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"Chi è sordo, cieco e muto vive cento anni in pace".
-Proverbio siciliano-
TESTO IN ITALIANO
L'uomo del posto che aveva salvato Omertá non si sentì più così eroico e coraggioso dopo aver visto la donna sparare e uccidere a sangue freddo i suoi tre accompagnatori. Si avvicinò a lui con un bagliore assassino ancora negli occhi, ed esprimendo con voce quasi impercettibile un grazie e un dispiacere, come se lo ringraziasse e lo salutasse allo stesso tempo, si avvicinò a lui fissandolo, e rimase lì a lungo senza fare nulla. Infine gli diede un breve e delicato bacio sulla bocca.
Claudio, questo era il nome del suo misterioso salvatore, capì quel gesto di addio, Omerta non poteva lasciare testimoni. Agendo di nuovo a sorpresa, la strinse contro il suo corpo e la baciò appassionatamente. Per qualche secondo lei resistette, ma a poco a poco cedette, rilasciò l'arma e i due si fusero in un abbraccio che superò il tempo e lo spazio.
Nessuno dei due sapeva quanto sarebbe durato questo abbraccio eterno. Lei, dapprima piuttosto sconcertata, cambiò il suo volto da una freddezza omicida a un'espressione e a un gesto che nessuno avrebbe creduto da tempo che quel volto rigido e insensibile avrebbe mai più adottato. Claudio alla fine era diventato l'assassino; con il suo bacio aveva ucciso il terribile Omertá, facendo rinascere la già scomparsa Umiltà.
Lui stesso era estasiato dal cambiamento, la donna che aveva baciato un attimo prima era bellissima, ma questa davanti a lui era sublime, una ragazza-donna con una bellezza che non sembrava di questo mondo. Notò che le lacrime le rigavano il viso e, come accade a quelle donne fragili quando sono oggetto di emozioni molto forti, la sentì svanire tra le sue braccia.
Chi conosceva Omertá da tempo e aveva assistito a tutto quello che era successo non ci avrebbe creduto. Claudio tolse le selle ai cavalli e li liberò, lasciando solo la cavalcatura di Omerta. Rimase per qualche minuto appoggiata a un albero, osservando Claudio che ripuliva le tracce degli omicidi, e si alzò, dicendo con la sua voce caratteristica:
- Voglio che tu venga con me a casa mia e che rimanga lì. Ho dei problemi con le corde vocali, quindi per un po' non dirò altre parole. Che ne dici di accettare?
Claudio rispose con un sorriso un po' ironico:
- Accompagnarvi a casa in quale veste?
- Come tutto. Per te e con te inizierò una nuova vita e formerò una casa.
Lui la guardò senza fare alcuna espressione, la aiutò a salire sul cavallo, salì e lasciarono il posto.
Due vite molto diverse si erano appena incontrate: lui era un contadino con una certa cultura e abilità fuori dal comune. Era di gran lunga la donna più potente della Sicilia, se non dell'Italia intera.
Chiunque li abbia visti arrivare non poteva credere ai propri occhi. Già la scena di un'Omerta così femminile e fragile era difficile da credere, ma fu il volto di questa nuova donna a sconvolgerli maggiormente. Era più giovane, più radiosa e rifletteva persino una felicità che non avevano mai sospettato. La persona che era andata a cavallo non era certo la stessa che era tornata. L'ex signora del silenzio era scomparsa forse per sempre.
Per continuare...
TEXTO EN ESPAÑOL
El lugareño que había salvado a Omertá, no se sentía tan héroe y tampoco muy valiente después que vio cómo ésta disparó y mató a sangre fría a sus tres escoltas. Ella se acercó con un brillo asesino todavía en la mirada, y expresando con una voz casi inaudible un gracias y un lo siento, como agradeciendo y despidiéndose a la vez, se acercó mirándolo fijamente, así se quedó un buen rato sin hacer nada. Por último le dió un corto y suave beso en la boca.
Claudio, así se llamaba su misterioso salvador, entendió ese gesto de despedida, Omerta simplemente no podía dejar testigos. Actuando otra vez de forma sorpresiva, la apretó con fuerza contra su cuerpo y la besó apasionadamente. Por unos segundos ella se resistió, pero gradualmente fue cediendo, soltó el arma, y ambos se confundieron en un abrazo que venció el tiempo y el espacio.
Ninguno de los dos supo cuánto duró ese abrazo eterno. Ella al comienzo bastante desconcertada, cambió su rostro de frialdad asesina por una faz y un gesto que hace tiempo nadie creería que esa rígida e insensible cara volvería a adoptar. Claudio a la final era el que se había convertido en asesino; con su beso había matado a la terrible Omertá, logrando que la ya desaparecida Humildad volviera a renacer.
Él mismo estaba extasiado con el cambio, la mujer que había besado hace un momento era hermosa, pero esta que ahora tenía enfrente era sublime, una niña-mujer con una belleza que no parecía de este mundo. Notó cómo salieron unas lágrimas del rostro de ella, y como sucede a esas mujeres frágiles cuando son objeto de emociones muy fuertes, sintió como se desvanecía en sus brazos.
Quienes conocieran desde hace tiempo a Omertá y hubieran presenciado todo lo que ocurrió no lo hubieran creído. Claudio quitó las monturas de los caballos y los soltó, quedándose solo con la cabalgadura de Omertá. Esta por unos minutos estuvo recostada a un árbol, observando a Claudio como limpiaba los rastros de los asesinatos y se incorporó diciendo con su característica voz:
- Quiero que vengas conmigo a mi casa. Tengo algunos problemas en mis cuerdas vocales, así que no voy a decir más palabras por un buen tiempo. ¿Qué dices aceptas?
Claudio con una sonrisa algo irónica le respondió:
- ¿Acompañarte a tu casa en calidad de qué?
- En calidad de todo. Por ti y contigo voy a comenzar una nueva vida a formar un hogar.
Él la miró y no hizo ninguna expresión, la ayudó a montar en el caballo, se montó y se marcharon del lugar.
.
Dos vidas muy disímiles se acababan de encontrar: él era un campesino con cierta cultura y habilidades poco comunes. Ella era por mucho la mujer más poderosa de Sicilia, y cuidado si no de toda Italia.
Todos los que los vieron llegar no daban crédito a lo que veían sus ojos. Ya la escena de una Omertá tan femenina y frágil era difícil de creer, pero el rostro de esta nueva mujer fue lo que más los impactó. Había rejuvenecido, era más radiante y hasta reflejaba una felicidad nunca sospechada por ellos. Definitivamente la persona que se había ido a cabalgar no era la misma que había regresado. La antigua dama del silencio había desaparecido quizás para siempre.
Continuará…
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