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La vida del joven Daniel era aburrida y repetitiva, trabajaba como gerente de una fábrica de telas, vivía solo en un apartamento bien chiquito y no tenía amigos ni novia. Lo único que le gustaba era la poesía. Le gustaba leer a los grandes poetas, como Neruda, Lorca, Paz o Benedetti. También le gustaba escribir sus propios versos, aunque nunca se atrevía a mostrarlos a nadie, no había nadie que lo escuchara.
Pero un buen día, mientras paseaba por el centro, vio un cartel que anunciaba un concurso de poesía. El premio era un viaje a París y la publicación de un libro. Daniel sintió una mezcla de ilusión y miedo. Y muchas preguntas le pasaron los la mente ¿Sería capaz de participar? ¿Tendría alguna posibilidad de ganar? ¿Qué dirían sus compañeros de trabajo si se enteraban?
Daniel decidió arriesgarse y enviar uno de sus poemas al concurso. No le dijo nada a nadie y esperó con ansiedad el resultado. Un mes después, recibió una carta que le cambió la vida, había ganado el primer premio. No podía creerlo, estaba feliz y emocionado porque por fin iba a cumplir su sueño de viajar a otro país y ver su nombre impreso en un libro. Además, en la carta le invitaban a asistir a una gala de entrega de premios en un prestigioso hotel del que solamente había escuchado.
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Daniel se compró un traje nuevo y se preparó para la ocasión. Pasó el tiempo y llegó al hotel nervioso y expectante, allí se encontró con los otros ganadores del concurso y con los organizadores. Entre ellos había una mujer que le llamó la atención desde el primer momento, se llamaba Laura y era la editora del libro que iban a publicar con los poemas ganadores. Era como de su edad, muy bonita e inteligente,tenía el cabello ondulado y unos ojos marrines que le brillaban.
Laura se acercó a Daniel y le felicitó por su poema.
-Me ha encantado tu poema, tiene mucha fuerza y sensibilidad.
-Gracias, Me alegra que te haya gustado.
-¿Sabes? Yo también soy fan de la poesía me gusta mucho leer a los mismos autores que tú.
-¿En serio? ¿Cuál es tu favorito?
-Es difícil elegir uno solo, pero creo que me quedo con Benedetti.
-A mí también me gusta mucho Benedetti, sobre todo su poema "No te rindas".
-Es precioso ¿Te lo sabes de memoria?
-Sí me lo sé de memoria.
-¿Me lo recitas?
-Bueno, está bien.
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Daniel se aclaró la garganta y empezó a recitar el poema de Benedetti con voz suave y profunda:
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo…
Y así continuó palabra por palabra frase por frase hasta terminarlo, lo recitó con tanto sentimiento porque dentro de él todo lo que decía lo sentía. Por eso cuando Daniel terminó de recitar y miró a Laura, ella le devolvió la mirada con admiración y ternura. Fue un momento bonito para los dos y se dio pie para que en París, tan lejos de su casa pasara tiempo con alguien después de mucho tiempo, nació el amor de la poesía.