Camino de sueños/ Road of dreams

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Sentía el suave aroma de la brisa del alba. Miraba el amanecer con la estupefacción consiente de ser el único ser vivo que podía disfrutar de aquel hermoso paisaje. Miró su reloj. Todavía no era hora de partir. Se quedó allí un rato con la esperanza de que alguien más apareciera y pudiera indicarle el camino de regreso a la civilización. Suspiró, recogió sus cosas y se marchó a recorrer de nuevo aquel mundo inhóspito.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se marchó de casa. El camino había sido largo y doloroso. Debió llenarse de paciencia cada vez que veía el horizonte lejano y deshacerse del sentimiento de que nunca podría rodear la montaña. Ahora un mundo nuevo se abrió y con él, cosas fantásticas que jamás pensó que sucederían.

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Había perdido la noción del tiempo a pesar de que llevaba su reloj y este le indicaba el día, la fecha y la hora exactos. Al principio eso no le molestaba porque sencillamente no le interesaba saber nada del paso del tiempo. Pero ahora la situación había cambiado y comenzó a sentirse abrumado al ver la inmensa soledad que lo rodeaba.

Una mañana pudo ver el verdadero esplendor de las cumbres que tenía frente a sí. La noche anterior fue de tormenta y pensó que su refugio no resistiría los embates del viento y la nieve. A la mañana siguiente se sorprendió encontrarse vivo y entonces levantó la vista y contempló las imponentes cumbres, majestuosas, vestidas de blanco. Pudo presenciar el resplandor del sol, cómo la luz se reflejaba poco a poco en ese espejo blanco y de pronto, el estallido luminoso que le impidió seguir observando hasta que se hizo completamente de día y fue cuando notó que estaba al borde de la montaña.

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Subió y bajó. Pudo ver riscos y al fondo ríos serpenteando, dividiendo las montañas, marcando su rumbo desde los principios de los tiempos. Pensó en su propia existencia, en el valor de los amigos que ya no tenía y del cariño de la familia que había abandonado. Se encerró en su propio mundo y ahora era parte de un paraje inexplorado y casi que inexistente. Veía por las noches las estrellas y la inmensidad del cielo y la luna. Escuchaba el susurro del viento y el sonido de animales lejanos.

A pesar de todo, no sentía miedo. Sabía que su soledad era el único alivio para su dolor y que era mejor estar así, quieto, callado, maravillado por el mundo que iba descubriendo sin saber que en realidad estaba inmóvil, sujeto a un respirador que lo mantenía con la fuerza vital que necesitaba para seguir recorriendo ese mundo que existía en su imaginación.

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English version

He felt the soft scent of the dawn breeze. He watched the sunrise with the conscious stupefaction of being the only living creature that could enjoy that beautiful landscape. He looked at his watch. It was not yet time to leave. He stood there for a while hoping that someone else would show up and could show him the way back to civilization. He sighed, gathered up his things and set off to travel that inhospitable world again.

He didn't know how long it had been since he left home. The road had been long and painful. He must have been filled with patience every time he saw the distant horizon and rid himself of the feeling that he would never be able to go around the mountain. Now a new world opened up and with it, fantastic things he never thought would happen.

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He had lost track of time even though he was wearing his watch and it showed him the exact day, date and time. At first that didn't bother him because he simply wasn't interested in knowing anything about the passage of time. But now the situation had changed and he began to feel overwhelmed by the immense solitude that surrounded him.

One morning he could see the true splendor of the peaks in front of him. The night before was stormy and he thought his shelter would not withstand the onslaught of wind and snow. The next morning he was surprised to find himself alive and then he looked up and beheld the imposing peaks, majestic, dressed in white. He could witness the sun shining, how the light was reflected little by little in that white mirror and suddenly, the luminous burst that prevented him to continue observing until it was completely daylight and that was when he noticed that he was at the edge of the mountain.

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He climbed up and down. He could see cliffs and in the background rivers meandering, dividing the mountains, marking their course since the beginning of time. He thought of his own existence, of the value of the friends he no longer had and of the affection of the family he had abandoned. He shut himself up in his own world and now he was part of an unexplored and almost non-existent place. At night he saw the stars and the immensity of the sky and the moon. He listened to the whisper of the wind and the sound of distant animals.

In spite of everything, he felt no fear. He knew that his solitude was the only relief for his pain and that it was better to be like this, still, silent, marveling at the world he was discovering without knowing that in reality he was immobile, subject to a respirator that kept him with the vital force he needed to continue traveling through this world that existed in his imagination.

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El vuelo del Alma cuando esta cautiva.