INDIA MUJER GUANIAMO

India mujer Guaniamo. Cargas en tu frente la urdimbre de algodón con el andar de tigra salvaje para mecer la cría con el guayare de alimentos, son tus prendas de lucir. Tus piernas son rolas de los árboles milenarios de la selva amazónica, tu piel fresca y brillante como el diamante, es roja onoto cobriza, esta acorazada con la cerámica de la madre tierra y los pigmentos negros de la cera de la colmena. Caminas descalza sobre las plantas de tus pies que se encorchan en la tierra para succionar la fuerza de sus entrañas. Eres la substancia y la esencia primigenia de la mujer. Te deslizas, reptas, fluyes como un pez en el agua. Marchas con tu natural ingenuidad virginal al compás rítmico de tu hombre que va a la cacería, con un perro fiel y guía, tu hombre eres tú. Te hala y te sujetas con su vigor, con su latiente corazón. te dirige el olor de su sudor, viajan juntados con la fragancia de las orquídeas y las flores de las aves del paraíso del camino.

India mujer Guaniamo, desnudo tu cráneo y tu cara de mascara de salvajes serpientes. Tu cuello se adorna de efímeras perlas marinas. Fuiste parida por la madre selva Maigualida con las cenizas de tus muertos. Tu cabello negro color del cubarro se mece como saltos de agua. Tu sangre cromática y tus ojos de cunaguara color de la selva se encienden como potentes focos en la nocturna cacería. Tu nariz tiene forma de largos orificios por donde lanzas con la cerbatana de tu risa el curare de tu amor. Naciste en cama de pencas de cucurita sobre el fuego encendido de la roca de la montaña. Acampas en tú chinchorro desnuda a esperar la bruma de la madrugada para que se pose sobre tu pecho con los crisoles del manto matutino. El fogón esta encendido. El perro duerme como un círculo petreo en torno al fuego. Los cuerpos están desnudos de agua y de carne recibiendo en los huesos a la brisa fría de la montaña. La cría siempre está en tu grueso pezón de bejuco sorbiendo el manantial de tu leche caliente y pura. La madre india con manos de macanilla se levanta atizar el fogón para que el campamento sea el horno que caliente la arcillosa y latiente selva. Los hombres salieron a cazar.