Mi historia como emigrante, empezó en el mismo momento en que me monté en un avión para ir a Republica Dominicana, a grabar parte de la película que realicé como productora. Hasta entonces, en ningún momento pasó por mi cabeza la idea de dejar mi país, para erradicarme en otro lugar.
El hecho de ver otras realidades, similares pero distintas a las que estaba acostumbrada, me puso a pensar si me encontraba en el lugar correcto: y desde entonces, la respuesta siempre fue...NO. Pero no por el hecho de estar inconforme del todo, pues a mi país le debo tantas cosas, solo que a mi alma le faltaba algo, y era ese sacudón para re amoldarse y crecer, y eso no lo iba a encontrar quedándome en el mismo lugar.
A partir de ese abrir de ojos, sabía que mi alma era nómada, como la de nuestros ancestros que iban cambiando de ambientes, buscando un lugar que les ofreciera algo mejor, cuando los recursos se terminaban. En mi caso, estos seguían a mi alcance, pero le faltaba la adrenalina que producen los cambios.
Quizás por eso, mi habitación cada semana cambiaba su aspecto: movia muebles, pintaba murales, empezaba colecciones (o las desechaba), solo que luego de mucho, ya las opciones de cambio se limitaron. Había que salir al exterior.
De ese viaje, recuerdo haber llorado en el aeropuerto, luego de una ardua semana de grabaciones en Santo Domingo, pues ¡no quería volver! pero mis compañeros me llevaron casi obligada a la puerta del avión, ya que había una película que terminar.
Igual, para aquel momento, en mi cabeza no estaba pautado ese cambio tan radical, pero si quedó sembrada la semilla de la aventura, para en algún momento emprender el vuelo hacia otras tierras, otras culturas y por supuesto, nuevas experiencias.
Emigrar es un proceso común, pero no todos están preparados para asumirlo, pues implica cambios no solo en el exterior, sino también por dentro, de esos que te llevan a cuestionar si era lo correcto, si podrás con todo el cambio y qué eres capaz de sacrificar por probar algo diferente.
Es, además, un duelo con todas sus fases, pues no es lo mismo irse de turismo que irse para siempre, pero eso lo aprendes en el camino, y duele, pero siempre estarás ante la bifurcación entre seguir adelante y descubrir lo nuevo o retroceder hacia lo que ya conocías, aunque fuera doloroso.
Muchos años después de esa experiencia, un día 9 de enero, me encontraba nuevamente en el aeropuerto, con una pequeña maleta, saliendo de mi país, esta vez con un desafío más grande: emigrar a un sitio del que no conocía su idioma... pero esa historia se las contaré más adelante.
My story as an immigrant began the moment I boarded a plane to go to the Dominican Republic to film part of the movie I produced. Until then, the idea of leaving my country and settling elsewhere had never crossed my mind.
Seeing other realities, similar but different from what I was accustomed to, made me ponder if I was in the right place. And since then, the answer has always been...NO. Not because I was entirely dissatisfied, as I owe my country so much, but my soul was lacking something, a shake-up to readjust and grow, which I wouldn't find by staying in the same place.
From that moment of enlightenment, I knew my soul was nomadic, like our ancestors who moved through different environments, seeking a place that offered something better when resources ran out. In my case, the resources were still available, but I lacked the adrenaline that changes bring.
Perhaps that's why my room had a different look every week: rearranging furniture, painting murals, starting collections (or discarding them), but after a while, the options for change became limited. It was time to venture abroad.
I remember crying at the airport after a strenuous week of filming in Santo Domingo because I didn't want to go back! But my colleagues almost forcibly escorted me to the airplane gate since there was a movie to finish.
Even then, such a radical change was not planned in my mind at that moment, but the seed of adventure was planted, ready to someday take flight to other lands, other cultures, and of course, new experiences.
Emigrating is a common process, but not everyone is ready to embrace it as it involves changes not only externally but also internally, leading you to question if it was the right decision, if you can handle all the changes, and what you are willing to sacrifice to try something different.
It's also a grieving process with all its stages, as leaving for a vacation is not the same as leaving forever. You learn this along the way, and it hurts, but you will always face the choice between moving forward to discover the new or retreating to what you already knew, even if it was painful.
Many years after that experience, on a January 9th, I found myself at the airport again with a small suitcase, leaving my country, this time with a bigger challenge: immigrating to a place where I didn't know the language... but that story will be told another time.
Foto/Photo by: Anna Gru, Whiter Field Photo and Jake Blucker (all from Unsplash)
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
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Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
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