Foto de Camila Quintero Franco en Unsplash editada con PhotoScape
¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?
— Aldous Huxley
—¿Espera que le crea señorita, Graciela? —Inquirió el anciano con voz tosca.
—¡Le digo la verdad! ¡Yo lo vi! Ahí mismo por las escaleras —. Señaló la muchacha con el dedo tembloroso.
—Deje de decir ridiculeces, apuesto que es otro truco para no pagarme la renta.
Graciela apretó los puños y miró al anciano como si quisiera estrangularlo.
—Señor Moncada, ya le dije que le voy a pagar a fin de mes. Ya me ofende que piense que soy una loca, ¿ahora me quiere tachar de mala paga? Debería medir sus palabras.
—Como sea, no voy a caer en discusiones con usted sobre esto, y espero que sea verdad que va a pagarme puntualmente y no como la otra vez que tardó casi tres semanas. Ya no la molesto más, que tenga buenas noches.
El anciano se marcha sujetado a su bastón para caminar y cierra la puerta de la habitación con poca sutileza. Graciela se sentó de golpe al borde de la cama y apoyó su rostro sobre sus manos liberando un fuerte alarido de frustración.
Cada vez se hacía más angustiante quedarse en la ciudad, pero aún tenía la esperanza de encontrar a su hermana. Hace seis meses que Brianna; la hermana mayor de Graciela desapareció, a causa de este hecho fatídico, el padre de ambas enfermó y fue llevado a un centro clínico al norte de Tristania.
Sobre su lecho, Graciela le hizo un pacto a su padre de encontrar a su hermana, y con esas palabras el hombre expidió un destello de esperanza en sus ojos.
Graciela tenía apenas diecinueve años. Los habitantes del Norte de Tristania eran rígidos y prepotentes; no te dirigían la palabra a menos que les hablaras con firmeza. A la chica le costó un poco adaptarse, pero logró conseguirlo; y gracias a esto, encontró un empleo de mesera en un café cerca de la pensión donde vivía.
La ciudad parecía siempre triste; siempre nublada y lluviosa. Rara vez un rayo de sol se asomaba y bañaba los grises edificios; solo unos instantes para después esconderse detrás de las nubes lánguidas. Graciela, para calmarse, observaba el paisaje apocalíptico del cielo. Le parecía hermoso; era mucho mejor que las depresivas paredes y corroídas ventanas del edificio de enfrente.
Su cuello delgado le dolía, no había dormido bien, tenía leves jaquecas a causa de las cosas raras que pasaban en la pensión donde vivía. Llegó a ese sitio, porque fue el último lugar en donde estuvo su hermana antes de desaparecer.
Se preguntaba si Brianna veía las mismas cosas extrañas al estar allí. Al principio, Graciela solo percibía una luz blanca, tenue; que cambiaba constantemente de brillante a transparente, y caminaba lentamente simulando los pasos de un ser humano. En su último encuentro con aquella entidad, obtuvo una imagen más descriptiva. Logró distinguir varios brazos emanando de la inefable figura; extremidades de personas, animales y quien sabe que otra criatura. Ella se paralizó de miedo, pensó que venía a buscarla, hasta que el señor Moncada apareció y todo volvió a la normalidad.
—Carajo, necesito otro sitio donde vivir. ¡Me volveré loca! Otro problema con que lidiar aparte de la renta y los dolores de cabeza, y de paso debo volver al trabajo mañana. Necesito hacer algo pronto…
Mientras cavilaba con su cigarrillo frente a la ventana, un estruendoso sonido; como de un objeto enorme arrastrándose captó su atención. Se levantó y vislumbró por el pasillo apresurada, pero todo estaba tranquilo.
—Graciela… —Murmuró una voz desconocida de mujer. Graciela, de sobresalto, dejó caer su cigarrillo. Reconoció la voz; sonaba igual que Brianna.
—Graciela, ven —Se escuchó de nuevo, pero esta vez más fuerte.
—¿Quién…? ¿Quién es? ¿Brianna? —Preguntó en balbuceos.
—Ven, baja, tengo que mostrarte algo…
Graciela escuchaba la voz cada vez más fuerte a medida que avanzaba. Bajó las escaleras despacio y controladamente; como si estuviera en un trance.
—Ven… ven… —Se escuchaba a cada segundo. El enorme camisón de la muchacha ondeaba como si el viento lo hiciera bailar. La supuesta voz de su hermana la dirigió al apartamento del señor Moncada en la planta baja del edificio. La puerta estaba entreabierta; Graciela entró en modo precavido. Vislumbró en la sala y sorprendida encontró al anciano tirado en el suelo.
—¡Señor Moncada! —Gritó; e inmediatamente se abalanzó a él. Notó que no respiraba y su corazón no latía. Instintivamente, intentó reanimarlo, cosa que nunca antes había hecho, sin lograr algún efecto.
Quedó petrificada sin saber qué hacer; y más aún, al sentir una presencia brillante detrás de ella. Volteó la cabeza hacia atrás lentamente hasta quedar cara a cara con aquella criatura etérea, traslúcida e informe; repleta de extremidades vaporosas blancas que vio por las escaleras. Graciela liberó un grito desgarrador y todo terminó en un parpadeo.
Dos semanas después, Érica; una chica de dieciocho años llega a aquella tenebrosa pensión. Al estar frente a la entrada, divisa los carteles de dos chicas desaparecidas, los mira con curiosidad por un momento y después toca la puerta. Después de unos segundos, la recibe un viejo apoyado en un bastón y el rostro pálido.
—¿Sí? —Preguntó el anciano.
—Buen día, ¿usted es el señor Moncada?
—Sí, así es.
—Soy Érica, hablamos hace tres días…
—¡Ah, sí, claro, la chica de Zyrona! Adelante, pasa. Te mostraré la habitación donde estuvo mi última inquilina. Este lugar es acogedor, disfrutarás mucho estar aquí…
FIN
How do you know if Earth is nothing more than hell on another planet?
— Aldous Huxley
-Do you expect me to believe you, Miss Graciela? -asked the old man in a coarse voice.
-I'm telling you the truth! I saw him! Right there by the stairs, -said the girl with a trembling finger.
-Stop talking nonsense, I bet it's another trick to get out of paying me rent.
Graciela clenched her fists and looked at the old man as if she wanted to strangle him.
-Mr. Moncada, I already told you that I will pay you at the end of the month. I'm already offended that you think I'm crazy, now you want to call me a bad paycheck? You should measure your words.
-Anyway, I'm not going to get into arguments with you about this, and I hope it's true that you are going to pay me on time and not like the other time when it took you almost three weeks. I won't bother you anymore, have a good night.
The old man leaves, holding on to his walking stick, and closes the room door with little subtlety. Graciela slammed down on the edge of the bed and rested her face on her hands, letting out a scream of frustration.
It was becoming increasingly distressing to stay in the city, but she still had hope of finding her sister. Six months ago Brianna; Graciela's older sister disappeared, because of this fateful event, their father became ill and was taken to a clinic north of Tristania.
On his bed, Graciela made a pact with her father to find her sister, and with those words, the man gave off a glimmer of hope in his eyes.
Graciela was only nineteen years old. The people of North Tristania were stiff and overbearing; they would not speak to you unless you spoke firmly to them. It took the girl a while to adjust, but she managed to do so; and thanks to this, she found a job as a waitress in a café near the boarding house where she lived.
The city always seemed gloomy; always cloudy and rainy. Rarely a ray of sunshine would peek through and bathe the gray buildings; only for a few moments and then it would hide behind the languid clouds. Graciela, to calm herself, watched the apocalyptic landscape in the sky. She found it beautiful; it was much better than the depressing walls and corroded windows of the building across the street.
Her thin neck ached, she had not slept well, and she had slight headaches because of the strange things that happened in the boarding house where she lived. He came to that place because it was the last place his sister had been before she disappeared.
She wondered if Brianna saw the same strange things when she was there. At first, Graciela only perceived a faint white light, which constantly changed from bright to transparent, and strolled simulating the steps of a human being. In her last encounter with that entity, she obtained a more descriptive image. She managed to distinguish several arms emanating from the ineffable figure; limbs of people, animals, and who knows what other creature. She was paralyzed with fear, she thought it was coming to look for her until Mr. Moncada appeared and everything returned to normal.
-Fuck, I need another place to live, I'll go crazy! Another problem to deal with besides rent and headaches, and by the way, I have to go back to work tomorrow. I need to do something soon...
As she pondered with her cigarette in front of the window, the thunderous sound; of a huge object crawling caught her attention. She got up and glimpsed down the hallway in a hurry, but all was quiet.
-Graciela...- murmured an unfamiliar woman's voice. Graciela, startled, dropped her cigarette. She recognized the voice; it sounded just like Brianna.
-Graciela, come,- She heard
-Who... Who is it? Brianna? -She asked in stammering.
-Come, come down, I have to show you something...
Graciela heard the voice getting louder and louder as she went on. She went down the stairs slowly and in a controlled manner; as if she were in a trance.
-Come... come... -I could hear it every second. The girl's huge nightgown fluttered as if the wind was making it dance. Her sister's supposed voice directed her to Mr. Moncada's apartment on the first floor of the building. The door was ajar; Graciela entered cautiously. She glimpsed into the living room and in surprise found the old man lying on the floor.
-Mr. Moncada! -she shouted, and immediately rushed to him. She noticed that he was not breathing and his heart was not beating. Instinctively, she tried to revive him, something she had never done before, without any effect.
She was petrified, not knowing what to do, and even more so when she felt a glowing presence behind her. She turned her head back slowly until she came face to face with that ethereal, translucent, formless creature, replete with white vaporous limbs that she saw on the stairs. Graciela released a piercing scream and it was all over in the blink of an eye.
Two weeks later, Erica, a girl of eighteen, arrives at that gloomy boarding house. As she stands in front of the entrance, she spots the posters of two missing girls, looks at them curiously for a moment, and then knocks on the door. After a few seconds, she is greeted by an old man leaning on a cane with a pale face.
-Yes? -asked the old man.
-Good morning, are you Mr. Moncada?
-Yes, that's right.
-I'm Erica, we spoke three days ago...
-Oh, yes, of course, the girl from Zyrona! Come in, come in. I'll show you the room where my last tenant was. This place is cozy, you'll enjoy being here...
THE END
