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Había una vez una niña llamada Lily, que era una bruja muy especial. Ella tenía el poder de controlar la luna y las estrellas, y podía hacer hechizos increíbles con su varita mágica. Ella vivía en una casa encantada, con su gato negro, su escoba voladora, y sus padres, que también eran brujos.
Lily amaba la magia, y le encantaba aprender cosas nuevas. Ella iba al colegio de brujas, donde tenía muchos amigos y profesores que la querían y la ayudaban. Ella disfrutaba de las clases de pociones, de encantamientos, de historia de la magia, y de otras materias. Ella siempre estaba atenta y participaba con entusiasmo.
Sin embargo, había algo que Lily no le gustaba nada: hacer la tarea. Ella pensaba que era aburrida y tediosa, y que le quitaba tiempo para jugar y divertirse. Ella prefería usar su magia para hacer otras cosas, como crear constelaciones, hacer trucos, o explorar el bosque. Ella siempre dejaba la tarea para el último momento, o la hacía de cualquier manera, sin esmerarse.
Un día, Lily tuvo que hacer una tarea muy importante, que valía mucho para su nota final. Era un trabajo sobre las fases de la luna, y cómo influían en la magia y en la vida de las brujas. Lily sabía que era un tema muy interesante, y que ella tenía mucho que decir al respecto, pero no le apetecía ponerse a hacer el trabajo. Ella pensó que podía hacerlo más tarde, y que no le llevaría mucho tiempo.
Así que, en vez de hacer la tarea, Lily se fue a jugar con su gato y su escoba. Ella se lo pasó muy bien, y se olvidó del tiempo. Cuando se dio cuenta, ya era de noche, y la luna brillaba en el cielo. Lily recordó que tenía que hacer la tarea, y se asustó. Ella corrió a su casa, y se puso a buscar información en sus libros y en su ordenador mágico. Pero era demasiado tarde. Lily no tenía tiempo suficiente para hacer un buen trabajo, y se dio cuenta de que había cometido un gran error.
Lily se sintió muy mal, y se arrepintió de no haber hecho la tarea antes. Ella sabía que había decepcionado a sus padres, a sus profesores, y a sí misma. Ella también sabía que había desperdiciado una oportunidad de aprender más sobre su poder y su pasión. Ella se prometió que nunca más volvería a dejar la tarea para el final, y que siempre haría su mejor esfuerzo.
Al día siguiente, Lily fue al colegio, y entregó su trabajo. Ella sabía que no estaba bien hecho, y que su nota sería baja. Ella se preparó para recibir una reprimenda de su profesora, y una burla de sus compañeros. Pero, para su sorpresa, eso no ocurrió. Su profesora la llamó al frente, y le dijo que había visto su trabajo, y que le había gustado mucho. Ella le dijo que había notado su creatividad, su originalidad, y su amor por la luna. Ella le dijo que había visto su potencial, y que estaba orgullosa de ella.
Lily no podía creer lo que oía. Ella pensó que su profesora se había equivocado, o que le estaba haciendo una broma. Ella le preguntó cómo era posible que le hubiera gustado su trabajo, si lo había hecho a las prisas, y sin ponerle atención. Su profesora le sonrió, y le dijo que había una razón muy especial para eso. Ella le dijo que esa noche había sido una noche mágica, una noche de luna llena. Y que, gracias a eso, la magia de Lily había actuado por sí sola, y había mejorado su trabajo. Ella le dijo que la luna había querido premiar a Lily por ser su hija, y por tener su don.
Lily se quedó boquiabierta, y se sintió muy feliz. Ella miró a la luna, que se asomaba por la ventana, y le dio las gracias. Ella también le dio las gracias a su profesora, y a sus compañeros, que la aplaudieron y la felicitaron. Lily se dio cuenta de que había tenido mucha suerte, y que no siempre sería así. Ella se dio cuenta de que no podía confiar solo en su magia, y que tenía que esforzarse y hacer la tarea siempre. Ella se dio cuenta de que hacer la tarea era una forma de respetar a sus padres, a sus profesores, y a sí misma. Ella se dio cuenta de que hacer la tarea era una forma de aprender más sobre la magia, y sobre el mundo.
Lily se convirtió en una niña más responsable y aplicada, que seguía amando la magia, y que quería ser una gran bruja. Ella siempre hacía la tarea, y la hacía bien. Ella también seguía jugando y divirtiéndose, pero sin descuidar sus estudios. Ella encontró el equilibrio entre el trabajo y el ocio, y se sintió más feliz y más plena.