En una región de grandes sembradíos, los gritos de mucho hombre resonaron buscando la muerte de sus enemigos. Los hombres y los reyes vestían con prendas manchadas con la sangre de enemigo y aliados.
EL caos era total, y la vida solo se esfumaba, pero algunos hombres entre los reyes y entre los hombres grito "¿Es este nuestro final?".
Un silencio helado golpeo a todo aquel que los escucho y la muerte descanso.
Uno de los hombres grito, aunque nuestros pueblos fueron oprimidos por los suyos, y su sangre callo desde nuestras manos, ya no queremos tomar otra vida y mucho menos perderla.
El rey del norte hablo con un sollozo, aunque nuestras vidas ya no serán las mismas y esta corona ya no vale nada, queremos una tregua de esta gran masacre y poder encontrar la paz futura.
El silencio era abrumador, pero la verdad era solo una. Aquellos con la "sangre azul" y la "sangre roja" solo fueron sangre.
La batalla se volvió una escena de llantos y sollozos, no hubo alguien que perdiera no perdió a un amigo, un familiar o un aliado.
Desde ese momento una estatua de un hombre fue forjada para recordar ese momento en el que "Levantar las manos nos salvó de ser gobernados por la muerte".