Un mundial paralelo
Los indígenas de las costas del Orinoco se quedaron pasmados cuando cayó del cielo una cosa redonda, que siguió rebotando con suficiente aceleración hasta que entró en reposo justo cuando el chamán de la comunidad la detuvo con un trozo de palo. El chamán no sabía por qué sus dioses le habían enviado aquella cosa que buscaba parecerse a la cabeza de un hombre, y como no podía dar una respuesta de inmediato, llamó a sus concejeros para reunirse y dejó libre a la bola. Los niños que estaban cerca, se acercaron más, hasta tocarla y el más atrevido la pateó. Minutos después todos querían patearla, a lo loco; se empezaron a perseguir para quitársela y como era de esperarse un grupo se hizo de ella y otro se hizo al llanto. La pelea llegó al oído del jefe y sus consejeros, quienes pusieron bajo su custodia a la cosa redonda que ya empezaba a dar problemas, a dividir, cosa que debía evitarse a toda costa.
Para librarse de la cosa, llamaron al mejor guerrero y le pidieron que la pateara hacia al cielo, hasta la altura de los dioses, para que ellos se llevaran el problema que habían enviado. El guerrero le dio tan duro que la bola se perdió en el cielo y esa noche durmieron felices nuevamente.
Pero sucedió que en la mañana la bola volvió al pueblo, al caer despertó a los que dormían, asombró a los despiertos e hizo que los chicos volvieran a pelear. Nuevamente el mejor guerrero la envió de una patada al cielo y esa siguiente noche alcanzaron la paz al dormir.
Por la mañana volvió la bola y como ya todo el mundo estaba despierto, pues presentían que algo así iba a suceder, esperaron a que apareciera el guerrero y la pateara otra vez. Pero esta vez el chamán no dio la orden de patearla; la guardó en su mochila y despidió a todos a sus labores.
Para sorpresa de la comunidad, la siguiente mañana una nueva bola los despertó a todos y mientras el jefe trataba de entender, los niños aprovecharon y jugaron un rato, pero nuevamente salieron molestos.
Se volvería aburrido seguir esta historia, contar que cada mañana caía una nueva pelota al pueblo y que los habitantes la regresaban al cielo a punta de patadas. Pero el asunto tiene su explicación lógica y la dejo plasmada en este escrito como crónica para las futuras generaciones, tanto de los indígenas como de los amantes de los mundiales de fútbol.
La cosa redonda eran los balones del Mundial de Fútbol que estaban llevando a cabo los dioses en el cielo. Cada cuatro años, los dioses crean su mundial, paralelo al del mundo terrenal; así, mientras en Qatar los humanos pateaban sus balones; arriba, en el cielo, ellos hacían lo mismo, pero con la diferencia de que su poder era tanto que, al patear, algunos balones pasaban por encima de las gradas, salían del estadio y se perdían en el vacío infinito hasta chocar en algún rincón de la tierra.
A parallel soccer world cup
The Indians on the banks of the Orinoco were astonished when a round thing fell from the sky, which continued to bounce with considerable acceleration until it landed just as the shaman of the community stopped it with a piece of stick. The shaman did not know why his gods had sent him that thing that pretended to look like a man's head, and since he could not give an answer immediately, he gathered his advisors and let the ball go free. The children who were near, approached it, until they touched it and the most daring one kicked it. Minutes later they all wanted to kick it, like crazy; they began to chase each other to take it away and, as expected, one group seized it and another started to cry. The fight reached the ears of the chief and his advisors, who immediately took custody of the round thing, which was already starting to cause problems, to divide the community, something that had to be avoided at all costs.
To get rid of the thing, they called the best warrior and asked him to kick it into the sky, up to the height of the gods, so that they would take away the problem they had sent. The warrior kicked it so hard that the ball was lost in the sky and that night they went back to sleep happily.
But it happened that in the morning the ball returned to the village, when it fell it woke up those who were sleeping, astonished those who were awake and made the boys fight again. Again the best warrior sent it to kick it into the sky and that next night they were at peace while they slept.
In the morning the ball returned and as everyone was awake, as they sensed that something like this was going to happen, they waited for the warrior to appear and kick it again. But this time the shaman did not give the order to kick it, but put it in his backpack and sent everyone to work.
To the surprise of the community, the next morning a new ball woke them all up and while the chief tried to understand, the children took advantage and played for a while, but again they left in disgust.
It would be boring to follow this story, to tell that every morning a new ball fell in the village and that the inhabitants kicked it back to the sky. But the matter has its logical explanation and I leave it captured in this writing as a chronicle for future generations, both indigenous and World Cup lovers.
The round thing was the World Cup soccer balls carried by the gods in the sky. Every four years, the gods create their World Cup, parallel to that of the earthly world; thus, while in Qatar, humans kicked their balls; up in the sky, they did the same, but with the difference that their power was so great that, when kicked, some balls passed over the stands, left the stadium and were lost in the infinite void until they crashed into some corner of the earth.