The best moments of my life, I believe, were bathed by the waters of the Mediterranean Sea. The Soles farm was the best place to spend the summer vacations, in spite of the character of Aunt Gertrudis, who seemed to abhor the presence of other people around her.
Likewise, my mother urged us not to call her by nicknames such as Tía Amárguetas or Troncha toros. Anyway, we did it, in private, of course, especially my sister who, being younger, was always the worst behaved, according to Aunt Gertrudis. Both of us, we would deploy a meticulous inspection in the depths of our family's lands; once we arrived, we would leave in search of adventure.
Los Soles was our promised land in those years, even after that specific summer, in which, without realizing it, we plunged into an adventure that would change our lives and that of our families forever. It was after 4:00 in the afternoon, when being so tired from walking, my sister and I decided to take shelter under a carob tree.
This tree was special, I didn't know since when, but I had always felt protected under the foliage of one in particular. It was in an ideal spot on the farm, equidistant from the main house and the sea. So, even though my sister didn't understand why I was so fascinated by it, I would spend hours there breathing in nature.
All this, until I discovered a sound that reminded me of the soft purring of felines when I was rummaging through its fruits. At first, I imagined it was a cat hiding among the leaves, but even though I tried hard to look for it, I could find nothing.
Frustrated, I found myself reluctantly kicking the weeds, until suddenly I heard what seemed to be an "Ouch!" the onomatopoeia of someone complaining, then I focused my attention on my sister, who was resting happily on the trunk of the carob tree. I decided to kick the bush again and this time another "Ouch!" louder than the gale, whipped our desired evening tranquility.
At that moment my heart began to pound harder than ever, but instead of making a quick getaway, I decided to call my sister. She angrily scolded me "for having interrupted her nap", but we were both surprised by a very hoarse voice coming from the undergrowth.
Both she and I remained inert, but as an older brother, I had to go out to find out where exactly that voice came from and what I was looking for, so I squatted down and gently slid my hand all over the ground until I found a carob.
—Congratulations, boy, you've managed to find us, —said a voice from the carob —could you open the fruit?
—Who are you, how did you end up locked in a carob? —I spat fearfully, pushing the fruit away.
Realizing that my legs were trembling, my sister rushed at me and with one blow took the carob out of my hands. I wanted to scream at her, but quicker than a lion, she opened the fruit on the spot, letting out 5 flashes that almost left us dazzled. We both fell backwards looking up at the sky, but I quickly got back on my feet and stood up again.
—We are nymphs, we have been locked in the carob tree since winter. We all sheltered from the cold in these fruits, but we have fallen to the ground to the wind and have not been able to escape in spring, —my sister and I did not know exactly what to do, Claudia pounced and caught one of the nymphs in her hands —please, don't hurt us let us go.
—Claudia, let go of the nymph, —I snapped in annoyance —let her go, I said! —I shouted.
—I won't let her go Joaquin, she's my property now! —she grumbled.
Seeing that my sister refused to give in, I tried to snatch the nymph from her hands, but the other nymphs began to cry in unison. It was not a cry that I had any record of, rather it was unusual and chaotic, to make matters worse they began to increase in size and to our misfortune it seemed that we were getting smaller.
—Claudia! —I managed to shout, but my sounds were inaudible.
The nymphs had become the size of an average adult, while we had acquired their initial size. Although we screamed as loud as we could, the nymphs enclosed us in the same carob they had been enclosed in and placed it at the highest point of the carob tree.
We cried until we ran out of tears, we begged until we ran out of breath. We heard only the rustling of the tree foliage, the roar of the wind and the desperate cries of our parents searching for us. We had disappeared from the face of the earth and now we rested next to the carob tree that I had admired so much, it was my prison, a terrifying home. Trapped forever, under the hope of being released next summer.
THE END
Los mejores momentos de mi vida, creo que estuvieron bañados por las aguas del mar mediterráneo. La finca de los Soles, era el mejor lugar para pasar las vacaciones de verano, muy a pesar del carácter de la tía Gertrudis, quien parecía aborrecer la presencia de otras personas a su alrededor.
Igualmente, mi mamá nos aupaba a que no le llamáramos por motes como Tía Amárguetas o Troncha toros. De todas maneras, lo hacíamos, en privado, por supuesto, sobre todo mi hermana quien, por ser más chica, era siempre la que peor se portaba, según la tía Gertrudis. Ambos, desplegábamos una minuciosa inspección en las profundidades de las tierras de nuestra familia; una vez llegábamos, salíamos en busca de aventuras.
Los Soles, era nuestra tierra prometida en aquellos años, incluso después de aquel verano en específico, en el cual, sin darnos cuenta, nos sumergimos en una aventura que cambiaría nuestra vida y la de nuestras familias para siempre. Eran pasadas las 4:00 de la tarde, cuando estando tan cansados de caminar, mi hermana y yo, decidimos resguardarnos debajo de un algarrobo.
Este árbol era especial, no sabía desde cuándo, pero siempre había sentido protección debajo del follaje de uno en particular. Este quedaba en un punto idóneo de la finca, un lugar equidistante de la casa principal y el mar. Así que, aunque mi hermana no entendiera el porqué de mi fascinación por ese sitio, me pasaba horas allí respirando a la naturaleza.
Todo esto, hasta que descubrí hurgando entre sus frutos un sonido que me recordaba al suave ronroneo que emiten los felinos. En un primer instante, imaginé que era un gato escondido entre las hojas, pero a pesar de que me esforcé en buscar al minino, nada pude encontrar.
Frustrado, me encontré pateando la maleza con desgano, hasta que de repente escuché lo que parecía ser un “¡Ay!” la onomatopeya de alguien quejándose, entonces enfoqué mi atención en mi hermana, quien descansaba feliz en el tronco del algarrobo. Decidí patear de nuevo la maleza y esta vez otro “¡Ay!” más sonoro que el vendaval, azotó nuestra deseada tranquilidad vespertina.
En ese momento mi corazón comenzó a palpitar más fuerte que nunca, pero en lugar de emprender una rápida huida, decidí llamar a mi hermana. Está con aires de fastidio, me increpó con rabia “por haber interrumpido su siesta”, pero, ambos, fuimos sorprendidos por una voz muy ronca y sin compón proveniente de la maleza.
Tanto ella, como yo, nos quedamos inertes, pero como hermano mayor, tuve que salir a descubrir de dónde exactamente provenía aquella voz y lo que buscaba, así que me puse de cuclillas y suavemente deslicé mi mano por todo el suelo hasta encontrar una algarroba.
—¡Enhorabuena, chaval!, has atinado hasta encontrarnos — dijo una voz desde la algarroba — ¿podrías abrir el fruto?
—¿Quiénes eres?, ¿cómo terminaste encerrado en una algarroba? — espeté con temor, alejando aquel fruto.
Al darse cuenta de que mis piernas temblaban, mi hermana se abalanzó a por mí y de un sopetón me quitó la algarroba de mis manos. Quise gritarle, pero más rauda que un león, abrió el fruto en el acto, dejando salir 5 destellos que casi nos dejaron encandilados. Ambos caímos de espaldas mirando al cielo, pero rápidamente cogí impulso y volví a ponerme de pie.
—Somos ninfas, hemos estado encerradas en la algarroba desde invierno. Todas nosotras nos resguardamos del frío en estos frutos, pero hemos caído al suelo al ritmo del viento y no hemos podido escapar en primavera, —mi hermana y yo no sabíamos exactamente qué hacer, Claudia se abalanzó y atrapó a una de las ninfas en sus manos —por favor, no nos hagan daños dejadnos ir.
—Claudia, suelta a la Ninfa—le increpé molesto —¡suéltala te he dicho! —grité.
—No la soltaré Joaquín, ¡ahora es de mi propiedad! —refunfuñó.
Al ver que mi hermana se negaba a dar su brazo a torcer, intenté arrebatarle a la ninfa de sus manos, pero las demás ninfas comenzaron a llorar al unísono. No era un llanto del que tuviera registro, más bien era inusual y caótico, para colmo de males empezaron a acrecentar su tamaño y para nuestra desgracia parecía ser que estábamos haciéndonos pequeñitos.
—¡Claudia! —logré gritar, pero mis sonidos eran inaudibles.
Las ninfas se habían vuelto del tamaño de un adulto promedio, mientras que nosotros habíamos adquirido el tamaño inicial que ellas ostentaban. Aunque gritamos lo más fuerte que podíamos, las ninfas nos encerraron en la misma algarroba en la que habían estado encerradas y la colocaron en el punto más alto del algarrobo.
Lloramos hasta quedarnos sin lágrimas, suplicamos hasta quedarnos sin aliento. Solo escuchábamos el ruido del follaje del árbol, el estruendo del viento y los gritos desesperados de nuestros padres buscándonos. Habíamos desaparecido de la faz de la tierra y ahora descansábamos junto al algarrobo que tanto había admirado, era mi prisión, un terrorífico hogar. Atrapados para siempre, bajo la esperanza de ser liberados un próximo verano.
FIN
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