Harvesting bananas, a healthy sweetness
My garden and I, are the ardent imbrication of synergic affinity, which travels in profuse reciprocity, in a coming and going of mutual care and support, where the flowering of my thoughts, catalysts of a potpourri of sensory stimuli, which pave the way to scrutinize in my mind, the perceptive and the ostensible, thus discovering new cognitive logics, in a plant symbology full of sensitivity and intelligence, are boldly exacerbated.
My country, Venezuela, has heterogeneous physiographic and climatological conditions, which facilitates the presence of diverse and dissimilar ecosystems, with an endless number of micro-environments throughout the national territory. What is invariable is that we do not have seasons, we are governed by two periods, one dry and the other rainy. In the place where I currently live, temperatures range from 32 to 34°C (90 to 93°F) approximately. There is a lot of heat to give, I try that my plants are not traumatized, so I give opportunity to the autochthonous, so they will be pleased with their climate.
This exotic food came to my garden through the gift of a little son, and thus began my experience with months of interaction, as time passed the stem became thicker, and with it emerged radiant leaves of a very intense emerald green, months and months passed, of observation and recognition, between contributions of organic nutrients (compost), no chemicals and water, lots of water, to satiate the high temperatures and the rigidity of the soil.
One day, approximately after nine moons, a leaf emerged from the upper center, different from the others, shorter, thicker, and colored with a reddish tone. In just four days, a large acorn of an intense violet color sprouted, which was shedding its leaves and revealing multiple fingers joined at one end resembling a hand, and this attached to a central stem, the gift of this beautiful relationship had arrived, the plant had become a mother, it offered its product.
The growth and ripening stage continued, with an increase in the size of the fruit, flowing in its natural evolution, without acceleration or impediments, in the case of this harvest in the species I cultivate, my guide for the removal, is the change of color from a greenish to yellowish tone.
This process occurs only once, after the removal of the fruit, the mother plant begins to degenerate, leaving in continuity its offspring, which sprout proudly around it, in my experience, there have been two or three buds per plant.
The banana is one of our many tropical flags, a reliable Latin American expression, prodigious in its nutrients and caloric contributions, with high energy content. I have enjoyed in these years, pleasantly of all my harvests, its cultivation has generated enriching reflections applicable to my existential journey. All my plants come from the same origin, however, they are expressions of different behaviors in development, evolution, and fruit. Each one in its own time, with its process, so are we different, each one in its rhythms, in its process of growth and evolution.
Likewise, its cultivation has kindly strengthened my patience, through months of care, interaction and recognition, prior to the exquisite and healthy sweetness unveiled in its delicious fleshiness.
My green oasis is part of my home, it is itinerant because it will be wherever I am, it will always live in my place because it is part of my healthy space. My orchard, demands continuous readjustment and adaptation, only this way is dynamism its health is maintained, it likes to be pampered and spoiled, gratifying and enriching it, with nutrients that strengthen its vital space and its essential surroundings. It is its territories that fortify and invigorate my well-being, sustenances that bring energy to my lifestyle, to cohabit in the longed-for integrality, ensuring that my body, mind, and spirit are joined and linked, to flow in harmony and harmony.
July Garden Journal
July 12, 2024
Cosechando cambur, una saludable dulzura
Mi jardín y yo, somos la imbricación ardorosa de la afinidad sinérgica, que viaja en profusa reciprocidad, en un ir y venir de cuidado y apoyo mutuo, donde se exacerban osadamente la floración de mis pensamientos, catalizadores de un popurrí de estímulos sensoriales, que abonan el camino para escudriñar en mi mente, lo perceptivo y lo ostensible, descubriendo así nuevas lógicas cognitivas, en una simbología vegetal colmada de sensibilidad e inteligencia.
Mi País, Venezuela, posee condiciones fisiográficas y climatológicas heterogéneas, lo que facilita la presencia de diversos y disímiles ecosistemas, con un sinfín de microambientes a lo largo de todo el territorio nacional. Lo que sí, es invariable, es que no tenemos estaciones, nos regimos por dos períodos, uno seco y otro lluvioso. En el lugar donde habito en la actualidad, oscila en temperaturas de 32 a 34 °C (90 a 93 °F) aproximadamente. Hay mucho calor para dar, procuro que mis plantas no se traumen, por lo que le doy oportunidad a las autóctonas, para que estén a gusto con su clima.
Con este prefacio, hoy disertaré sobre mi experiencia con el cultivo del cambur, ya son varios años cosechándolo y multiplicando su extensión al compartir los nuevos brotes.
Este exótico alimento, llegó a mi jardín a través del obsequio, de un hijuelo, así comenzó mi experiencia con meses de interacción, con el paso del tiempo el tallo se hizo más grueso y con él surgieron hojas radiantes de un verde esmeralda muy intenso, pasaron meses y meses, de observación y reconocimiento, entre aportes de nutrientes orgánicos (compost), nada de químicos y agua, mucha agua, para saciar las altas temperaturas y la rigidez del suelo.
Hasta que un día, aproximadamente después de nueve lunas, surgió en la parte superior central, una hoja diferente a las demás, más corta, gruesa y coloreada con un tono rojizo. En escasos cuatro días, brotó una gran bellota de un color violeta intenso, que se fue deshojando y desvelando múltiples deditos unidos en un extremo semejando una mano y esta adosada a un tallo central, el obsequio de esta hermosa relación había llegado, la planta se había convertido en madre, brindaba su producto.
Continuó la etapa de crecimiento y maduración, con un aumento en el tamaño del fruto, fluyendo en su evolución natural, sin aceleraciones ni impedimentos, en el caso de esta cosecha en la especie que cultivo, mi guía para el retiro, es el cambio de color de un tono verdoso a amarillento.
Este proceso se produce una sola vez, tras la retirada del fruto, la planta madre comienza a degenerar, dejando en continuidad a sus vástagos, que brotan orgullosos a su alrededor, en mi experiencia ha habido dos o tres brotes por planta.
El cambur es una de nuestras tantas banderas tropicales, fidedigna expresión latinoamericana, pródigo en sus nutrientes y aportes calóricos, con alto contenido energético. He disfrutado en estos años, gratamente, de todas mis cosechas, su cultivo ha generado enriquecedoras reflexiones aplicables a mí caminar existencial. Todas mis plantas provienen del mismo origen, sin embargo, son expresiones de diferentes comportamientos en desarrollo, evolución y fruto. Cada una en su tiempo, con su proceso, así somos nosotros diferentes, cada uno en sus ritmos, en su proceso de crecimiento y evolución.
Asimismo, su cultivo ha fortalecido con amabilidad mi paciencia, a través de meses de cuidados, interacción y reconocimiento, previos a la exquisita y saludable dulzura develada en su deliciosa carnosidad.
Mi oasis verde forma parte de mi hogar, es itinerante porque estará donde yo esté, en mi lugar siempre habitará, porque forma parte de mi espacio saludable. Mi huerto reclama continuos ajustes y adaptaciones, solo así en dinamismo se mantiene su salud, le gusta que lo consientan y lo mimen, gratificándolo y enriqueciéndolo, con nutrimentos que fortalecen su espacio vital y su entorno esencial. Son sus territorios los que fortifican y vigorizan mi bienestar, sustentos que aportan energía a mi estilo de vida, para cohabitar en la anhelada integralidad, procurando que mi cuerpo, mente y espíritu se anejen y vinculen, para fluir en sintonía y armonía.
Esta es mi participación en el concurso de la comunidad
Hive Garden July Garden Journal
12 de julio de 2024
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