There was once a small village nestled in a valley, surrounded by tall mountains and lush forests. The villagers were a tight-knit community, where everyone knew each other, and they all looked out for one another. They were a peaceful people, content with their simple way of life, and they trusted each other implicitly.
One day, a young man named John arrived in the village. He was a stranger, and he had traveled from far away seeking refuge. He had been on the road for months, and he was tired, hungry, and desperate. He had heard about the village and its friendly people and had hoped to find a safe haven there.
As he walked into the village, he was greeted by warm smiles and friendly waves. The villagers offered him food, water, and a place to rest. John was overwhelmed by their kindness and generosity, and he felt a sense of trust growing inside him.
Over the next few days, John began to explore the village and its surroundings. He walked along the narrow paths that wound through the forests and mountains, and he marveled at the beauty of the landscape. He watched the villagers as they went about their daily routines, and he saw the trust they had in each other.
One day, as John was sitting by the river, he saw a young boy playing near the water's edge. The boy was about six years old, and he was throwing stones into the river, watching as they made ripples in the water. John watched as the boy wandered closer and closer to the water, oblivious to the danger.
Suddenly, the boy slipped and fell into the river. John sprang into action, diving into the water to rescue the boy. He struggled against the current, but he managed to grab the boy and bring him safely to shore. The boy's parents were grateful, and they thanked John for saving their son's life.
After that day, John became a hero in the village. The villagers looked up to him and admired him for his bravery. They trusted him implicitly, and they welcomed him into their community with open arms.
As time went on, John began to realize that the feeling of trust he had in the village was something he had never experienced before. He had always been wary of strangers, and he had never trusted anyone completely. But in the village, he felt a sense of security and belonging that he had never known before.
One day, John decided to ask the village elder about the secret of the villagers' trust. The elder smiled and said, "Trust is something that is earned, not given. We trust each other because we have a long history of working together, of sharing our joys and our sorrows, and of supporting each other in times of need. We know that we can rely on each other, and that gives us a sense of peace and security."
John nodded thoughtfully, realizing that the elder was right. Trust was not something that could be forced or demanded. It was something that had to be earned over time, through shared experiences and a willingness to support and care for one another.
John became an integral part of the village. He worked alongside the villagers, planting crops, tending to the animals, and building homes. He shared their joys and their sorrows, and he supported them in times of need. And in doing so, he earned their trust and their respect.
In the end, John realized that the feeling of trust he had experienced in the village was not something that was unique to that place. It was a universal feeling, one that could be found in any community where people were willing to work together and support each other. And he knew that wherever he went, he would carry that feeling of trust with him, and he would work to earn it from those around him..
*Spanish
Había una vez un pequeño pueblo enclavado en un valle, rodeado de altas montañas y frondosos bosques. Los aldeanos formaban una comunidad muy unida, en la que todos se conocían y se cuidaban mutuamente. Eran gente pacífica, satisfecha con su sencilla forma de vida, y confiaban implícitamente los unos en los otros.
Un día llegó a la aldea un joven llamado Juan. Era forastero y había viajado desde muy lejos en busca de refugio. Llevaba meses en la carretera y estaba cansado, hambriento y desesperado. Había oído hablar de la aldea y de sus amables gentes y esperaba encontrar allí un refugio seguro.
Cuando entró en la aldea, fue recibido con cálidas sonrisas y saludos amistosos. Los aldeanos le ofrecieron comida, agua y un lugar donde descansar. John se sintió abrumado por su amabilidad y generosidad, y sintió que la confianza crecía en su interior.
Durante los días siguientes, John empezó a explorar el pueblo y sus alrededores. Caminó por los estrechos senderos que serpenteaban entre los bosques y las montañas y se maravilló ante la belleza del paisaje. Observó a los aldeanos en sus quehaceres cotidianos y se dio cuenta de la confianza que se tenían unos a otros.
Un día, mientras John estaba sentado junto al río, vio a un niño jugando cerca de la orilla. El niño tenía unos seis años, tiraba piedras al río y observaba cómo las piedras hacían ondas en el agua. John vio cómo el niño se acercaba cada vez más al agua, sin darse cuenta del peligro.
De repente, el niño resbaló y cayó al río. John se lanzó al agua para rescatarlo. Luchó contra la corriente, pero consiguió agarrarlo y llevarlo sano y salvo a la orilla. Los padres del niño se mostraron agradecidos y dieron las gracias a John por salvar la vida de su hijo.
Después de aquel día, John se convirtió en un héroe en el pueblo. Los aldeanos le admiraban por su valentía. Confiaban plenamente en él y lo acogieron en su comunidad con los brazos abiertos.
Con el paso del tiempo, John empezó a darse cuenta de que el sentimiento de confianza que tenía en el pueblo era algo que nunca había experimentado antes. Siempre había desconfiado de los extraños y nunca había confiado plenamente en nadie. Pero en la aldea tenía una sensación de seguridad y pertenencia que nunca antes había experimentado.
Un día, Juan decidió preguntar al anciano de la aldea por el secreto de la confianza de los aldeanos. El anciano sonrió y dijo: "La confianza es algo que se gana, no que se da. Confiamos los unos en los otros porque tenemos una larga historia de trabajo en común, de compartir nuestras alegrías y nuestras penas y de apoyarnos mutuamente en tiempos de necesidad. Sabemos que podemos confiar los unos en los otros, y eso nos da una sensación de paz y seguridad".
John asintió pensativo, dándose cuenta de que el anciano tenía razón. La confianza no era algo que se pudiera forzar o exigir. Era algo que había que ganarse con el tiempo, a través de experiencias compartidas y de la voluntad de apoyarse y cuidarse mutuamente.
John se convirtió en parte integrante de la aldea. Trabajó junto a los aldeanos, plantando cultivos, cuidando de los animales y construyendo casas. Compartió sus alegrías y sus penas, y les ayudó en tiempos de necesidad. Y al hacerlo, se ganó su confianza y su respeto.
Al final, John se dio cuenta de que el sentimiento de confianza que había experimentado en la aldea no era algo exclusivo de aquel lugar. Era un sentimiento universal, que podía encontrarse en cualquier comunidad donde la gente estuviera dispuesta a trabajar junta y a apoyarse mutuamente. Y supo que, allá donde fuera, llevaría consigo ese sentimiento de confianza y trabajaría para ganárselo de quienes le rodeaban...
I remain Kingsleymark...