Ayer una tarde encantadora en Maturín, llena de pequeños placeres. Mi novio y yo decidimos disfrutar de un momento juntos, y qué mejor manera de hacerlo que con algo delicioso en una panadería local. Nos sentamos en una mesa cerca que se veía cómoda, compartiendo una bomba esponjosa que derretía en la boca, y una dona rellena de crema de leche que resultó ser un verdadero deleite. La combinación de sabores y la compañía lo hicieron aún más especial.
El sol brillaba intensamente, iluminando el ambiente, creando el escenario perfecto para una cita. Sin embargo, como a veces sucede en Maturín, de repente una nube gigante apareció, oscureciendo el cielo y eclipsando esa luminosidad.
La lluvia comenzó a caer con fuerza, pero en lugar de arruinar el momento, lo transformó en algo mágico. La lluvia acompañaba nuestra conversación y esto la verdad es algo que nos gustó.
No pude resistirme a pedir un cachito, ya que son mis favoritos. Cada bocado era una explosión de sabor que contrastaba perfectamente con el frío que traía la lluvia. Era un momento que se sentía aún más especial bajo ese cielo. Mi cachito lo pedí con jamón y queso y de verdad que la sensación era como tomarse un chocolate caliente en el clima frío.
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