Los niños caídos II [ENG/ESP]

Nunca llegué a pensar en lo lejos que estábamos de la capital, pero a medida que los días pasaban, una sensación de desespero comenzó a acrecentar mis más grandes temores. Si perdíamos la pista de “Los niños”, nunca me lo iba a perdonar, pero, cuando las pruebas de ADN llegaron a mi oficina, en lugar de sentir alivio sucedió absolutamente lo contrario.

David era un hombre apacible, se había desempeñado como guardia de la iglesia por años. Sufría de dislexia y nunca se había casado, a pesar de que rondaba los 40 años. El día del asesinato, nos había dicho que cerró la puerta alrededor de las 12:50 y que nunca llegó a ver a la “señorita Ailyn” en el altar. No había razón para no creerle, sin embargo, el análisis del semen encontrado en una de las almohadillas lo ubicaba de una manera u otra en la escena del crimen.

Fue así como David, paso de ser alguien sin interés para el caso, a ser el principal sospechoso. Pero, había algo más: no se encontraron las huellas de David en el crucifijo que se utilizó en el asesinato, ni mucho menos rastros de su semen en el cuerpo. ¿Cómo podía ser eso posible?, por aquellos días vivía consternado y hubiera sido fácil para mí, echarle toda la culpa a David, pero quería respuestas.

David era un enfermo sexual, se había conseguido con el cuerpo de una mujer desnuda y se había masturbado en los bancos de la iglesia. Pero, no había nada que lo involucrara con la escena del crimen. De todas maneras, lo dejamos encerrado mientras avanzaba la investigación, poco o nada me importaba que ninguna de las pruebas incriminara a la célula satanista. Necesitaba encontrar el ADN de John.

Mientras tanto, David no aportaba nada nuevo al caso. Su relato cuadraba con lo que habíamos encontrado y en una investigación forense se logró determinar que la muerte de Ailyn, se había producido mucho antes del acto de David. Pero, en un ataque de locura, lo amedrenté diciéndole que, si él sabía algo y no lo decía, iba a tener que recluirlo en una clínica de enfermos mentales. Entonces, surgió la primera pista que ubicaba a “los niños caídos” dentro de la iglesia, esa noche.

—Vi a 3 hombres con esvásticas en el pecho saliendo de la iglesia alrededor de las 12:50, luego de que salieron cerré las puertas. Pero, cuando iba a abrir las puertas para el servicio matutino, me encontré con la mujer bañada en sangre y al ver su vagina quise masturbarme, no sé por qué —a ese punto, David parecía estar aún más trastornado —Jonás, tú me conoces sabes que no sería capaz de hacer algo tan ruin.

David tenía razón, nos conocíamos desde hace mucho tiempo, pero hasta hace poco no imaginaba sus inclinaciones necrofílicas. Hasta entonces, no habíamos querido involucrar a la célula satanista conformada por 6 miembros, mentes cautivas y sin oficio, dentro del caso. Tenía mucho miedo de que se sintieran acorralados y huyeran, no podía permitirlo.

Por otra parte, teníamos a los vecinos del Parque Las Acacias, que denunciaban escuchar cánticos provenientes de las profundidades del mismo. No lo entendía, pero recordaba perfectamente hacia donde conducían esos túneles subterráneos: al bosque.

Sabía que John no accedería a donarnos una muestra de su ADN, así que armado de pies a cabeza, yo mismo junto al oficial Rodríguez, nos preparamos para ir a indagar por la zona. Eso sí, teníamos que ser cuidadosos y no estar al alcance de la vista de ninguno de los integrantes. Conocía la zona, cuando éramos jóvenes pasábamos el rato en aquellos túneles. Se contaban cantidades de mitos acerca de ellos, pero para mí solo eran charadas.

Todo comenzó una noche de viernes, ambos fuimos cuidadosos de no levantar sospechas. Únicamente íbamos a hacer una “investigación rutinaria” al parque, pero una pesadilla nos esperaba abajo. Mientras todavía estábamos bajando, sentimos un olor nauseabundo, tan insoportable, que ni siquiera tapándonos la nariz pudimos soportar. Con la ayuda de las linternas, inspeccionamos el lugar en busca del terreno exacto de donde salían aquella putrefacción.

Entonces lo vimos; justo en la entrada contigua a uno de los corredores del bosque, se erguía un altar horrible, que exhibía cruces invertidas y sangre descompuesta en sus cimientos. Varios perros, gatos y animales de distinta índole, yacían colgados boca abajo, como si fueran reces. Pude entender que las recientes desapariciones de mascotas, estaban conectados, como había supuesto, con una clase de sacrificio diabólico.

El sitio expelía una atmosfera ruin, pero, no expelía mucha más energía que mi propio éxtasis. Sabía que estaba cerca de los asesinos de Ailyn, pero un ruido cercano a donde estábamos, hizo que centrara mi atención en una compañía que antes ni yo, ni Rodríguez habíamos notado; un muchacho nos miraba despavorido y de inmediato comenzó a correr, con nosotros en persecución detrás de él. Sin darnos cuenta, salimos al exterior del bosque y decidimos apartarnos para dar con el paradero del individuo. No hizo falta, pronto nos conseguiríamos cara a cara con el mal.