Mujeres, literatura y fidelidad
A la primera mujer que me le entregué con todos los sentidos, oído, boca, ojos, olfato y tacto, fue a mi madre, una campesina hermosa que aprendió por su cuenta a leer y a escribir; que tuvo la primera casa más hermosa del pueblo donde todavía vive; que tuvo el primer local comercial, el primer televisor blanco y negro donde funcionó el primer cine; la primera nevera de gas y la primera en comprarse una moto de velocidades.
Admiro a mi mamá por su visión en los negocios. También fue la primera en enseñarme mis primeras coplas, de quien escuché las primeras palabras transformadas en chistes, historias y leyendas. Cada vez que cuento esto siento que la conozco más, que me acerco más a ella, que puedo entender, entre otras cosas, que la pobreza más grande de un individuo no es la falta de dinero, sino la falta de ideas para combatir la ignorancia.
Mi madre aprendió a leer después de parir siete muchachos, y después de esos partos fue que se convirtió en la mujer que hoy es. De carácter decidido, a la que no se le muere nada en el vientre como le gusta decir; más tarde la encontramos en su rol de abuela, ya tiene 17 nietos y 6 bisnietos y a varios de ellos enseñó a leer con un humor atípico en la familia:
―Repita conmigo: a-e-i-o-u.
Cuando estaba seguro de que el nieto sabía esa primera lección, volvía:
―Repita: a-e-i-o-u.
Luego el nieto repetía y nomás callaba, ella completaba la rima:
―El burro sabe más que tú.
―Abuela, así no, decían algunos, pero otros se echaban a reír con ella y todo parecía tan normal que reíamos mientras tomábamos café.
Después de mi madre la que me entusiasmó enormemente por el mundo literario fue la madre de mi hija. Una chica guapa que para entonces tenía veintinueve años, diez años mayor que yo, con una piel de azahar y una belleza que no la abandona; con ella compartí libros, conversaciones, cervezas y otros buenos momentos. Aún conservo varios de los libros que me regaló, pero principalmente las conversaciones donde me hablaba de la necesidad del roce social, me pedía que me juntara con gente de cultura, con poetas, que tertuliara; ella sabía de lo que hablaba y con su experiencia pretendía enseñarme el valor del contacto social, sacarme de lo introvertido y hacerme volar en el mundo que ella adoraba, la bohemia, la literatura, el teatro; en cierta medida le debo ese empujón, aparte de darme a la hija más hermosa del mundo.
Ahora a quien amo es a Irene Vallejo; me refiero a su estilo de escribir, a esa aparente manera tan sencilla de contarnos la historia, como si sólo le bastara poner las manos en el teclado y deslizarlas por la superficie de las letras para que, broten sobre el papel frases, oraciones y párrafos que al repasarlas con la vista son como un campo sembrado de semillas.
No había leído a una mujer que escribiera así, con esa cadencia, esa fluidez y ese nivel de conocimiento; Irene es una mujer hecha de libros, lo dice y lo evidencia en lo que escribe. Apenas he leído algunos de sus artículos y apenas estoy terminando un primer libro de ella, El infinito es un junco, pero es suficiente para saber que quiero leer toda su obra, que este amor es juvenil, enfermizo, idealizado, pero también obedece a una madurez lectora, sé que no podré leer todos los libros del mundo, que tengo que ser selectivo, que debo aprovechar el tiempo y eso me obliga, tristemente, a obviar a algunos autores, mas a ella no podría serle infiel como no lo he sido con mi madre y como nunca le fui a la madre de mi hija.
Women, literature and fidelity
The first woman I gave myself to with all my senses, hearing, mouth, eyes, smell and touch, was my mother, a beautiful peasant woman who taught herself to read and write; who had the first most beautiful house in the village where she still lives; who had the first commercial establishment, the first black and white television set where the first movie theater operated; the first gas refrigerator and the first one to buy a motorcycle.
I admire my mom for her business acumen. She was also the first to teach me my first couplets, from whom I heard the first words transformed into jokes, stories and legends. Every time I tell this story I feel that I know her better, that I get closer to her, that I can understand, among other things, that the greatest poverty of an individual is not the lack of money, but the lack of ideas to fight ignorance.
My mother learned to read after giving birth to seven boys, and it was after those births that she became the woman she is today. With a determined character, who does not die in her womb as she likes to say; later we find her in her role as grandmother, she already has 17 grandchildren and 6 great-grandchildren and she taught several of them to read with an atypical humor in the family:
-Repeat with me: a-e-i-o-u.
When he was sure the grandchild knew that first lesson, he would come back:
-Repeat: a-e-i-o-u.
Then the grandson would repeat and she would complete the rhyme:
-The donkey knows more than you.
-Grandma, not like that, some people said, but others laughed with her and everything seemed so normal that we laughed while we drank coffee.
After my mother, my daughter's mother was the one who made me very enthusiastic about the literary world. A beautiful girl who by then was twenty-nine years old, ten years older than me, with an orange blossom skin and a beauty that does not leave her; with her I shared books, conversations, beers and other good moments. I still have several of the books she gave me, but mainly the conversations where she talked to me about the need for social contact, she asked me to get together with people of culture, with poets, to socialize; she knew what she was talking about and with her experience she tried to teach me the value of social contact, to get me out of introvertedness and make me fly in the world she adored, bohemia, literature, theater; to some extent I owe her that push, apart from giving me the most beautiful daughter in the world.
Now the one I love is Irene Vallejo; I am referring to her style of writing, to that seemingly simple way of telling us the story, as if it were enough to put her hands on the keyboard and slide them across the surface of the letters so that phrases, sentences and paragraphs sprout on the paper, and when I review them with my eyes they are like a field sown with seeds.
I had not read a woman who wrote like that, with that cadence, that fluency and that level of knowledge; Irene is a woman made of books, she says it and it is evident in what she writes. I have barely read some of her articles and I am just finishing her first book, El infinito es un junco, but it is enough to know that I want to read all her work, that this love is juvenile, sickly, idealized, but it also obeys a reading maturity, I know that I will not be able to read all the books in the world, that I have to be selective, that I must make the most of my time and that forces me, sadly, to skip some authors, but I could not be unfaithful to her as I have not been unfaithful to my mother and as I never was to the mother of my daughter.
Portada editada en Canva con imágenes de allí mismo. Fotografía de Irene Vallejo Santiago Basallo.