Me parece tan bonito, y lo digo con naturalidad, así, con minúscula, porque bonito en este caso es un sustantivo común y común debería ser escuchar por la mañana el canto de los pájaros; bendecidos somos los que tenemos frente a nuestra ventana un arbusto con sus verdes en invierno y con sus verdes ocres en verano; con su bondad extendida para recibir a los pájaros que andan buscando dónde posarse, dónde pasar la noche, dónde detenerse a recibir la brisa, a cantar y eso me parece, repito, BONITO, y ahora sí lo digo con mayúscula, como si lo gritara, porque de estos detalles, de estas pequeñas cosas está llena la vida, sólo que por el afán cotidiano, por el apuro que tenemos en no vivir, dejamos de disfrutar de estas maravillas, de estos regalos que sin duda son obras de Dios
Escribo esta reflexión mientras voy dando pasos cortos por la casa y mientras voy articulando espontáneamente las palabras, intentando darle el mayor sentido; hay momentos en que a la mente me llegan frases de escritores, de los libros que estoy leyendo o frases de profesores que me dieron clase y que recuerdo con mucho cariño; todo ese cúmulo de recuerdos, de frases, salen para decir aquí estamos, oye, úsame, estoy a tu disposición y la verdad es que todas son buenas, pero hay que saber que no se pueden usar todas en el mismo momento porque pudiéramos convertir una bonita reflexión en un arroz con un mango, de modo que mientras camino, respiro pausadamente y le voy hablando al móvil para que él vaya reproduciendo el texto y hago entonces dos ejercicios, reflexionar acerca de la cotidianidad y sin permitir que la avalancha de palabras me saturen la escritura.
De la misma manera que me asaltan las palabras para que las incluya en el escrito, se me presentan cada mañana diversas formas de anunciarme la continuidad de la vida; esas formas no son otras que el canto de los pájaros, la luz del sol, el silbido de la brisa, el correteo del perro por hacer sus necesidades, el saludo de los vecinos, el ruido del motor, la chica que va tarde al trabajo, el olor del café, la canción Este es un nuevo día, de Facundo Cabral, el saludo familiar, la lectura de la mañana y ya luego viene el desayuno y el resto de la rutina.
Y pudieran ser más estas formas a las que llamo, anuncio de la continuidad de la vida, y por supuesto, con variantes para cada persona; a mí me gustan las mías porque como decía el viejo amigo Sócrates, hay que heredar nuestro tiempo, es decir, hacer nuestro el aire que respiramos, el sol que nos alumbra, la noche que nos cobija y todo lo nos rodea y que nos ayuda a transitar los días, los meses y la vida. Me gusta levantarme e ir directo a la ventana porque allí hay un canto para mis oídos; hay un verde para mis ojos, hay un amanecer que me saluda, ya luego voy directo a la oficina porque me espera una nueva historia para leer.
Esa mezcla mañanera de realidad y ficción para mí es ideal, placentera y va acompañada de un buen café y no la asumo como rutina, más bien como introito del nuevo día; no sé cuántos más tienen sus formas de recibir las mañanas, pero creo que son muchos, porque no son más que ejercicios de sensibilidad y personas sensibles a la belleza es lo que sobra en el mundo, sólo que estamos callados, procurando vivir cada detalle, cada amanecer, porque son regalos que se disfrutan en soledad, para la solemnidad personal.
Antes de ir a la biblioteca a leer, me vuelvo a asomar a la ventana y vuelvo a escuchar el canto de los pájaros y sigo reflexionando, pensando que cada mañana es un nuevo río donde viaja el tiempo y aunque hay gente que prefiere la barca en lugar de nadar, que ni siquiera desea tocar el rocío, pues, allá ellos, que se lo pierdan, yo me mantengo en estado de asombro porque la vida es larga, el corto es nuestro boleto para disfrutarla.
Continuity of life
It seems so beautiful to me, and I say it naturally, this way, with a small letter, because beautiful in this case is a common noun and common should be to listen in the morning to the song of the birds; blessed are we who have in front of our window a bush with its greens in winter and with its ochre greens in summer; with its kindness extended to receive the birds that are looking for a place to perch, where to spend the night, where to stop to receive the breeze, to sing and that seems to me, I repeat, BEAUTIFUL, and now I say it with a capital letter, as if I were shouting it, because life is full of these details, of these little things, only that because of the daily eagerness, because of the rush we have in not living, we stop enjoying these wonders, these gifts that without a doubt are works of God.
I am writing this reflection while I take small steps around the house and while I am spontaneously articulating the words, trying to give them as much sense as possible; there are moments when phrases of writers come to my mind, phrases of the books I am reading or phrases of teachers who taught me and that I remember with great affection; all that accumulation of memories, of phrases, come out to say here we are, hey, use me, I am at your disposal and the truth is that they are all good, but you have to know that you can not use them all at once because we could turn a nice reflection into a rice with mango, so while I walk, I breathe slowly and I am speaking what I want to write.
In the same way that I am assaulted by words to be included in the writing, I am presented every morning with different ways of announcing to me the continuity of life; These forms are none other than the singing of the birds, the sunlight, the whistling of the breeze, the dog scampering to relieve itself, the greeting of the neighbors, the noise of the engine, the girl who is late for work, the smell of coffee, the song, This is a new day, by Facundo Cabral, the family greeting, the morning reading, and then comes breakfast and the rest of the routine.
And there could be more of these forms that I call, announcement of the continuity of life, and of course, with variations for each person; I like mine because as the old friend Socrates said, we must inherit our time, that is, make our own the air we breathe, the sun that shines on us, the night that shelters us and everything that surrounds us and helps us to go through the days, months and life. I like to get up and go straight to the window because there is a song for my ears; there is a green for my eyes, there is a sunrise that greets me, and then I go straight to the office because there is a new story waiting for me to read.
That morning mixture of reality and fiction for me is ideal, pleasant and accompanied by a good coffee and I do not assume it as a routine, rather as an intro to the new day; I do not know how many others have their ways of receiving the mornings, but I think there are many, because they are nothing more than exercises of sensitivity and people sensitive to beauty is what is left over in the world, only we are quiet, trying to live every detail, every dawn, because they are gifts to be enjoyed in solitude, for personal solemnity.
Before going to the library to read, I look out the window again and listen again to the birds singing and I continue reflecting, thinking that every morning is a new river where time travels and although there are people who prefer the boat instead of swimming, who do not even want to touch the dew, well, there they are, let them miss it, I remain in a state of wonder because life is long, the short is our ticket to enjoy it.