Los dedos de Lily temblaban mientras sujetaba el frío pomo de metal de la puerta. Las voces amortiguadas desde dentro de la sala de juntas se filtraban a través de la pesada puerta de roble, cada palabra indistinta alimentando la ansiedad en su estómago. Cerró los ojos, respiró hondo y empujó la puerta.
Seis pares de ojos se volvieron hacia ella al entrar. La mesa de conferencias se extendía ante ella como un vasto desierto pulido. En su cabecera se encontraba William Harrington, CEO de Pinnacle Innovations, con la mirada fija en ella. La garganta de Lily se contrajo.
"Señorita Morgan," la voz de Harrington cortó el silencio. "Tiene exactamente diez minutos para convencernos de por qué no deberíamos cancelar todo su departamento."
Lily asintió, tratando de calmar su corazón acelerado. Había preparado este momento durante semanas, ensayando su presentación hasta que las palabras fluían como un mantra. Pero ahora, enfrentada a las miradas expectantes de la junta, su discurso cuidadosamente elaborado se desvaneció.
"¿Bueno?" Harrington alzó una ceja, con impaciencia estampada en su rostro.
La mente de Lily corría a mil por hora. En ese momento, tomó una decisión que alteraría el curso de su carrera—y su vida. Abandonó sus notas preparadas y habló desde el corazón.
"Señor Harrington, miembros estimados de la junta," comenzó, con una voz sorprendentemente firme. "No estoy aquí para aburrirlos con gráficos y proyecciones. En cambio, quiero contarles una historia."
Notó un destello de interés en los ojos de Harrington, apenas perceptible pero presente.
"Cuando era niña, mi abuelo me llevó a ver a un artista callejero en Roma," continuó Lily. "Este hombre no hacía malabares ni acrobacias. Manipulaba el fuego. Con nada más que unas pocas antorchas y sus manos desnudas, creaba arte que se quemó en mi memoria."
Las manos de Lily se movían mientras hablaba, pintando imágenes en el aire. "Hacía danzar las llamas, girando y saltando en arcos imposibles. Pero lo que más me impactó no fue el espectáculo—fue la admiración silenciosa de la multitud. En ese momento, no éramos extraños en una esquina de la calle. Estábamos unidos en la maravilla."
Hizo una pausa, mirando a cada miembro de la junta a su vez. "Eso es lo que hace nuestro departamento. No solo creamos productos; encendemos la imaginación. Forjamos conexiones. En un mundo cada vez más dividido, reunimos a las personas a través de experiencias compartidas de asombro e innovación."
Harrington se inclinó hacia adelante, su interés ahora era inconfundible. "¿Y cómo se traduce esto en nuestro balance, señorita Morgan?"
Lily sonrió. "Porque la maravilla es contagiosa, señor Harrington. Es contagiosa. Las personas se apasionan por ella. Cuando los clientes compran nuestros productos, se convierten en defensores de nuestra marca. Comparten nuestra historia porque se convierte en la suya."
Sacó un objeto cilíndrico de su bolso. “Más que otro dispositivo, este prototipo es,” dijo, “una pequeña chispa que encenderá una tormenta de creatividad y conexión en todo el mundo.”
Con un giro de su pulgar, el dispositivo cobró vida. Una llama holográfica sobre él proyectó una luz cálida que llenó la habitación. Los miembros de la junta se inclinaron mientras sus rostros se bañaban en el resplandor inquietante.
“Imaginen millones de estos conectados,” susurró Lily. “Cada uno un faro a través del cual las personas pueden intercambiar momentos, recuerdos y aspiraciones en todo el mundo. Esto no es solo tecnología; es un puente entre corazones y mentes.”
Hubo silencio durante un largo momento antes de que Harrington aclarara su garganta. “Esa es una perspectiva bastante interesante, señorita Morgan. Pero, ¿cómo puede asegurar que esta ‘tormenta de fuego’ se traduzca en ganancias?”
Lily lo miró firmemente. “Porque el fuego, señor Harrington, cambia todo lo que toca. No estamos solo creando productos; estamos encendiendo una revolución en la conexión humana. Y las revoluciones, como sabe, pueden ser bastante rentables para aquellos lo suficientemente valientes para liderarlas.”
Los ojos de Harrington parecían girar con pensamientos. Un escalofrío de emoción recorrió a los otros miembros de la junta.
“Está asumiendo un gran riesgo aquí, señorita Morgan,” dijo Harrington lentamente. “Es poco convencional—su desviación de sus notas preparadas; hablar sin guion.”
Su corazón latía con fuerza, pero su voz se mantuvo firme. “A veces, señor Harrington, hay que arriesgarse a quemarse para entender verdaderamente el poder del fuego.”
Harrington intentó una sonrisa que no llegó a sus ojos. “Sí.” Miró su reloj antes de agregar, “Bueno, señorita Morgan, puedo decir que sus diez minutos han terminado. La junta necesitará tiempo para discutir esto más a fondo.”
Lily reunió sus cosas y asintió mientras se levantaba de su asiento, enfrentando a Harrington.
“Oh, y por cierto, señorita Morgan...” Lily se detuvo al oírlo llamar.
“También espero recibir una propuesta completa para el viernes,” dijo Harrington mientras Lily se dirigía a la salida, cerrando la puerta detrás de ella.
Dejó escapar un suspiro tembloroso después de cerrar la puerta y esperó que nadie hubiera notado sus nervios.
Mientras caminaba por el pasillo, no pudo evitar sonreír. Recordó a ese artista callejero en Roma, y cómo había usado solo antorchas de fuego y valentía para crear magia. Hoy había hecho algo similar.
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