Tan pronto la vi, supe que al menos debía hacer el intento por sacarle algo.
Vi que tenía la opción a un caffe expreso con leche, por tan solo 4 riais. Pero al ser la primera vez que la veía, tenía temor de tocar un par de número y dañarla, así que el temor pudo más que el deseo.
Llamé esposita:
—¿Quieres café amor? — Pregunté intentando animarme y darle a los números.
—Ujum— Respondió, mientras intentaba conciliar el sueño.
El simple deseo por probar un café de estas máquinas se hizo cada vez más intenso, pero, aunque tenía el motivo, me seguía invadiendo el temor por hacer algo incorrecto.
Ella tuvo que levantarse, casi tomarme de la mano, y entonces leer las instrucciones, para entonces pedir la orden.
Fue más sencillo de lo que creímos, y la majestuosa máquina hacia esos ruidos típicos de ella, mientras nuestros ojos brillaban pensando en lo rico, o decepcionante que podía ser la experiencia.
—Sua orden está lista — Se leyó en su pantalla.
Y vaso de 150ml con el rico líquido aún humeando salió desde sus entrañas.
Aparentemente, Papeliê es la marca que la distingue.
Un par de sorbos trajo la sorpresa que hizo que le hiciera la pregunta a mi esposa:
—¿Pediste azúcar amor? — En efecto, yo ví cuando marcó la cantidad necesaria, después de todo, no soy amante de un café sin azúcar.
Mezclamos el líquido de un lado a otro, quizás la azúcar se había quedado en el fondo, y solo era cuestión de remover, pero después de muchos intentos... Tan solo teníamos el delicioso líquido desabrido.
Me intrigó mucho, no entendía como podía ser posible, tampoco quería tirarlo a la basura.
Para intentar ver el problema, pedí otro café con leche, está vez, verifique la cantidad de azúcar que quería, después de todo, ahora debíamos untar ambos vasos para que se sintiera el sabor dulce.
Pero, nuevamente sucedió. Sin azúcar.
Pensé en qué el maquinista se le olvidó colocarlo en la máquina, pero fuera como fuera, ya el café se estaba enfriando.
Momento de luz
—Amor, yo guarde algo de azúcar en el envase con tapa azul, ¿Dónde quedó? — La voz de mi querida sonó como el de los angeles, pues de ser cierto, teníamos la solución al dilema.
Antes de ello, me atreví a dar un par de sorbos, pero el desagrado persistía.
Y entonces brilló, la luz. Rápidamente busqué el envase, y justo allí, en una bolsita, se encontraba lo que calmaría nuestra necesidad, y lo que hizo que al final disfrutáramos del exquisito café con leche.
Además, saboreé la victoria contra la máquina de expresos 😁😁😁
Ismael D. Rodríguez
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