancito was amazed and asked him if real angels existed. The young man said yes, he was one of them.
Germancito was speechless. He could not believe his ears. He had a real angel in front of him, the same one who had announced the birth of Jesus to the shepherds. It was every child's dream. Germancito asked the angel where his wings were, and the angel told him that he had taken them off to come to see him. He told him that the wings were only a symbol, what mattered was the heart.
Innocent Germancito asked him why he had come, why his angel had brought him. The angel told him that he was a good child and that he believed in miracles. He wanted to give him joy and remind him of the true meaning of Christmas. The birth of Jesus, the greatest angel of all.
Germancito felt happy. He had received the best gift of his life. A gift that could not be bought or wrapped. A gift that had filled his soul. Germancito hugged Gabriel tightly and thanked him for coming, for bringing him his angel, for everything. The angel hugged him back and told him that he would always be in his heart. Then he told him that he had to leave, but not to forget him.
The angel said goodbye and left the house. He recovered his wings and continued to heaven. From there, he watched as Germancito placed the porcelain angel on top of the manger, and as the whole family gathered around the tree to celebrate Christmas.
The angel smiled and felt happy. He had accomplished his mission. He had made a child happy and reminded him of the true meaning of Christmas. The birth of Jesus, the greatest angel of all.
With this story, I want to express my most sincere wishes for you to spend a wonderful Christmas with your loved ones. May the love of God and his son cover your homes and may all your wishes be fulfilled.
Merry Christmas!
All rights reserved. © Copyright 2023 Germán Andrade G.
It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Deepl to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.