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Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.
Men always forget that human happiness is a disposition of the mind and not a condition of circumstances.
— John Locke
E S P A Ñ O L
CONFESIONES DE UN TRAIDOR
Detesto que me confundan con esos hombres, que solo vacilan a la vida con pedantería, pues en ellos no hay respeto, ni una pisca de suspicacia. Hacen caso omiso del miedo y de los golpes del estupor. Yo provengo de una tierra donde luchamos con gallardía. Apartando a los infiernos de los sentimientos y sus gritos.
A mi alma no le cabe ni un fragmento de valentía, pues el miedo a la muerte es imponente, persuasivo y razonable. En las manos está el trabajo de cientos de hombres que me lo pidieron. Usé sus talentos una vez y luego los deseché con desprecio. Al lado de una cobija, arropé recuerdos infranqueables, que solo destellaron el tormento de mi furia.
Al abismo completé las formas y vistas inimaginables. Corrompí a los cortesanos de un rey noble y bondadoso. Socavé con veneno la creencia de algunos fanáticos, y todo con mi disfraz blanco que no permite ver a mi insidia.
Tenía un compañero que se alimentaba de las palabras crueles; una tras otra, como múltiples gotas de miel en su paladar. Su risa pérfida era como aguijones que pinchaban los oídos de los incautos. Era un pícaro malicioso. Escondía sus intenciones como un cobarde y luego las revelaba como una serpiente en cacería.
Escondidos de la justicia del mundo, le propuse llegar al lugar más recóndito del mundo; donde no nos fastidien las voces detractoras y augurios inminentes de muerte. Llegamos a dicho lugar con las manos vacías y el estómago hambriento, maravillándonos con la tranquilidad de extraños valles templados.
Yo busqué mi hogar entre los bosques; bellos y hermosos, pareciera que figuraran el encanto de entidades feéricas. Mi compañero, por otra parte, buscó saciar el hambre en sociedades prohibidas, haciéndose pasar por un honorable miembro de un gremio.
Antes de que concretara su fechoría, fue descubierto, condenado a la sentencia más horrible, que haría estremecer mi corazón. Fue expuesto por todos los testigos y luego dejado al olvido; como un mísero cuerpo descompuesto, que no sirve ni para alimentar a las rapiñas.
En todo ese trayecto, me escondí. La beldad de estas tierras ya no me parecía apetecible. Escondí mis falacias en un cajón y luego sucumbí a la tristeza del mundo. Recordé los ojos impávidos de mi compañero; estaban tan congelados, no hubo una mano ajena que se apiadara siquiera y pasara para cerrarlos.
No hubo más nada después de eso. Toda la rabia se disipó. Me mantuve en un cubil de calma, contando las cosas pueriles que arrojaban a mi vida. Plasmé las palabras en un papel, ofuscando los hechos más terribles, solo para que las generaciones venideras no contemplen mi maldad.
Solo, cavilando en los abismos. En esta cueva de cobardes, pero donde el hambre surge de nuevo. Lentamente va subiendo, arrastrándose como ser reptante. Se posa en las sienes muy confiado, y luego me susurra la dolencia que padece por estar dormido.
Allí caí, de nuevo, olvidando que el pasado fue mortífero. No hubo brazos que me detengan, ni palabras convincentes. Si fallo al tratar de completar mi satisfacción, que estas letras me detengan por completo.
FIN
E N G L I S H
CONFESSIONS OF A TRAITOR
I hate to be confused with those men, who only flinch at life with pedantry, for in them there is no respect, not a hint of suspicion. They disregard fear and the blows of stupor. I come from a land where we fight gallantly. Pushing away the hells of feelings and their cries.
My soul has no room for a fragment of courage, for the fear of death is imposing, persuasive and reasonable. In my hands is the work of hundreds of men who asked me for it. I used their talents once and then discarded them with contempt. Beside a blanket, I tucked insurmountable memories, which only flashed the torment of my fury.
To the abyss I completed unimaginable forms and sights. I corrupted the courtiers of a noble and kindly king. I undermined with poison the belief of some fanatics, and all with my white disguise that does not allow to see my insidiousness.
I had a companion who fed on cruel words; one after another, like multiple drops of honey on his palate. His perfidious laughter was like stings that pricked the ears of the unwary. He was a malicious rogue. He hid his intentions like a coward and then revealed them like a snake on the hunt.
Hiding from the justice of the world, I proposed to him to reach the most recondite place in the world; where we would not be bothered by detracting voices and imminent omens of death. We arrived there empty-handed and with hungry stomachs, marveling at the tranquility of strange temperate valleys.
I sought my home among the forests; beautiful and lovely, they seemed to hold the enchantment of feerical entities. My companion, on the other hand, sought to satiate his hunger in forbidden societies, posing as an honorable member of a guild.
Before he accomplished his misdeed, he was discovered, condemned to the most horrible sentence, which would make my heart shudder. He was exposed by all the witnesses and then left to oblivion; like a miserable decomposed corpse, useless even to feed the predators.
All along the way, I hid myself. The beauty of these lands no longer seemed appetizing to me. I hid my fallacies in a drawer and then succumbed to the sadness of the world. I remembered my companion's undaunted eyes; they were so frozen, no outside hand even took pity and passed by to close them.
There was nothing more after that. All the rage dissipated. I kept myself in a den of calm, recounting the puerile things they threw into my life. I put the words down on paper, obfuscating the most terrible facts, only so that generations to come would not behold my wickedness.
Alone, pondering in the abysses. In this cave of cowards, but where hunger rises again. Slowly it rises, crawling like a creeping creature. It lands on my temples very confidently, and then whispers to me the ailment it suffers from being asleep.
There I fell, again, forgetting that the past was deadly. There were no arms to stop me, no convincing words. If I fail in trying to complete my satisfaction, let these letters stop me altogether.