Cómo no me convertí en aquello que quería y, sin embargo…
¿Alguna vez has sentido que tu pasión infantil era incomprendida? Hoy vengo a contarte una historia. Es la historia de un niño que soñaba con ser director de cine, pero cuya madre pensaba que tenía problemas. Sí, así como lo oyes.
Imagínate a un muchacho tímido, de esos que apenas salen de casa. Pues ese era yo. Mi madre estaba preocupada, claro. Pensaba: "Este niño no es normal, prefiere quedarse en casa a salir a la calle". Pero ojo, no es que no me gustara jugar o estar con mis amigos. Es solo que había descubierto algo mucho más fascinante: el mundo detrás de la pantalla del televisor.
Ahí estaba yo, sentado durante horas frente al televisor, sin hacer ni un ruido. Mis padres creían que estaba aburrido o que me había desconectado de la realidad. Pero nada más lejos de la verdad. Lo que ellos no sabían es que yo estaba viviendo mil aventuras diferentes.
Mi cuerpo infantil estaba sentado en un banquito, pero mi mente… Mi mente viajaba a velocidad luz. Un día era un pirata surcando los siete mares, al siguiente un capitán espacial explorando galaxias desconocidas. A veces me convertía en un detective resolviendo casos imposibles, y otras en un robot transformer salvando el mundo. ¿Aburrido? Para nada. Estaba más vivo que nunca.
Y no solo eso. Sin darme cuenta, me estaba empapando del séptimo arte. Conocía la obra de los grandes directores norteamericanos: Hitchcock, Tarantino, Scorsese, Spielberg... Todos ellos eran mis maestros, aunque ellos ni lo supieran. Me gustaban todos los géneros, desde el drama histórico hasta la comedia romántica.
Fue así como descubrí que existía algo llamado "contar una historia". Y me di cuenta de que era algo mágico, algo que era a la vez un arte, una industria y un oficio. Los que se dedicaban a esto eran como magos, mercaderes y obreros, todo en uno. Aprendí que se pueden contar un millón de historias diferentes, pero en el fondo, siempre es la misma.
A los 16 años lo tenía más claro que el agua: sería director de cine. Pero ya sabes cómo es la vida, ¿no? Te arrastra por caminos que no esperabas. Y eso fue lo que me pasó. Pero ¿sabes qué? Ahora agradezco esos desvíos. Porque, como bien dicen, no puedes ser un buen storyteller sin experiencias que contar.
Y es que, cuando estás contando una historia, tienes que entender que en realidad estás contando tu propia historia. Ya la viviste alguna vez, de alguna manera. Quizás fue en tu propia vida, o tal vez en las vidas de otros. O quizás, como me pasó a mí, la viviste frente a la pantalla de un televisor.
Pasaron los años, y aquel niño testarudo del banquito consiguió lo que quería. Vale, no está dirigiendo en Hollywood (todavía), pero puede compartir su creación con el mundo. Y eso, amigos, es un logro enorme. Aprendió que existen los nichos, que hay que dar valor, que tienes que ser una solución para tu audiencia. Pero sobre todo, aprendió que aquello que le enseñaron los grandes maestros era cierto: se pueden contar un millón de historias diferentes, pero en el fondo, siempre será la misma.
¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Que el storytelling, en realidad, es algo sencillo. Es como cocinar: tienes los ingredientes (tu experiencia, tu imaginación, tu técnica) y solo tienes que mezclarlos en las proporciones adecuadas. Es arte, porque requiere creatividad. Es industria, porque puede generar beneficios. Y es oficio, porque se perfecciona con la práctica.
Puedes usar el storytelling para casi cualquier cosa. ¿Quieres enamorar? Cuenta una historia. ¿Necesitas persuadir? Usa una narración. ¿Estás tratando de vender? El storytelling es tu mejor aliado. O si lo prefieres, puedes usarlo simplemente para hacerle compañía a un pequeño niño y llenar su mundo de fantasías. Como hicieron conmigo todas esas películas y series que veía de niño.
Al final, todo se reduce a elegir. Tú decides cómo quieres usar el poder de las historias. Puedes usarlo para cambiar el mundo, para cambiar tu vida, o simplemente para hacer sonreír a alguien.
Así que ya sabes, la próxima vez que veas a un niño absorto frente a una pantalla, no pienses que está perdiendo el tiempo. Quizás esté aprendiendo a ser el próximo gran narrador de historias. Quizás esté descubriendo mundos que tú ni siquiera puedes imaginar. O quizás, solo quizás, esté forjando los sueños que un día harán de él alguien extraordinario.
Porque, al fin y al cabo, ¿no somos todos un poco como ese niño? ¿No seguimos buscando historias que nos emocionen, que nos hagan soñar, que nos transporten a otros mundos? Yo creo que sí. Y por eso, seguiré contando historias. Porque cada historia es una oportunidad de conectar, de inspirar, de cambiar el mundo... aunque sea un poquito.
Todas las fotos fueron hechas con mi celular.
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English
How I didn't become what I wanted and yet...
Have you ever felt that your childhood passion was misunderstood? Today I come to tell you a story. It's the story of a boy who dreamed of being a film director, but whose mother thought he had problems. Yes, just as you hear it.
Imagine a shy boy, one of those who hardly ever leaves the house. Well, that was me. My mother was worried, of course. She thought: ‘This boy is not normal, he prefers to stay at home rather than go out’. But mind you, it's not that I didn't like playing or being with my friends. It's just that I discovered something much more fascinating: the world behind the TV screen.
There I was, sitting for hours in front of the TV, not making a sound. My parents thought I was bored or disconnected from reality. But nothing could be further from the truth. What they didn't know was that I was living a thousand different adventures.
My childish body was sitting on a bench, but my mind... My mind was traveling at light speed. One day I was a pirate sailing the seven seas, the next a space captain exploring unknown galaxies. Sometimes I became a detective solving impossible cases, and sometimes a transformer robot saving the world. Boring? Not at all. I was more alive than ever.
And not only that. Without realizing it, I was immersing myself in the seventh art. I knew the work of the great American directors: Hitchcock, Tarantino, Scorsese, and Spielberg.... They were all my teachers, even if they didn't know it. I liked all genres, from historical drama to romantic comedy.
That's how I discovered that there was such a thing as ‘telling a story’. And I realized that it was something magical, something that was at once an art, an industry, and a craft. Those who did it were like magicians, merchants, and laborers all rolled into one. I learned that you can tell a million different stories, but at the end of the day, it's always the same.
When I was 16 years old, it was as clear as day: I was going to be a film director. But you know what life is like, don't you? It drags you down paths you didn't expect. And that's what happened to me. But you know what? Now I'm grateful for those detours. Because, as they say, you can't be a good storyteller without experiences to tell.
Because when you're telling a story, you have to understand that you're telling your own story. You've lived it once, in some way. Maybe it was in your own life, or maybe in the lives of others. Or maybe, as happened to me, you lived it in front of a television screen.
Years passed, and that stubborn kid on the bench got what he wanted. OK, he's not directing in Hollywood (yet), but he can share his creation with the world. And that, my friends, is a huge achievement. He learned that niches exist, that you have to provide value, and that you have to be a solution for your audience. But above all, he learned that what the great masters taught him was true: you can tell a million different stories, but at the end of the day, it will always be the same.
And you know the best thing of all? That storytelling is quite simple. It's like cooking: you have the ingredients (your experience, your imagination, your technique) and must mix them in the right proportions. It is art because it requires creativity. It is an industry because it can generate profits. And it is a craft because it is honed with practice.
You can use storytelling for almost anything. Do you want to make people fall in love? Tell a story. Need to persuade? Use a narrative. Are you trying to sell? Storytelling is your best ally. Or if you prefer, you can simply use it to keep a little child company and fill their world with fantasies. Like all those films and series I watched as a child did with me.
In the end, it comes down to choice. You decide how you want to use the power of stories. You can use it to change the world, or your life, or simply to make someone smile.
So you know, the next time you see a child engrossed in front of a screen, don't think he's wasting his time. Maybe he's learning to be the next great storyteller. Maybe he's discovering worlds you can't even imagine. Or maybe, just maybe, he is forging the dreams that will one day make him extraordinary.
Because, after all, aren't we all a bit like that child? Aren't we still looking for stories that move us, that make us dream, that transport us to other worlds? I think we are. And that is why I will continue to tell stories. Every story is an opportunity to connect, to inspire, to change the world—even if it's just a little bit.
All photos were taken with my mobile phone
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