Nubes de tormenta
###...los hombres de lento caminar
doblan sus cuerpos en la orilla como una jaula de huesos.
(De pronto pareciera que se desploman
contra los vidrios espumosos).
Apenas tienen fuerzas para cargar las redes.
(Luis Yusseff)
Camino, descalzo, la entrada a la ciudad.
Me contaron
que sobre el agua turbia, llena de maderos que se pudren
una vez hubo luz.
Yo no lo vi, yo nunca estuve,
jamás estoy cuando las cosas bellas pueden suceder
pero las imagino: las nubes, ennegreciendo
un horizonte ya de por sí lóbrego;
el líquido salobre que raspa la piel y la maltrata;
los hombres,
perdidos hasta la cintura en la turbiedad desconocida.
Sé que no fueron puestos ahí
cual mero motivo fotográfico,
yo sé que tienen hambre
buscan, desentierran almejas con las manos
de las arenas negras de la orilla,
cortan sus pies
con el filo de las piedras que yacen en el fondo.
Contraste duro, hermoso.
Como si fuera posible mezclar ambas palabras.
Aquí el agua no es dulce ni salada. La bebemos.
—hemos tragado cosas menos necesarias
más oscuras—.
Aquí se hizo presente el haz de luz.
No lo recuerdo. Nunca estuve. Pero no es necesario.
Puedo dibujar los rostros cansados de esos hombres,
semejantes a los que he visto
en alguna película de Bergman,
siempre serán así: ojos profundos,
cicatrices de tiempo indefinido,
bocas que extraviaron
en algún lugar de la memoria la sonrisa.
He visto cosas parecidas, también en la distancia:
en el mar, pequeños barcos
posan para fotografías de viajeros.
Cúmulo-nimbos formando una cubierta.
En el centro, el haz. El agujero de luz sobre las aguas.
Un ojo entrenado hace entonces el milagro: dispara
y queda dispuesta la imagen, desde lejos,
montada sobre un marco de madera. Imagen de turista.
Admirable disfraz. La cámara no ve,
no puede ver que esas personas tienen hambre,
que no ensayaron esos movimientos
que esos son los rituales contra la necesidad.
No pueden ver la piel, el rostro de esos seres,
las cicatrices salobres. La mirada de espanto,
la agonía tremenda del mañana.
Del qué se va a comer en esta casa.
Lo sé, lo he visto. Me recuerdo a mí mismo
desenterrando almejas con las manos
en un desesperado intento de comer.
Es ese el mecanismo defectuoso
que hace girar la luz sobre las aguas turbias.
Camino descalzo,
mis pies se queman en la superficie de concreto.
Aquí me dijeron que hubo nubes,
cúmulo-nimbos formando una cubierta
dejando pasar la luminosidad hacia los hombres.
Yo no lo vi, no estuve.
Pero tengo derecho a imaginarlo.
Storm clouds
*...the men of slow walking
they fold their bodies on the shore like a cage of bones.
(Suddenly it seems that they collapse
against foamy glass).
They barely have the strength to carry the nets.
(Louis Yusseff)*
I walk, barefoot, the entrance to the city.
They told me
that over the cloudy water, full of rotting logs
once there was light
I didn't see it, I never was there,
I'm never there when beautiful things can happen
but I imagine them: the clouds, blackening
an already gloomy horizon;
the brackish liquid that scratches the
skin and mistreats it;
the men,
lost up to the waist in the unknown turbidity.
I know they weren't put there
as a mere photographic motive,
I know they are hungry
they look for, dig up clams with their hands
from the black sands of the shore,
they cut their feet
with the edge of the stones at the bottom.
Hard, beautiful contrast.
As if it were possible to mix both words.
Here the water is neither sweet nor salty. We drink it.
—we have swallowed less necessary things,
and even darker-.
Here the beam of light was present.
I do not remember. I was never there. But it is not necessary.
I can paint the tired faces of those men,
similar to the ones I've seen
in some Bergman movie,
They will always be like this: deep eyes,
scars of indefinite time,
mouths that lost
somewhere in memory the smile.
I have seen similar things, also in the distance:
in the sea, small boats
pose for traveler photographs.
Cumulus-nimbus forming a cover.
In the center, the beam. The hole of light on the waters.
A trained eye then performs the miracle: it shoots
and the image is arranged, from afar,
mounted on a wooden frame. Tourist image.
Wonderful costume. The camera doesn't see.
Can't see that those people are hungry,
that they did not rehearse those movements,
that those are the rituals against necessity.
They cannot see the skin, the face of these beings,
the salty scars. the look of fear,
the tremendous agony of tomorrow.
Of what is going to eat in this house.
I know, I've seen it. I remind myself
digging up clams by hand
in a desperate attempt to eat.
Is that the faulty mechanism?
that spins the light on the murky waters.
I walk barefoot,
my feet burn on the concrete surface.
Here they told me that there were clouds,
cumulus-nimbus forming a cover
letting the luminosity pass towards the men.
I didn't see it, I wasn't there.
But I have the right to imagine it.
Todas las fotografías y el texto son de mi autoría.
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