“SWEET SURPRISES”
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You rummage through your backpack until you find a piece of candy at the bottom that you thought was long lost. Its golden wrapper, miraculously intact, glistens seductively, inviting you to forget all rules of hygiene.
If archaeologists can unearth jars of honey from thousands of years ago in perfect condition. Surely you can take a chance on a sweet that has only been lying around since Christmas amid coins and keys.
Besides, if cellophane and waxed paper were still in use, it was because they had more than proved their worth in preserving the qualities expected of a sweet. Satisfied, and having checked one last time that there was no fluff on it, you remove the wrapper.
You remove the wrapper only to find that the sweet has turned into a paste, completely fused with it. Since there's no turning back and you refuse to throw it away, you start to suck on the sticky but tasty piece of paper. Only to look up and see the disapproving grimace of the conductor before asking for your ticket. Just the one thing missing from your rucksack before you stumbled upon the sweet.
VERSIÓN EN ESPAÑOL
"DULCES SORPRESAS"
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Rebuscas en tu mochila hasta que encuentras en el fondo un caramelo que creías perdido desde hace tiempo. Su envoltorio dorado, milagrosamente intacto, brilla seductor, invitándote a olvidar todas las normas de higiene.
Si los arqueólogos pueden desenterrar tarros de miel de hace miles de años en perfecto estado. Seguro que puedes arriesgarte con un caramelo que sólo ha estado tirado desde Navidad entre monedas y llaves.
Además, si el celofán y el papel encerado seguían utilizándose, era porque habían demostrado con creces su eficacia a la hora de preservar las cualidades que se esperan de un dulce. Satisfecho, y tras comprobar por última vez que no tenía pelusas, quitas el envoltorio.
Sólo para descubrir que el caramelo se ha convertido en una pasta, completamente fundida con él. Como no hay vuelta atrás y te niegas a tirarlo, empiezas a chupar el pegajoso pero sabroso trozo de papel. Sólo para levantar la vista y ver la mueca de desaprobación del revisor antes de pedirte el billete. Justo lo que faltaba en tu mochila antes de tropezar con el caramelo.