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Había una vez, en un mundo de fantasía llamado Zhen, un niño llamado Liang que soñaba con ser un gran héroe. Liang vivía con su abuelo, un anciano sabio y bondadoso que le contaba historias sobre las aventuras de los antiguos guerreros de Zhen. Liang admiraba a su abuelo, pero también sentía curiosidad por explorar el mundo por su cuenta.
Un día, Liang encontró en el bosque una espada mágica que pertenecía a uno de los héroes legendarios de Zhen. La espada le habló a Liang y le dijo que tenía el potencial de convertirse en un héroe, pero que debía pasar una serie de pruebas para demostrar su valor. Liang, emocionado, aceptó el desafío y se dispuso a seguir las instrucciones de la espada.
La primera prueba consistía en escalar una montaña muy alta, donde se encontraba un templo sagrado. Liang se armó de valor y comenzó a subir, pero pronto se dio cuenta de que la montaña estaba llena de peligros: rocas que caían, animales salvajes, vientos fuertes y nieve. Liang se sintió tentado de rendirse, pero la espada le animó a seguir adelante y le dijo que la recompensa valía la pena.
Liang logró llegar al templo, donde le esperaba un anciano monje que le felicitó por su hazaña. El monje le dijo que él era el guardián del templo y que tenía una pregunta para él. El monje le preguntó a Liang qué era lo más importante en la vida. Liang pensó en su abuelo y en las historias que le contaba, y respondió que lo más importante era el amor y el respeto por los mayores, que eran los que nos enseñaban el camino. El monje sonrió y le dijo que había respondido correctamente, y que había pasado la primera prueba.
La segunda prueba consistía en cruzar un desierto muy árido, donde se encontraba una ciudad espléndida. Liang se preparó para el viaje y comenzó a caminar, pero pronto se dio cuenta de que el desierto estaba lleno de dificultades: calor, sed, arena, espejismos y bandidos. Liang se sintió agotado, pero la espada le alentó a continuar y le dijo que la gloria le esperaba.
Liang logró llegar a la ciudad, donde le recibió un joven príncipe que le elogió por su proeza. El príncipe le dijo que él era el gobernante de la ciudad y que tenía un regalo para él. El príncipe le ofreció a Liang una bolsa llena de oro y joyas, y le dijo que podía quedarse en la ciudad y disfrutar de sus riquezas. Liang se sintió tentado, pero recordó a su abuelo y a las lecciones que le había dado, y rechazó el regalo. Le dijo al príncipe que el dinero no era lo más importante, y que prefería volver con su abuelo y compartir con él sus experiencias. El príncipe se sorprendió y le dijo que había elegido sabiamente, y que había pasado la segunda prueba.
La tercera y última prueba consistía en entrar en un bosque muy oscuro, donde se encontraba un dragón temible. Liang se armó de coraje y entró en el bosque, pero pronto se dio cuenta de que el bosque estaba lleno de terror: sombras, gritos, trampas y monstruos. Liang se sintió aterrado, pero la espada le infundió valor y le dijo que el destino le llamaba.
Liang logró llegar al dragón, que le desafió a un combate. El dragón le dijo que él era el guardián del bosque y que tenía un secreto para él. El dragón le reveló que la espada que Liang llevaba era en realidad una espada maldita, que buscaba un portador que la usara para sembrar el caos y la destrucción en el mundo. El dragón le dijo a Liang que tenía dos opciones: o luchar contra él y morir, o unirse a él y dominar el mundo. Liang se quedó atónito, pero recordó a su abuelo y a los valores que le había inculcado, y reaccionó con rapidez. Tiró la espada al suelo y le dijo al dragón que no quería ser un héroe a costa de hacer el mal, y que prefería ser un niño bueno que respetaba a sus mayores y a su mundo. El dragón se quedó impresionado y le dijo que había actuado con nobleza, y que había pasado la tercera y última prueba.
Entonces, el dragón, el príncipe, el monje y el abuelo de Liang aparecieron ante él y le dijeron que todo había sido una prueba para ver si era digno de ser un héroe. Le dijeron que la espada era en realidad una espada bendita, que solo podía ser usada por alguien que tuviera un corazón puro y una mente sabia. Le dijeron que Liang había demostrado tener esas cualidades, y que por eso le habían elegido como el nuevo héroe de Zhen. Le dijeron que le esperaban muchas aventuras, pero que nunca olvidara lo que había aprendido: que el respeto por los mayores era la base de la sabiduría, y que la sabiduría era la clave para ser un héroe.
Liang se sintió feliz y agradecido, y abrazó a su abuelo, que le dijo que estaba muy orgulloso de él. Luego, Liang tomó la espada y se dispuso a vivir sus sueños, pero siempre recordando lo que su abuelo le había enseñado.