Aún puedo evocar claramente la imagen del hogar de mi infancia, describirlo como si lo estuviera mirando. Ese viejo edificio de ladrillos rojos desteñidos por el sol y la lluvia, sus escaleras de cemento que empezaban en el borde de la acera y terminaban a los pies de una puerta doble protegida por una reja de gruesos barrotes, con sus cuatro pisos de ventanas iguales en el frente , siempre con las cortinas cerradas. Todo rodeado por un espacio que en algún momento debió tener un pasto verde y suave, pero desde que tuve uso de razón siempre fue amarillo y quebradizo.
Recuerdo que junto al edificio había un parque de juegos, un pequeño espacio con un tobogán, un sube y baja y una torre de escalar, como esa que puedes ver en los dibujos animados, todo con la pintura descascarada y oxidado en ciertos lugares. Yo era el único niño de mi edificio así que nadie se molestaba en arreglarlos.
Sin embargo nunca estaba solo, tenía un grupo de amigos que todos los días venían a jugar conmigo, ese parque era nuestra pequeña guarida, protegida del sol por el edificio y sin ninguna ventana cerca desde donde alguien pudiera observarnos.
Mi momento favorito del día era cuando. Después de hacer los deberes mi madre, con una sonrisa cansada, me permitía bajar al parque, corría desde nuestro departamento en el tercer piso, tan rápido que casi parecía volar por los escalones y salía empujando la pesada reja con emoción. Porque sabía que mis amigos estarían allí esperándome, siempre sin importar el día o la hora ellos estaban allí.
Nuestro juego predilecto era "El rey y sus caballeros", donde imaginamos que la torre escaladora era un gran castillo que debíamos proteger de la invasiones de reinos malvados y dragones escupe fuego. Como yo era el mayor siempre era escogido para ser rey y dirigir a los demás en las batallas imaginarios que a tu a vamos allí en nuestro pequeño rincón apartado del mundo.
Cuando el sol empezaba a ponerse en el horizonte, mis amigos se despedían, bajaban de la torre con un salto o tiraban al suelo la rama que habían estado usando como espada y con un "nos vemos mañana" caminaban hasta desaparecer por la esquina del edificio. Así sucesivamente uno a uno se iban, hasta que llegaba la noche y solo quedaba yo en lo alto de la torre iluminada débilmente por las farolas de la calle despidiendo al último de mis amigos con la promesa de un nuevo día de aventuras y juegos.
Una tarde después de navidad, donde muy emocionado con el regalo que mi madre con mucho esfuerzo me había comprado, pues era el ser de acuarelas que había visto hace meses y que prometía volverte el mejor artista del mundo, me dirigí a la puerta con la ilusión de lucirlo frente a mis amigos. Mi madre con una voz suave me preguntó porque no me quedaba esa tarde en casa, a lo cual con rapidez le contesté que quería mostrarle el regalo a mis amigos y prometí cuidar muy bien mi regalo al notar la preocupación en su rostro.
Ese día nos dedicamos a usar las acuarelas para hacer dibujos en el lateral del edificio, representando paisajes, castillos, dragones y en el centro de todo eso, las huellas de nuestras manos como promesa de que siempre estaríamos juntos y siempre seríamos amigos, al final de tarde, todos manchados de pinturas nos dedicamos a mirar nuestra obra de arte mientras calculamos cuánto tiempo le tomaría a los adultos darse cuenta de pequeña travesura.
Y así siguieron pasando los días, entre juegos y risas la vida parecía feliz y despreocupada, cada vez que veíamos pasar a un adulto por la acera nos quedábamos quietos, aguantando la respiración pensando que ese sería el día que nos descubrirán, pero lo único que conseguimos siempre era una mirada cansada y una sonrisa triste.
Una noche, mientras subía lentamente las escaleras de regreso al departamento pude escuchar a mi madre hablando con una vecina, hablaban en susurros,casi con miedo de que las paredes pudieran oírles, me quedé agachado en el último escalón, intentando descifrar la conversación, pero solo obtuve palabras sueltas como "niño" "realidad" "peligro" y "padre".
Vi a la vecina alejarse por el pasillo y a mi madre quedarse en la puerta con lágrimas en lo ojos, rápidamente me acerque para intentar consolarla pero ella al verme solo brinco sobresaltada y con una mirada de pánico me pregunto cuanto tiempo tenia alli. Quizás esa debió ser mi primera señal de alarma. Pero a los 12 años no puedes entender los problemas reales de mundo.
Pero tarde o temprano la realidad nos golpea, como me golpeo a mi esa tarde cuando mientras golpeábamos piedras con ramas, imaginando que estábamos en un gran estadio de béisbol y la gente aguantaba el aliento esperando ese gran Home Run que ganaría el juego. Cuando una piedra voló por lo aires mas allá de la acera golpeando el parabrisas de un auto.
Durante unos segundos lo único que se escucho fue el sonido de las llantas chirriando, un golpe seco y viscoso. después por unos segundos que parecieron horas silencio tan sepulcral que bien el mundo pudo haber desaparecido. No fue hasta que empezaron los.primero gritos que me di cuenta que no estaba respirando, inhale profundamente y corrí hacia la calle tan rápido como mis piernas lo permitieron.
Lo que paso después fue uno de esos momentos que te cambian la vida, allí a unos metros estaba el auto con el parabrisas roto contra la pared lateral de un edificio, pero lo peor no era eso, lo peor estaba mas allá, en medio de la calle una mujer arrodillada gritaba tan fuerte que me dolían los oídos mientras sostenía algo entre sus brazos, debajo de ella poco a poco un charco iba creciendo lentamente.
El entendimiento de lo que había pasado, de que esa piedra lanzada por nosotros había causado este accidente me mantuvo congelado en mi lugar, mirando a la mujer que gritaba por ayuda, a la gente que se asomaba desde las ventanas o que se aglomeraba en la calle intentando ayudar o solo mirando, el destello de las luces azules y rojas a lo lejos junto con el sonido de la sirenas. No fue hasta que, entre toda la conmoción, alguien pregunto que había ocurrido y poco a poco todas las cara voltearon a nosotros.
Di unos pasos atrás, intentando poner distancia entre lo que había ocurrido y yo, rápidamente mire detrás de mi, buscando apoyo en mis amigos, pero el parque estaba vacío, y como si fuera un faro de luz durante la tormenta, el mural me apareció revelándome lo que todo este tiempo de miradas cansadas y sonrisas triste no eran mas que lastima, lastima por un niño solitario que en su desesperación se crea uno amigos que lo quieren. Y que ese mural, que con tanto empeño habíamos pintado aquel día después de navidad, solo tenia la huella de una mano.
Mientras el peso de la realidad caía en mi como un balde de agua fría, la mujer que gritaba empezó a señalarme, gritando que yo era el culpable de ese accidente, yo con mis alucinaciones habíamos hecho volar esa piedra, que ella sabia que tarde o temprano terminaría igual que mi padre, dejándome llevar por las voces de mi cabeza, causando dolor y sufrimiento.
Yo la mire, y de mi empezó a salir una risa, primero pequeña casi como avergonzada, hasta que se convirtieron en verdaderas carcajadas de locura, llegue a ver a mi madre correr hacia mi, rodearme con sus brazos y reclamar que era inocente, que solo era un niño, que no era mi culpa.
Los años han pasado, pero en mi mente ha sido solo una neblina constante, llena de paredes blancas y sueños confusos. A veces aun veo a mis amigos, todo en diferentes niveles de la torre de juegos con una sonrisa, esperando por mi y se siente tan real como se sentía en aquel entonces.
O se pasean por mi habitación, la habitación donde me encerraron poco después del incidente, cuando ya no éxistia diferencia entre realidad y alucinación, con ramas de arboles pidiéndome que juguemos al "Rey y los caballeros".
Corrupted Reality
I can still clearly evoke the image of my childhood home, describe it as if I were looking at it. That old building of red bricks faded by the sun and rain, its cement stairs that started at the edge of the sidewalk and ended at the foot of a double door protected by a grille of thick bars, with its four floors of equal windows in the front, always with the curtains closed. All surrounded by a space that at one time must have had soft green grass, but for as long as I can remember it was always yellow and brittle.
I remember next to the building there was a playground, a small space with a slide, a seesaw, and a climbing tower, like the one you see in cartoons, all with peeling paint and rust in places. I was the only kid in my building so no one bothered to fix them.
However, I was never alone, I had a group of friends who came to play with me every day, that park was our little den, protected from the sun by the building and without any window where anyone could observe us.
My favorite time of the day was when. After doing my homework my mother, with a tired smile, would let me go down to the park, I would run from our third-floor apartment, so fast I almost seemed to fly down the steps and out pushing the heavy fence with excitement. Because I knew my friends would be there waiting for me, always no matter what day or time they were there.
Our favorite game was "The King and His Knights", where we imagined that the climbing tower was a big castle that we had to protect from the invasion of evil kingdoms and fire-breathing dragons. As I was the oldest, I was always chosen to be king and lead the others in the imaginary battles that we had to fight there in our little secluded corner of the world.
When the sun began to set on the horizon, my friends would say goodbye, jump down from the tower or throw to the ground the branch they had been using as a sword, and with a "see you tomorrow" they would walk until they disappeared around the corner of the building. And so one by one they would leave, until nightfall came, and only I was left at the top of the tower, dimly lit by the street lamps, bidding farewell to the last of my friends with the promise of a new day of adventures and games.
One afternoon after Christmas, when I was very excited with the gift that my mother had bought me with a lot of effort because it was the watercolor being that I had seen months ago and that promised to make you the best artist in the world, I went to the door with the illusion of showing it off in front of my friends. My mother with a soft voice asked me why I didn't stay home that afternoon, to which I quickly replied that I wanted to show the gift to my friends and I promised to take good care of my gift as I noticed the concern on her face.
That day we dedicated ourselves to using the watercolors to make drawings on the side of the building, representing landscapes, castles, dragons and in the center of it all, our handprints as a promise that we would always be together and always be friends, at the end of the afternoon, all stained with paints we dedicated ourselves to look at our work of art while we calculated how long it would take the adults to realize our little mischief.
And so the days went on, between games and laughter life seemed happy and carefree, every time we saw an adult pass by on the sidewalk we stayed still, holding our breath thinking that would be the day we would be discovered, but the only thing we always got was a tired look and a sad smile.
One night, as I was slowly walking up the stairs back to the apartment I could hear my mother talking to a neighbor, they were talking in whispers, almost afraid that the walls could hear them, I stayed crouched on the last step, trying to decipher the conversation, but I only got single words like "child" "reality" "danger" and "father".
I saw the neighbor walk away down the hallway and my mother standing in the doorway with tears in her eyes, I quickly approached her to try to comfort her but when she saw me she just jumped with a start and with a panicked look she asked me how long I had been there. Maybe that should have been my first warning sign. But at 12 years old you can't understand the real problems of the world.
But sooner or later reality hits us, as it hit me that afternoon when we were hitting rocks with branches, imagining we were in a big baseball stadium and people were holding their breath waiting for that big home run that would win the game. When a rock flew through the air beyond the sidewalk hitting the windshield of a car.
For a few seconds all that could be heard was the sound of screeching tires, a dry, viscous thud, and then for a few seconds that seemed like hours of such sepulchral silence that the world might as well have disappeared. It wasn't until the first screams started that I realized I wasn't breathing, I took a deep breath and ran towards the street as fast as my legs would allow.
What happened next was one of those moments that change your life, there a few meters away was the car with the windshield broken against the sidewall of a building, but the worst was not that, the worst was beyond, in the middle of the street a woman kneeling was screaming so loud that my ears hurt while holding something in her arms, below her a puddle was slowly growing.
The realization of what had happened, that this rock thrown by us had caused this accident kept me frozen in place, looking at the woman screaming for help, the people leaning out of windows or crowding the street trying to help or just watching, the flashing blue and red lights in the distance along with the sound of sirens. It wasn't until, amidst all the commotion, someone asked what had happened and little by little all faces turned to us.
I took a few steps back, trying to put some distance between me and what had happened, I quickly looked behind me, looking for support in my friends, but the park was empty, and as if it were a beacon of light during the storm, the mural appeared to be revealing what all this time of tired looks and sad smiles were nothing but pity, pity for a lonely boy who in his desperation creates one friend who loves him. And that this mural, which we had painted with so much effort that day after Christmas, only had the imprint of a hand.
While the weight of reality fell on me like a bucket of cold water, the screaming woman began to point at me, shouting that I was to blame for that accident, that with my hallucinations we had made that stonefly, that she knew that sooner or later I would end up just like my father, letting myself be carried away by the voices in my head, causing pain and suffering.
I looked at her, and a laugh started to come out of me, first small, almost ashamed, until it turned into real laughter of madness, I got to see my mother running towards me, putting her arms around me and claiming that I was innocent, that I was only a child, that it was not my fault.
Years have passed, but in my mind, it has been just a constant fog, full of white walls and confusing dreams. Sometimes I still see my friends, all on different levels of the play tower with a smile, waiting for me and it feels as real as it did back then.
Or they walk around my room, the room where I was locked up shortly after the incident, when there was no longer a difference between reality and hallucination, with tree branches asking me to play "King and Knights".
Separadores hechos en Picsart
Imágenes editadas en Photoshop