Como el perro callejero sin vida entre la basura. Un animal que cruza la calle y es sorprendido por las luces de un coche. O el mosquito que aplastamos sin escrúpulos.
Como el empleado que no fue a trabajar el primer día, ni el segundo, ni el tercero. La silla vacía en una cafetería, durante la primera cita, luego de conectar por Internet y querer ver cómo era en persona. O aquella aventura de una noche, carente de nombre.
Como la llovizna de la madrugada, cuyo rastro desaparece tras el amanecer. El árbol que cae en medio del bosque, sin que nadie lo escuche. O el guijarro que lanzas hacia la superficie del lago, rebota dos veces y se hunde hasta el fondo.
Así mueren algunos hombres. Su existencia es como una estrella fugaz que surca los cielos a mediodía. Son fantasmas entre la multitud, condenados al olvido.
Like the lifeless stray dog among the garbage. An animal that crosses the street and is surprised by the lights of a car. Or the mosquito that we crush without scruples.
Like the employee who did not go to work the first day, nor the second, nor the third. The empty chair in a coffee shop, during the first date, after connecting online and wanting to see what it was like in person. Or that one-night stand with no name.
Like the early morning drizzle, whose trail disappears after dawn. The tree that falls in the middle of the forest, unheard. Or the pebble you throw towards the surface of the lake, bounces twice and sinks to the bottom.
This is how some men die. Their existence is like a shooting star that streaks across the skies at noon. They are ghosts in the crowd, condemned to oblivion.