La muerte llegó al mundo una tarde de otoño. Vestida de negro y con una sonrisa triste en el rostro, caminó por los senderos del bosque, observando a los seres vivos que la rodeaban con detenimiento. Era una presencia inevitable, pero también necesaria.
Así pasaron los días, y la muerte se convirtió en una compañera habitual de aquellos que habitaban el bosque. Los animales la saludaban con respeto, sabiendo que su llegada significaba el fin de su existencia, pero también el inicio de un nuevo ciclo en la vida.
Pero un día, la muerte decidió abandonar el bosque y adentrarse en la ciudad. Allí, se encontró con un hombre anciano, que la observaba con temor y desesperación. La muerte se acercó a él y le susurró al oído: "No tengas miedo, soy tu amiga, estoy aquí para llevarte al otro lado".
El anciano la miró a los ojos y, sin decir una palabra, extendió su mano hacia ella. Juntos, caminaron por las calles de la ciudad, deteniéndose de vez en cuando para contemplar el mundo que habían dejado atrás. La muerte le hablaba con dulzura, recordándole los buenos momentos de su vida, las personas que había amado y los sueños que había cumplido.
Finalmente, llegaron a un lugar tranquilo, donde la muerte se detuvo y se volvió hacia el anciano. "Es hora de que te vayas", le dijo. El anciano asintió, aceptando su destino con resignación. Pero antes de partir, le preguntó a la muerte: "¿Por qué eres tan amable conmigo? ¿No te da miedo que te odie por lo que haces?"
La muerte sonrió con tristeza. "No soy amable contigo porque quiera caerte bien. Lo hago porque sé lo difícil que es despedirse de la vida. También sé que, aunque no lo creas, tu partida es necesaria para que otros puedan vivir. No tengo miedo a que me odies, porque sé que al final comprenderás mi papel en el mundo".
El anciano asintió, aceptando sus palabras con humildad. Tomó la mano de la muerte y juntos, se adentraron en la luz que brillaba en el horizonte. La muerte, silenciosa y solitaria, continuó su camino, sabiendo que su labor era indispensable para el equilibrio del mundo.
Así, la muerte se convirtió en una presencia inevitable, pero también en una compañera inesperada. La vida y la muerte caminaban juntas, en un eterno ciclo de renacimiento y despedida. Y así seguiría siendo, mientras existieran los seres vivos en el mundo.
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Death came into the world one autumn afternoon. Dressed in black and with a sad smile on her face, she walked along the forest paths, watching the living beings around her closely. It was an unavoidable presence, but also a necessary one.
Thus the days passed, and death became a regular companion of those who inhabited the forest. The animals greeted it with respect, knowing that its arrival meant the end of their existence, but also the beginning of a new cycle in life.
But one day, death decided to leave the forest and enter the city. There, she encountered an old man, who watched her with fear and despair. Death approached him and whispered in his ear, "Do not be afraid, I am your friend, I am here to take you to the other side."
The old man looked into her eyes and, without a word, extended his hand to her. Together, they walked through the streets of the city, stopping from time to time to contemplate the world they had left behind. Death spoke sweetly to her, reminding her of the good times in her life, the people she had loved and the dreams she had fulfilled.
Finally, they came to a quiet place, where Death stopped and turned to the old man. "It's time for you to go," he said to him. The old man nodded, accepting his fate with resignation. But before leaving, he asked Death, "Why are you so kind to me, aren't you afraid I'll hate you for what you do?"
Death smiled sadly. "I'm not being nice to you because I want you to like me. I'm doing it because I know how hard it is to say goodbye to life. I also know that, believe it or not, your leaving is necessary for others to live. I am not afraid that you will hate me, because I know that in the end you will understand my role in the world."
The old man nodded, accepting her words with humility. He took Death's** hand and together, they stepped into the light shining on the horizon. Death, silent and solitary, continued on his way, knowing that his work was indispensable to the balance of the world.
Thus death became an inevitable presence, but also an unexpected companion. Life and death walked together, in an eternal cycle of rebirth and farewell. And so it would continue to be, as long as living beings existed in the world.
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