Hola apreciada comunidad de Motherhood un gusto enorme estar de nuevo por aca para hablar de mis vivencias como padre, hoy compartiendo lo vivido al ver los berrinches de mis hijos.
La vida con nuestros hijos es un viaje lleno de sorpresas, aprendizajes y, por supuesto, desafíos. Uno de los retos más grandes que enfrenté como padre fue la “fase del berrinche”. Esos momentos en que mis hijos se derrumbaban en un mar de emociones eran difíciles de manejar, pero con el tiempo, se convirtieron en oportunidades para enseñarles sobre la autoregulación y la empatía.
Hello dear Motherhood community, it's a great pleasure to be here again to talk about my experiences as a parent, today sharing what I experienced when I saw my children's tantrums.
Life with our children is a journey full of surprises, learning and, of course, challenges. One of the biggest challenges I faced as a parent was the "tantrum phase". Those moments when my children would break down in a sea of emotions were difficult to handle, but over time, they became opportunities to teach them about self-regulation and empathy.
Los berrinches en casa comenzaron como una serie de eventos caóticos. Cada uno era una batalla, un enfrentamiento entre la voluntad de mis hijos y mi paciencia. Pero pronto me di cuenta de que la clave no era luchar, sino guiar. Aprendí a respirar hondo, a mantener la calma y a convertirme en el faro de tranquilidad que mis hijos necesitaban.
Implementé técnicas como la “zona de tranquilidad”, un espacio dedicado en nuestra casa donde mis hijos podían ir a calmarse. Allí, en medio de cojines y libros, podían hacer una pausa y reflexionar sobre sus emociones. También establecimos rutinas que incluían tiempo para hablar sobre nuestros sentimientos, lo que nos ayudó a todos a entender mejor nuestras emociones y a comunicarnos de manera más efectiva.
The tantrums at home began as a series of chaotic events. Each one was a battle, a confrontation between my children's will and my patience. But I soon realized that the key was not to fight, but to guide. I learned to take a deep breath, to stay calm and to become the beacon of calm that my children needed.
I implemented techniques such as the "quiet zone," a dedicated space in our home where my children could go to calm down. There, amid cushions and books, they could pause and reflect on their emotions. We also established routines that included time to talk about our feelings, which helped us all better understand our emotions and communicate more effectively.
Los berrinches en público ponían a prueba mi resiliencia de una manera diferente. La presión de las miradas de los demás añadía una capa extra de estrés. Sin embargo, me mantuve firme en mis principios. Me agachaba al nivel de mis hijos, les ofrecía mi mano y les recordaba que estaba allí para ellos, sin importar el lugar o la situación.
Con el tiempo, mis hijos aprendieron a confiar en que podían acudir a mí cuando se sentían abrumados. Esta confianza mutua nos permitió manejar los berrinches en público con mayor facilidad y menos lágrimas.
ublic tantrums tested my resilience in a different way. The pressure from the stares of others added an extra layer of stress. However, I stuck to my principles. I would bend down to my children's level, offer them my hand and remind them that I was there for them, no matter the place or situation.
Over time, my children learned to trust that they could come to me when they felt overwhelmed. This mutual trust allowed us to handle tantrums in public with greater ease and fewer tears.
A medida que pasaban los meses, los berrinches se hicieron menos intensos y más manejables. Mis hijos empezaron a comprender que sus emociones no necesitaban ser explosiones volcánicas, sino que podían ser como olas que vienen y van. Les enseñé técnicas de respiración y les mostré cómo usar sus palabras para expresar lo que sentían.
Este viaje nos enseñó a todos en la familia sobre la paciencia, la comprensión y el amor incondicional. Los berrinches, que una vez parecían interminables, ahora son solo una parte de nuestro pasado. Hemos aprendido juntos que cada emoción tiene su lugar y que cada desafío es una oportunidad para crecer.
As the months passed, the tantrums became less intense and more manageable. My children began to understand that their emotions did not need to be volcanic explosions, but could be like waves that come and go. I taught them breathing techniques and showed them how to use their words to express what they were feeling.
This trip taught all of us in the family about patience, understanding and unconditional love. The tantrums, which once seemed endless, are now just a part of our past. We have learned together that every emotion has its place and that every challenge is an opportunity to grow.
Ahora que mis hijos son adolescentes, nos reímos de esos sucesos, pero me da gusto cuando se expresan diciendo que a pesar de lo que pasó no los traté mal, claro, mi paciencia estaba al límite, pero cuando los escucho me da un alivio haber soportado todo eso, así sabrán manejar esas situaciones cuando tengan la dicha de ser padres.
Now that my children are teenagers, we laugh about those events, but I am happy when they express themselves by saying that despite what happened I did not treat them badly, of course, my patience was at the limits, but when I hear them it gives me a relief to have endured all that, so they will know how to handle those situations when they have the joy of being parents.
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Imágenes generadas con AI Dall-E 3
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