Uno nunca se imaginaría que presenciaría el fin del mundo. Estábamos en el café de la plaza cuando escuchamos detonaciones y vimos algunos edificios arder. Entonces ocurrió la tragedia.
Corrimos, como todo el mundo, hacia algún lugar seguro sin saber en realidad adónde ir. Tomo a Jenny de la mano y la arrastro, cuando me doy cuenta de que ya no está. Mi corazón late a mil por hora cuando veo otros edificios arder y las llamas comienzan a rodear toda la plaza.
Uno nunca se imaginaría que las cosas fueran así de horrendas. Que lo que se ve por la televisión y por internet es un mero espectáculo que sucede en otras partes del mundo, pero esa tarde el cielo ardía y no había escapatoria. Las caras de horror ahora se me parecen como figurillas de esa obra donde un hombre gritaba empujado por la desesperación o la paranoia o el horror que sucedía en su cabeza, pero esta vez es distinto, lo presenciamos y creo que estamos a punto de morir.
Uno nunca se imaginaría que una bola de fuego caería sobre su cabeza. Yo la miro extasiado, un poco perplejo, mientras los gritos y las detonaciones continúan. Veo el zaguán donde pensé refugiarme arder. De los escombros surgían las llamas. Y pensar que hace un momento estaba con Jenny hablando sobre Orwell y las distopías que se están haciendo realidad en todas partes del mundo, pero lo del apocalipsis nunca lo vimos morir, siempre era parte de las teorías conspiratorias y divagaciones bíblicas, eso de que «los ángeles vendrán como langostas a arrasar la tierra y que del cielo saldrá fuego…»
Y el fuego es todo lo que queda. Era una mañana bonita, como todas, con la gente caminando por la calle ocupada en sus propios asuntos mientras yo la esperaba sentado en ese café. Uno nunca sabe cuándo se le va a declarar al amor de su vida y cuando está a punto de hacerlo el fin del mundo llega. No hay nada más qué decir. Estamos bajo los escombros. Todo es ceniza y oscuridad. Sigue el crepitar del fuego, las canciones de guerra y los zapatos marchando. Nadie está seguro. Cuando uno cree que la vida puede ser más simple o más horrible se encuentra con que no hay punto de comparación con lo que está sucediendo.
Pretendía darle el anillo. Mirarla a los ojos y decirle esas palabras tan comunes pero siempre tan difíciles de decir. Mientras nos distraíamos hablando de esas cosas cotidianas mezcladas con literatura y café, mientras miraba sus manos sostener su taza y su mirada perdida entre la gente que pasaba, vi un pequeño resplandor en sus ojos, ese que siempre me atrapaba como en un ensueño y que me hacía perder el hilo de lo que quería decir, y me perdía para siempre, aunque fuera un instante, sentía que nunca podría dejar de mirarla, quedarme en su luz, en su mirada, en su voz, tan lejana ahora, tan perdida, ahora que ya no queda nada, mientras camino por las cenizas buscando una señal de su cuerpo.
English version
One would never imagine witnessing the end of the world. We were at the café in the plaza when we heard detonations and saw some buildings burning. Then tragedy struck.
We ran, like everyone else, to someplace safe without really knowing where to go. I take Jenny by the hand and drag her along, when I realize she is gone. My heart beats a mile a minute as I see other buildings burning and flames begin to encircle the entire square.
You would never imagine that things would be this horrific. That what you see on TV and on the internet is a mere spectacle that happens in other parts of the world, but that afternoon the sky was on fire and there was no escape. The faces of horror now look to me like figurines of that play where a man screamed driven by despair or paranoia or the horror happening in his head, but this time it is different, we witnessed it and I think we are about to die.
You would never imagine that a fireball would fall on your head. I look at it in ecstasy, a little perplexed, while the screams and detonations continue. I see the hallway where I thought I was taking shelter burning. Flames were rising from the rubble. And to think that a moment ago I was with Jenny talking about Orwell and the dystopias that are coming true everywhere in the world, but we never saw the apocalypse coming, it was always part of conspiracy theories and biblical ramblings, that “angels will come like locusts to devastate the earth and fire will come out of heaven...”
And fire is all that remains. It was a beautiful morning, like all mornings, with people walking down the street minding their own business while I waited for her sitting in that cafe. You never know when you're going to propose to the love of your life and when you're about to do it the end of the world comes. There is nothing more to say. We are under the ruins. All is ash and darkness. Follow the crackling of the fire, the war songs and the marching shoes. No one is safe. Just when you think life can be simpler or more horrible you find that there is no point of comparison to what is happening.
I intended to give her the ring. To look into her eyes and say those words so common but always so hard to say. While we were distracted talking about those everyday things mixed with literature and coffee, while I watched her hands holding her cup and her gaze lost among the people passing by, I saw a small gleam in her eyes, that one that always caught me as if in a reverie and made me lose the thread of what she wanted to say, I felt I could never stop looking at her, stay in her light, in her gaze, in her voice, so far away now, so lost, now that there is nothing left, while I walk through the ashes looking for a sign of her body.
Translated with DeepL.com (free version)