El último escalón de la mala suerte es el primero de la buena.
— Carlo Dossi
No tengo la habilidad de crear un gran artículo, pero si puedo mezclar en un cuento, mis emociones y aquellas cosas que me han hecho crecer a lo largo de los años que el universo me ha permitido vivir en esta tierra.
Hoy, les traigo un cuento, mis reflexiones y la moraleja que he aprendido.
Oneray se sentía como si estuviera bajo una nube de mala suerte permanente.
En momentos, se identificaba con el auto de la serie animada que siempre tenía encima una nube negra con lluvia y murciélagos girando alrededor.
Cuando pensaba que las cosas mejorarían, por alguna extraña razón, algo más salía mal, y no hallando respuesta para esta situación, decidió que era un buen momento para salir a caminar y distraer la mente en algo más que sus pesados pensamientos. Caminó y caminó sin un rumbo fijo, hasta que llegó a un viaje parque, y sentado en una banca, mirando la fuente seca y deteriorada frente a él, comenzó a cuestionarse su propia existencia.
— ¡Dios mío! ¿Qué he hecho para merecer esta mala suerte?, se preguntaba en voz baja, como si temiera atraer más desgracias a su vida.
Con la cabeza entre sus manos y sus codos sobre sus rodillas, se preguntaba si había roto un espejo sin darse cuenta, desencadenando así una cadena interminable de infortunios.
— Tal vez, en alguna vida pasada, he cometido un acto tan malo como matar a un gato negro, atrayendo la mala fortuna como un karma implacable y despiadado, volvió a repetirse buscando alguna razón de su desventurada realidad.
Cuando estaba más perdido en sus pensamientos sombríos, un anciano, encorvado por los años, se detuvo frente a él.
Su blanca y larga cabellera, al igual que su barba, resaltaban en su negro gabán que llegaba hasta las pantorrillas. Sus ojos, llenos de sabiduría y muy compasivos, miraron a Oneray con mucha curiosidad. Después de unos segundos de silencio, el anciano se sentó a su lado, como si supiera la necesidad de alguna compañía que Oneray tenía en ese momento.
— ¿Qué te aflige, joven?, preguntó el anciano con una profunda voz, aunque firme, muy suave, como si estuviera pidiendo permiso para hablarle.
Oneray se sorprendió por la intervención del anciano. No esperaba que alguien se interesara por sus problemas, y ni siquiera había sentido su presencia ni cuando a su lado se sentó, no obstante, la calidez en los ojos del anciano, le hizo sentir que podía confiar totalmente en él.
Aun con la cabeza entre sus manos, exclamó:
— Es como si estuviera marcado por la mala suerte, confesó Oneray, dejando salir un suspiro pesado.
— Nada parece salir bien para mí, absolutamente, nada.
El anciano escuchó atentamente mientras Oneray le contaba todas sus tribulaciones. Con paciencia escuchó todo lo que decía, y con sabiduría, le ofreció unas palabras de aliento y perspectiva.
— La vida tiene sus altibajos, joven Oneray, comenzó a decir el anciano con voz tranquila.
— A veces, enfrentamos cosas que nos hacen cuestionar nuestro destino. Pero recuerda, la mala suerte no es eterna. Es solo una fase que tarde o temprano pasará.
Las palabras del anciano resonaron en Oneray y en ese mismo momento comenzó a ver su situación desde una perspectiva diferente. Quizás, la mala suerte era solo una percepción totalmente distorsionada de las circunstancias difíciles por las que estaba pasando.
Poco a poco y con la ayuda y el consejo del anciano, Oneray comenzó a encontrar pequeñas alegrías en medio de la adversidad. Aprendió a valorar las lecciones que la mala suerte le enseñaba y a mantener la certeza en un futuro mucho mejor.
Con el paso del tiempo, entendió que las cosas ocurren por una razón, y que solo tenía que descubrir cuál era. Un día, salió de su casa con la cabeza en alto, con rumbo a aquel parque donde, según él, fue visitado por un ángel, y confiando en que volvería a verlo para agradecerle por todas las palabras que le dijo esa tarde sombría.
Nunca volvió a ver al anciano, pero su perspectiva de un futuro mejor, permanecían por todas las palabras que le había dicho esa tarde.
Cuando llegó al mismo lugar, se dio cuenta de que la fuente seca del parque volvió a brotar agua, y ese aspecto tétrico había cambiado por uno llevo de vida y esplendor, de la misma manera que la vida de Oneray comenzó a florecer de nuevo.
Agradecido por el encuentro con el anciano sabio, Oneray entendió que la buena y la mala suerte eran parte intrínseca de la vida, y que lo importante era aprender a navegarlas con sabiduría, paciencia y mucha determinación.
A veces, cuando nos enfrentamos a una racha de "mala suerte" o dificultades aparentemente insuperables, podemos sentirnos abrumados y desalentados. Esto es de lo más normal porque somos humanos. Sin embargo, es en esos momentos de adversidad, donde más podemos aprender y crecer como personas. La mala suerte no define nuestro destino, ya que solo es una parte temporal de nuestro viaje terrenal.
Y permítanme decirles algo mejor: La mala suerte es solo una ilusión que, aunque puede afectarnos profundamente, también puede ser una oportunidad para aprender, crecer y fortalecernos.
Con perseverancia, sabiduría y una actitud positiva, la cual no niega la realidad, podemos superar cualquier desafío por muy grande que parezca, incluso, cuando todo parece estar en contra nuestra.
La verdadera fortuna está en nuestra capacidad para adaptarnos y encontrar el camino hacia la felicidad y el éxito, sin importar las circunstancias externas.
No es caer y ver todo desde el suelo, todo consiste en la velocidad que nos tome volver a estar de pie, y seguir adelante.
The last step of bad luck is the first of good luck.
— Carlo Dossi
I can't create a great article, but I can mix in a story, my emotions, and those things that have made me grow over the years that the universe has allowed me to live on this earth.
Today, I bring you a story, my reflections, and the moral that I have learned.
Oneray felt as if he was under a cloud of permanent bad luck.
At times, he identified with the car from the animated series that always had a black cloud with rain and bats spinning around it.
When he thought things would get better, for some strange reason, something else went wrong, and not finding an answer for this situation, he decided that it was a good time to go for a walk and distract his mind from something other than the heavy thoughts of him. He walked and walked aimlessly until he came to a park, and sitting on a bench, looking at the dry and deteriorating fountain in front of him, he began to question his very existence.
- My God! What have I done to deserve this bad luck? He asked himself quietly, as if he were afraid of attracting more misfortunes into his life.
With his head in his hands and his elbows on his knees, he wondered if he had inadvertently broken a mirror, thus setting off an endless chain of misfortunes.
— Perhaps, in some past life, I have committed an act as bad as killing a black cat, attracting bad fortune like implacable and merciless karma, he repeated himself, searching for some reason for his unfortunate reality.
When he was most lost in his dark thoughts, an old man, bent over with age, stopped in front of him.
His long white hair, as well as his beard, stood out against his black coat that reached his calves. His eyes, full of wisdom and very compassionate, looked at Oneray with great curiosity. After a few seconds of silence, the old man sat next to him, as if he knew the need for some company that Oneray had at that moment.
"What ails you, young man?" the old man asked with a deep, yet firm, very soft voice, as if he were asking permission to speak to him.
Oneray was surprised by the old man's intervention. He did not expect anyone to be interested in his problems, and he had not even felt his presence even when he sat next to him, however, the warmth in the old man's eyes made him feel that he could trust in it.
Even with his head in his hands, he exclaimed:
—It's as if he was marked by bad luck, Oneray confessed, letting out a heavy sigh.
— Nothing seems to go right for me, absolutely, nothing.
The old man listened attentively as Oneray told him all of his tribulations. He patiently listened to everything he said, and wisely offered him some words of encouragement and perspective.
—Life has its ups and downs, young Oneray, the old man began to say in a calm voice.
— Sometimes, we face things that make us question our destiny. But remember, bad luck doesn't last forever. It's just a phase that sooner or later will pass.
The old man's words resonated with Oneray, and at that very moment, he began to see his situation from a different perspective. Perhaps, bad luck was just a distorted perception of the difficult circumstances he was going through.
Little by little and with the help and advice of the old man, Oneray began to find small joys amid adversity. He learned to value the lessons that bad luck taught him and to maintain certainty in a much better future.
As time went by, he understood that things happen for a reason and that he just had to find out what it was. One day, he left his house with his head held high, heading to that park where, according to him, he was visited by an angel, and trusting that he would see him again to thank him for all the words he said to him that somber afternoon.
He never saw the old man again, but his prospect of a better future remained through all the words he had said to her that afternoon.
When he arrived at the same place, he realized that the dry fountain of the park gushed water again, and that gloomy appearance had changed to one of life and splendor, in the same way that Oneray's life began to blossom brightly new.
Grateful for the encounter with the wise old man, Oneray understood that good and bad luck were an intrinsic part of life and that the important thing was to learn to navigate them with wisdom, patience, and a lot of determination.
Sometimes, when faced with a streak of "bad luck" or seemingly insurmountable difficulties, we can feel overwhelmed and discouraged. This is very normal because we are human. However, it is in those moments of adversity that we can learn the most and grow as people. Bad luck does not define our destiny, as it is only a temporary part of our earthly journey.
And let me tell you something better: Bad luck is just an illusion that, although it can affect us deeply, can also be an opportunity to learn, grow, and become stronger.
With perseverance, wisdom, and a positive attitude, which does not deny reality, we can overcome any challenge, no matter how big it may seem, even when everything seems to be against us.
True fortune lies in our ability to adapt and find our way to happiness and success, regardless of external circumstances.
It's not about falling and seeing everything from the ground, it's all about the speed it takes for us to get back on our feet and move forward.
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