La erosión del tiempo [ES/EN]

in #hive-1324102 years ago

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Rodion Kutsaiev | Unsplash



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La erosión del tiempo

El tiempo sigue un curso infinito. No es posible regresar hacia atrás más sino en nuestros propios recuerdos. En nuestra mente se alojan los momentos vividos que con el tiempo se erosionan como si fueran grandes piedras que se van desgastando hasta desaparecer. Lo sorprendente de todo esto es que, si bien el tiempo es infinito, el de nuestra vida sobre el mundo que conocemos tiene un fin.

Recuerdo cuando mi abuelo me llevaba a las cuevas ubicadas a pocos kilómetros de su pueblo en Ingeniero Jacobacci. Fue hace veinte años de eso y aún puedo sentir el calor del sol que apenas quemaba en mi piel, pues allí el frío era seco y se podía percibir el vapor saliendo de nuestros labios al respirar. Supongo que es el momento que más recordaré.

Llegábamos en su camioneta luego de un camino de rocas por el que podíamos ver todo tipo de animales a nuestro alrededor. No había suficiente vegetación pero sí una diversidad de escenarios a los que poder fotografiar. Una de las que más me llamó la atención fue la entrada a una gran cueva o tal vez unas minas abandonadas, donde se decía que sucedían cosas difíciles de explicar.


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Fotografía real de mi álbum familiar | Río Negro, Argentina


Luego de tanto tiempo no pensé que volvería a ir a visitar ese lugar. Pero me animé cuando supe que me faltaba algo que explorar. He sido una persona que ha viajado alrededor del mundo. Lo he conocido casi todo en mi vida, pero he dejado a la deriva a mi país natal, un lugar que puede ocultar todo tipo de sorpresas y crear asombro hasta al más incrédulo.

Supuse que aún había tiempo de hacerlo si no es que los de minería hayan acabado con ese lugar tan peculiar. Mientras viajaba podía ver el cambio que había entre la ciudad en la que nací y el ingreso a las tierras de La Patagonia. Simplemente el clima era mucho mejor, pues se podía respirar un aire muy fresco y no tener que lidiar con ese olor fétido que se puede encontrar en la ciudad al ser desprendido por una incontable cantidad de vehículos.

Era un trayecto muy largo y más allá del agotamiento que sentiría, quería tomar la mayor cantidad de fotografías durante el viaje, por lo que colgué sobre mi pecho la vieja cámara de fotos que me había regalado mi abuelo hace tantos años y que atesoro como nadie más en este mundo.

Me hospedé en todo tipo de lugares, algunos de mala muerte, sin embargo estaba cada vez más cerca de llegar a ese lugar tan soñado, en donde seguramente llegarían mis más preciados recuerdos del suelo que pisé alguna vez en mi más temprana adolescencia.

Ya en el centro del pueblo y luego de un descanso reparador, viajé esos pocos kilómetros que me llevarían exactamente a la entrada a las cuevas. El día esta vez era un poco más caluroso que lo que pueda recordar, quizás a causa del calentamiento global, pues habían pasado los suficientes años como para notar un cambio en el clima.

Había llegado al lugar sola y admito que sentí una extraña sensación en todo el cuerpo. Al ver mis manos temblando al igual que mis piernas, decidí sentarme en una de las rocas que habían en el lugar. Mientras tomaba agua me sentí observada y al alzar la mirada pude ver que alguien se había ocultado en uno de los grandes huecos de la cueva.

Sentí un gran temor, pero ignoré todos mis sentidos, pues no quería que ese viaje sea en vano, por lo que junté coraje e ingresé allí. Hice apenas unos pocos metros y noté que las paredes de aquél lugar estaban repletas de piedras semipreciosas que brillaban con gran intensidad al apuntar mi linterna sobre ellas. Me pregunté por qué nadie aún había ido por ellas, pues parecía un lugar accesible para cualquier malhechor.

Al avanzar aún más en el límite de mi comprensión vislumbré el funesto cuerpo de un hombre de avanzada edad levitando sobre un aura resplandeciente de color un azulado. No fue hasta que me acerqué cuando sus ojos se abrieron en su máxima apertura con una expresión de horror que logró invadir mis nervios hasta hacerme perder el conocimiento.

Al despertar, vi a los pocos pasos el reloj que acostumbraba usar mi abuelo, con las agujas clavadas en las cinco de la tarde, horario en el que visitamos por última vez el lugar antes de que el sol se ponga por sobre las sierras y montañas de aquél lugar. Escapé deprisa por miedo a que algo me bloqueara la salida, pues en ese estado de vulnerabilidad era posible.

Nunca nos comunicaron de su muerte, tampoco lo hemos podido despedir. Pero aún me queda la intriga de saber si ese hombre allí era o no mi abuelo. De lo que estoy segura es de haber sentido una ínfima conexión con él antes de mi desplome al suelo.

No juraría no volver, pero lo que sí puedo asegurar es que las ansias de verlo otra vez están más presentes que nunca, aún enfrentándome a lo desconocido y extraño de ese lugar.




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The erosion of time

Time follows an infinite course. It is not possible to go back but in our own memories. In our minds are stored the moments we have lived, which with time erode as if they were large stones that wear away until they disappear. The amazing thing about all this is that while time is infinite, our life in the world we know has an end.

I remember when my grandfather used to take me to the caves located a few kilometers from his town in Ingeniero Jacobacci. It was twenty years ago and I can still feel the warmth of the sun that barely burned on my skin, because there the cold was dry and you could feel the steam coming out of our lips when we breathed. I guess that is the moment I will remember the most.

We were arriving in his truck after a rocky road where we could see all kinds of animals around us. There wasn't enough vegetation but there was a diversity of scenery to photograph. One of the ones that caught my attention was the entrance to a large cave or perhaps some abandoned mines, where it was said that things happened that were difficult to explain.


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Real photo from my family album | Río Negro, Argentina


After such a long time I didn't think I would ever visit that place again. But I was encouraged when I knew I was missing something to explore. I have been a person who has traveled around the world. I have known almost everything in my life, but I have left my home country adrift, a place that can hide all kinds of surprises and create awe even to the most incredulous.

I figured there was still time to do so if not the mining people have finished with that peculiar place. As I traveled I could see the change between the city where I was born and the entrance to the lands of Patagonia. The climate was simply much better, because you could breathe fresh air and not have to deal with the foul smell that can be found in the city when it is released by a countless number of vehicles.

It was a very long journey and beyond the exhaustion I would feel, I wanted to take as many pictures as possible during the trip, so I hung on my chest the old camera that my grandfather had given me so many years ago and that I treasure like no one else in this world.

I stayed in all kinds of places, some of which were very bad, but I was getting closer and closer to the place I dreamed of, where I would surely get my most precious memories of the ground I once walked on in my early teenage years.

Already in the center of town and after a refreshing rest, I traveled those few kilometers that would take me exactly to the entrance to the caves. The day this time was a little warmer than I can remember, perhaps because of global warming, as enough years had passed to notice a change in the climate.

As I advanced even further on the edge of my comprehension I glimpsed the dismal body of an elderly man levitating above a glowing aura of a bluish color. It was not until I approached that his eyes opened to their widest aperture with an expression of horror that managed to invade my nerves until I lost consciousness.

When I woke up, I saw a few steps away the clock that my grandfather used to wear, with the hands set at five o'clock in the afternoon, the time when we visited the place for the last time before the sun set over the mountains and hills of that place. I escaped in haste for fear that something would block my exit, for in that state of vulnerability it was possible.

We were never informed of his death, nor were we able to say goodbye. But I still have the intrigue of knowing whether or not that man there was my grandfather. What I am sure of is that I felt a tiny connection with him before I collapsed to the ground.

I would not swear not to return, but what I can say for sure is that the longing to see him again is more present than ever, even facing the unknown and the strangeness of that place.


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Writing to feel. To feel in order to write 💜

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Magnífico relato @vikvitnik

Muy interesante su artículo. Posee importantes reflexiones que uno casi nunca se dedica a pensar.
Saludos @vikvitnik y que pase feliz navidad

Very interesting article. It possesses important reflections that one hardly ever spends time to think about.
Greetings @vikvitnik and have a Merry Christmas.