Era un día cualquiera, iba caminando al trabajo, de pronto me detuve viendo una escena de una madre con sus dos hijos pidiendo dinero en una esquina, reviso mis bolsillos y solo tenía unas cuantas bolas de pelusa, aquella mujer me extendió la mano y yo solo sacudiendo mis bolsillos, ella sonreía, de pronto se me vinieron a la mente otras escenas con esa mujer como si fuera un sueño veloz, la mujer estaba con sus hijos en el parque y hacían picnic. Los niños sonreían, no estaban tristes como los veía ahora mismo, sobre su toalla una cesta con alimentos y bebidas, todo eso paso por mis ojos en cuestiones de segundos, no podía entender porque eso habría pasado, primera vez que veía aquella mujer, yo me disculpe por no tener siquiera una moneda, ella seguía sonriendo.
Los siguientes días, aseguraba de tener unas cuantas monedas para darle, o alguna frutilla, ella estaba agradecida con lo poco que yo le podía dar, pues igual mi trabajo no me daba para mucho.
Han pasado los días y ya la señora no pedía dinero sino que vendía algunos caramelos, luego fue incrementando la variedad de artículos que vendía hasta ver que tenía una pequeña mesa, ya el periódico no le faltaba, revistas y demás, podía pasar y me ofrecía una pequeña silla y un vasito de café, era sorprendente como había crecido su negocio.
Hasta que una mañana de fin de semana pase por el parque de la ciudad y allí estaba ella con sus dos hijos disfrutando en el parque. Y quede sorprendido como aquello que parecía Déjà vu se convirtió en realidad.
Vemos cómo podemos surgir en la vida desde lo más simple, no nos permitamos quedarnos más estancados, avanzar y crecer es lo queda por hacer por los nuestros y por nosotros.
Un abrazo, hasta pronto.