Cada amanecer de esa infancia inolvidable, nos llevaba al encuentro mañanero de todos los miembros de ese hogar, niños traviesos despertando muy contentos. En los pueblos andinos de Venezuela, existe por costumbre que al levantarse, de inmediato buscas tu taza de café, en otras viviendas sirven agua miel, una bebida elaborada con papelón, panela o piloncillo, que se prepara diluyéndolo en agua hirviendo.
Entonces nuestra madre comenzaba a servir esa taza, a cada uno de sus hijos, Cheo, mi hermano mayor, que lo llamaban así por José, Tita, hermana mayor, llamada así por Rosita, que aún le llaman así; Ligia, mi otra hermana, no tenía diminutivo asignado, pero me papá la llamaba la quiquiyaca, porque se reía mucho, y Nivi, el hijo menor, diminutivo de Aníbal. Lo recuerdo muy claro, eso de quiquiyaca. ¿De dónde habrá sacado mi papá esa palabra?
Recuerdo a una tía muy querida, Aurora, dos de sus hijos desde siempre los llamaron con este tipo de adjetivo, a Alberto le decían El gordo, aún sigue siéndolo, y a Esperanza, La mica, aún le llaman así.
Y aunque no lo crean, en el seno de mi familia hubo órdenes encontradas. Es de suponer como buenos andinos, que nuestros padres nos enseñaron la costumbre a pedirles la bendición, en el caso de mi mamá, respondía Dios lo bendiga, en cambio mi papá, para él no era pedir la bendición sino besar la mano, así dicen los llaneros, a lo que respondía Dios te acompañe. Otra caso era al terminar de comer, qué decir para agradecer por los alimentos recibidos; mi mamá nos inculcó el Dios se lo pague, muy usado en los estados andinos, en cambio mi abuela paterna no, le debíamos decir sencillamente, gracias.
Resulta un poco curioso y muy significativo, que aún a mi edad, aún existen personas en el pueblo que cuando me saludan me llaman Nivi, Es como volver a esa edad de la niñez tan bonita, en un segundo.
Ya saliendo de casa y hurgando más en el devenir de estos pueblos, podemos encontrarnos con otras curiosidades, como los sobre-nombres adjetivos calificativos, que se le dan a las diferentes familias, recuerdo mucho un familiar muy cercano que nos visitaba en las vacaciones y le encantaba jugar con esta tarea, ponerle sobre nombre a los niños que se acercaban a su casa, amigos y familiares. En una ocasión, a mi primo Leo le sirvieron arroz con camarones, Leo no quiso comerlos y exclamó: a mí no me gustan los caramones, desde ese día fue bautizado como el Sr Caramone, a causa de este suceso.
Continuando con el compartir de anécdotas de los vecinos y sus sobre nombres, recuerdo a Orlando, un buen amigo, en todo cumpleaños, al momento de la torta, tomaba la iniciativa y decía, yo apago las luces, pues el grupo de amigos, lo apodó para toda su vida, el apaga luces. O aquel amigo, Lino, un alumno muy aplicado en el aula de clases, que ante cualquiera de sus movimientos le pedía permiso al profesor, le bautizaron Lino permiso.
Hacer un recuento de todo, era impresionante, que si la casa de los pipas, que allá viven los aburridos, más allá la familia de los marraquetos, la familia de los guruperas, los fortaleza, los cojudos, el cachirulo, los carraspinas, los carretos, por Dios, qué cantidad de adjetivos, forman una serie de sobre-nombres que muy probable cada uno tiene su historia.
Son muchas las anécdotas que pudiéramos contar, más aún si nuestra infancia la vivimos en un pueblo andino, en donde todos sus habitantes se conoces, y se saben sus historias, sus vivencias, una comunidad que a pesar que muchos de sus habitantes se han marchado a la ciudad, aún sigue siendo una población que tiene ese encanto andino.
Las palabras nos dan esencia, contenido y hasta sentimientos. Las palabras nos llevan a rescatarnos de situaciones de tristeza y nos dan alegría. La palabra bien pronunciada, hace que se respete, y bien entonada, hace que enamores, así que es necesario que cuidemos las palabras, incluso porque está demostrado que las palabras, nos dan fuerza para seguir adelante.
Fotos propias desde mi Redmi Note 9S
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The words, oh the words // That Life of Ours // Initiative 12 // Domestic Speech (English/Spanish)
And believe it or not, in my family there were conflicting orders. As good Andean people, our parents taught us the custom of asking for a blessing, in the case of my mother, she would answer Dios lo bendiga, while my father, for him it was not to ask for a blessing but to kiss the hand, as the llaneros say, to which he would answer Dios te acompañe (God be with you). Another case was at the end of the meal, what to say to thank for the food received; my mother instilled in us the "Dios se lo pague", very used in the Andean states, but my paternal grandmother did not, we should simply say "thank you".
It is a little curious and very significant, that even at my age, there are still people in the village that when they greet me they call me Nivi, It's like going back to that beautiful childhood age, in a second.
Already leaving home and delving more into the evolution of these people, we can find other curiosities, such as the over-names qualifying adjectives, which are given to different families, I remember a very close relative who visited us on vacation and loved to play with this task, put on name to the children who came to his house, friends and family. On one occasion, my cousin Leo was served rice with shrimp, Leo did not want to eat them and exclaimed: I do not like candy, from that day he was baptized as Mr. Caramone, because of this event.
Continuing with the sharing of anecdotes of the neighbors and their names, I remember Orlando, a good friend, in every birthday, at the time of the cake, he took the initiative and said, I turn off the lights, because the group of friends, nicknamed him for all his life, the lights off. Or that friend, Lino, a very diligent student in the classroom, who before any of his movements asked the teacher for permission, he was baptized Lino permiso.
To count everything, it was impressive, that if the house of the pipas, that over there live the bored, over there the family of the marraquetos, the family of the guruperas, the fortaleza, the cojudos, the cachirulo, the carraspinas, the carretos, by God, what a quantity of adjectives, they form a series of over-names that very probably each one has its history.
There are many anecdotes that we could tell, even more if we lived our childhood in an Andean town, where all its inhabitants know each other, and know their stories, their experiences, a community that even though many of its inhabitants have moved to the city, it is still a town that has that Andean charm.
Words give us essence, content and even feelings. Words take us to rescue us from sad situations and give us joy. The word well pronounced, makes you respect, and well intoned, makes you fall in love, so it is necessary that we take care of the words, even because it is proven that words give us strength to keep going.
Fotos propias desde mi Redmi Note 9S
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