Esta mañana terminé de leer este libro; me dio cierta nostalgia porque quería que continuara, pero a su vez quería terminarlo para leer otro de la misma autora y ya inicié El silbido del arquero; empiezo a ser Eneas, pero eso se los contaré luego, ahora quiero comentarles, brevemente, mi impresión de El infinito es un junco:
Un pequeño mundo de cuatrocientas dieciséis páginas, ordenado como un terreno apto para la siembra; ve los espacios blancos entre las líneas negras, pues son los surcos; ve las líneas negras entre los curcos, pues son las semillas, las palabras; es un arado cultivado con la historia del libro, un terreno fértil al que acudí cada mañana desde hace dos meses para cosechar. En su formación no hay pendientes ni nada empinado, no hay peligros de ríos ni selvas tenebrosas; hay frases, oraciones, párrafos con pasajes, páginas con cuentos, capítulos con personajes, con momentos y circunstancias; es la historia del libro sembrada en los campos de papel.
Para el placer del lector y como tesoro para la humanidad, este pequeño mundo es un cofre lleno de historias bien contadas y ahí está el éxito de Irene Vallejo; Irene va lejos y nos hace ir, ene veces, por un valle de palabras que incluyen mitos y leyendas, cuentos y biografías, crónicas y fábulas; es un viaje por un infinito porque el libro, a pesar de la hoguera, de las polillas, de los destierros, ha sobrevivido a los guerras del hombre, a las catástrofes naturales, a las épocas oscuras de las civilizaciones; las palabras se han amoldado a nuevas superficies, han evolucionado en sus formas, se ajustan a las tecnologías modernas y se ofrecen para salvarnos del olvido.
La especie humana, nos dice Irene Vallejo, «somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraño». Pues bien, este libro pareciera una secuencia de historias, un soplo de la autora, un cúmulo de ideas bien juntadas que atraviesan nuestros ojos, vibran en nuestro intelecto, se hacen imágenes en nuestro cerebro y adquieren las formas de nuestros sentidos cuando el paladar las pronuncia; imaginamos las acciones, vemos los que sucede, escuchamos las voces, rozamos el tiempo pasado y olemos el peligro de cual venimos, y precisamente, esto hace que El infinito es un junto sea más que una sucesión de relatos. Más que un buen libro.
More than a book
This morning I finished reading this book; it gave me some nostalgia because I wanted it to continue, but at the same time I wanted to finish it to read another by the same author and I have already started El silbido del arquero; I am starting to be Eneas, but I will tell you about that later, now I want to tell you, briefly, my impression of El infinito es un junco (Infinity is a reed):
A small world of four hundred and sixteen pages, ordered like a field fit for sowing; it sees the white spaces between the black lines, for they are the furrows; it sees the black lines between the curves, for they are the seeds, the words; it is a plow cultivated with the story of the book, a fertile ground to which I have gone every morning for the past two months to harvest. In its formation there are no slopes or steep slopes, there are no river dangers or tenebrous jungles; there are phrases, sentences, paragraphs with passages, pages with stories, chapters with characters, with moments and circumstances; it is the history of the book sown in the fields of paper.
For the reader's pleasure and as a treasure for humanity, this small world is a chest full of well-told stories and therein lies the success of Irene Vallejo; Irene reaches far and makes us travel through a valley of words that include myths and legends, tales and biographies, chronicles and fables; It is a journey through infinity because the book, despite the bonfire, the moths, the banishments, has survived man's wars, natural catastrophes, the dark ages of civilizations; the words have molded themselves to new surfaces, have evolved in their forms, adjust to modern technologies and offer themselves to save us from oblivion.
The human species, Irene Vallejo tells us, "are the only animals that tell stories, that chase away the darkness with tales, that thanks to stories learn to coexist with chaos, that fan the embers of bonfires with the air of their words, that travel long distances to bring their stories to strangers. And when we share the same stories, we cease to be strangers". Well, this book seems to be a sequence of stories, a breath of the author, an accumulation of well-put-together ideas that cross our eyes, vibrate in our intellect, become images in our brain and acquire the forms of our senses when the palate pronounces them; we imagine the actions, we see what happens, we hear the voices, we brush past time and smell the danger from which we come, and precisely this makes El infinito es un junto more than a succession of stories. More than a good book.