Hoy te vengo a echar el cuento de cuando viajé a Tucupita, por allá en el 2017, porque me topé con unas fotos de aquella época y me gustaría compartir mis vivencias y algunas de esas fotos contigo.
Comencemos por decirte que te estoy hablando de una ciudad en Venezuela, ubicada en el estado Delta Amacuro; la verdad, bastante lejos de donde vivimos, pero en aquel año mi abuela materna estaba viviendo con uno de mis tíos que hace vida con su familia allá y decidimos visitarles.
Dándote algo de contexto, el Delta Amacuro es un lugar caliente que queda a tres horas de Maturín. Y llegar allá desde la capital de Venezuela hasta allí, se convierte en uno de esos viajes en donde cada cierto rato te preguntas: ¿Cuánto falta? De hecho, tenemos un chiste interno un poco tonto pero aún nos sigue haciendo gracia. Resulta que varios años atrás, fuimos a la boda de este tío, que hace vida ahí, y viajamos con un niño pequeño que cada cierto tiempo hacía esa pregunta: “¿falta mucho?” Íbamos como 5 personas en el carro, así que en cada respuesta que le dábamos le decíamos que íbamos por la “Cupita”, y que aún faltaba para llegar a “tú-cupita” (un juego de palabras con el nombre de Tucupita y el pronombre "tú"), y el niño al fin, se quedaba satisfecho por un rato más.
Retomando la historia inicial, fui junto con mami a ver a la abuela a aquel lugar recóndito de mi país (Si tú que me lees, eres de allá no te sientas aludido, por favor, que sí queda BIEN lejos). A todas estas, al llegar allá, nos encontramos con que los tíos tenían un negocio, un mini market y estaban teniendo problemas con la cajera. Entonces, me pidieron que ya que estaba en la casa sin hacer tanto, les ayudara en el negocio. Tal cual el meme de abuela : “Mija, usted que estudia contaduría, ayúdeme a contar estos pollos”
Como ya lo referí antes es un sitio de mucho calor, aunque un calor húmedo, pues tiene el río Orinoco ahí mismo. Recuerdo que un día mi tía me llevó junto a unas amistades para ver el atardecer cerca de ese inmenso y magnifico río, para uno que no está acostumbrado resulta sumamente encantador.
De todas las experiencias vividas, lo que más me agradó fue las infraestructuras que tiene el Colegio de Ingenieros, donde disfruté las competencias de "bolas criollas" entre los profesionales agremiados del colegio.
Y la ayuda por unos días mientras encontraran una nueva cajera, se extendió seis (6) meses.
Durante ese tiempo aprendí de su gente y de la tierra bella de esa parte de mi país. Me pareció un lugar lleno de personas bastante amables, al menos así fue el trato de los clientes usuales del negocio. Recuerdo que entre la población, para aquel momento, aún se veían algunos indígenas en guayuco, que antes no había tenido la oportunidad de ver.
Jamás en mi vida había visto un juego de bolas criollas, pero la actitud de la gente, la familiaridad y el compartir hicieron que me resultara un espacio bastante chévere. Cabe acotar que aunque no conocía a cada una de las personas que por ahí pasaban, ya me reconocían como la “sobrina de” o “la chica del negocio aquel” así que hacía la convivencia más agradable. Quiero comentarte que allá comí un pescado en coco divino, acompañado de bolas de plátano, no te tengo la receta pero es algo que vale la pena probar en alguna ocasión.
Este no fue el típico viaje donde hacemos turismo, conocemos y la pasamos bien porque de manera inesperada conseguí un empleo (me lo tomé bastante en serio), me terminé haciendo amiga de los demás empleados del local, viví sola con los tíos porque aunque había ido con mi mamá a ver a la abuela, un día la abuela dijo que quería irse a su casa y, junto con mi mamá, se fue de ahí.
Ya te dejé las fotos del atardecer que me llevaron a escribirte estas líneas y compartirte una anécdota de tantas por las que atravesamos en esta vida.
Cabe destacar que fue un empleo provisional, ellos consiguieron, finalmente, a alguien para que les trabajara fijo, que viviera cerca y yo retorné a casa con algo más de experiencia, además que, para mí, esto fue toda una aventura.
Sin más que contarte, se despide alguien que quiere emular a Valentina Quintero recorriendo Venezuela. Mentira, es broma aunque debe ser muy gratificante estar viajando por ahí y así recopilar muchas más anécdotas para luego venir a contarte.
Te agradezco haber llegado hasta acá. Nos encontraremos luego nuevamente.
Las fotos acá mostradas son de mi propiedad, tomadas con un moto g 2.