4:01 de la mañana.

He quedado en despertar a las 7, y contando…

Pensamientos aleatorios se encargan de mantenerme despierto, cierro los ojos y ahí está, riéndose de mi una vez más. Es tanto el cansancio, pero aún así no puedo desconectar las imágenes.

No estoy bien.

Absurdos, se convierten en complejos laberintos, me rindo, me pierdo... Leo una conversación de hace años con una sombra casual, me dice lo genial que estar a mi lado, le creo.

Recuerdo las veces que he mentido. La pienso: Sólo quisiera verla una vez mas, u olvidarla de una vez. Me hago daño y sigo viendo a un reloj digital, ya ni existe el clásico sonido de un «tic tac». Mis ojos se sienten pesados, los cierro y aún sigue ahí, burlándose de mí una vez más.

Hago el kamasutra con un par de almohadas para intentar una utópica posición para no pensar, no lo consigo y todavía la veo al cerrar mis ojos, rodeada por las luces de la noche, girando en una danza sin ritmo, riendo entre la neblina sin apartar su mirada de la mia.

5:29: Pronto sonará una alarma para despertar sin haber dormido aún. Que patética situación.

Sigo.

Doscientas treinta y cuatro vueltas sobre mi propio eje en la cama, cuarenta imágenes abstractas encontradas en el techo y cinco sombras interpretadas filosóficamente de manera abstracta.

¡Que tóxico es su recuerdo!

...Una vuelta más.