Frituras (de lentejas)
Así lucían las lentejas después de estar sumergidas 6 horas en agua. Las escurrió, y las puso en la licuadora. Agregó algunos condimentos: ajo, cebolla, ají, comino, perejil. También un poco de caldo de pollo.
Entonces todo cambió. Mientras batía, su cabeza comenzó a dar vueltas y más vueltas. De un pensamiento pasaba a otro como si hubiera colocado fichas de dominó formando una espiral y al más mínimo roce…
Sin embargo, no era tan rápido, tomaba tiempo el golpe, la reacción, morder el polvo y así con cada una de las fichas. ¿Quién las pondría de pie ahora?
"No tengo tiempo para esta tontería", dijo, y todo se detuvo.
Los pensamientos iban a un día concreto, domingo. A un instante en particular, el roce suave y fresco de la yerba en su espalda y brazos. Una visión, cielo estrellado. Una persona, Danielle.
Esas escapadas a las ruinas eran su tesoro. Solo tenían que estar un rato allí para que ocurriera la magia entre los astros. Unas veces todo sucedía en silencio; otras, se sumergían en una conversación que podría parecer casual, pero había muchísimo más en ese manojo de palabras.
"Un día voy a comprar este lugar", dijo Beatriz.
"Sí, por supuesto, si no lo compran antes". Respondió Danielle, con una risita burlona.
"Incluso si lo compraran antes, tendría la posibilidad de comprarlo otra vez, ¿no crees?"
"Pues... oh, no me había dado cuenta de eso", reaccionó la chica alargando las palabras como si fueran un chicle, a lo que la otra respondió volteándose un poco sobre su brazo izquierdo para comenzar la batalla de las cosquillas.
En esto Danielle siempre salía perdiendo. Ya Beatriz estaba completamente sobre ella y la sometía con gran habilidad, mientras que la mano que le quedaba libre se movía ágilmente, alternando entre varios puntos del cuerpo de su presa, allí donde sabía que aquella no podría soportar.
"Suéltame Bea, por favor". Imploraba Danielle, pero con tanta risa que parecía disfrutarlo.
Haciendo torpes intentos por zafarse, a ratos lograba, que la otra cayera, pero era más rápida y se incorporaba de nuevo.
"No abuses, te di…go que… me sueltes".
Y así, a veces ni se le entendía. Las dos jadeaban. Era ya difícil respirar entre el esfuerzo y las risas, hasta que Bea decidió dejarla en paz y volver a tenderse en la hierba. Danielle no tenía ya aliento y aún en ese estado maldijo:
-¡Qué mal me cae cuando haces esto!, te he dicho que no juegues así. Mira como me dejas, colorada, sin sentido… te odio.
"Nananana… mira lo relajadita que estás."
Danielle se volteó sobre su brazo derecho y la abofeteó.
Bea, sorprendida, se tocó la cara hirviendo y alcanzó a decir: "Te la voy a dejar pasar."
Ambas echaron a reír al unísono.
"Mira, mira allí van", señaló Danielle, emocionada, a los dos corceles blancos que acababan de aparecer en el cielo.
Eran siluetas de luces, que por momentos brillaban más e iban opacándose para de inmediato volver a encenderse.
Llevaban unos meses viéndolos. Esperando su aparición en el manto estrellado de la noche. Cada domingo, sin falta.
"Me pregunto si siempre estuvieron allí, o solo llegaron la primera noche que descubrimos estas ruinas", habló Beatriz.
Danielle se puso de pie. Observó las paredes ásperas, pero cálidas y conocidas. Se acercó a una de ellas y dejó que su mano acariciara brevemente las piedras.
"Es nuestro secreto. Nadie más puede saberlo."
Beatriz también se puso de pie, pero con un poco más de calma. Se sacudió un poco los brazos, el pantalón, la blusa… y fue hasta donde la esperaba su amiga.
"Por supuesto que es nuestro secreto."
Las cosas que pasaron después ya no tienen ningún sentido.
Hoy es jueves. Danielle no fue a las ruinas el domingo, ni respondió las llamadas de Beatriz. El tiempo parece un chicle. Las lentejas batidas ya están listas para ponerlas en la manteca caliente. Y quizás esta historia pueda continuar, pero ya he perdido el interés de escribirla, por ahora.
This is what the lentils looked like after being soaked in water for 6 hours. She drained them and put them in the blender. Added some seasonings: garlic, onion, chili, cumin, parsley. Also a little bit of chicken broth.
Then everything changed. While blending, her head started spinning and spinning. One thought led to another as if they had set up dominoes forming a spiral and with the slightest touch...
However, it wasn't that fast, it took time for the hit, the reaction, to bite the dust and so on with each of the dominoes. Who would put them back up now?
"I don't have time for this nonsense", she said, and everything stopped.
Her thoughts went to a specific day, Sunday. To a particular moment, the soft and fresh touch of grass on her back and arms. A vision, a starry sky. A person, Danielle.
Those getaways to the ruins were their treasure. They only had to be there for a while for the magic to happen among the stars. Sometimes everything happened in silence; other times, they immersed themselves in a conversation that might seem casual, but there was so much more in that bunch of words.
"One day I'm going to buy this place", Beatriz said.
"Yes, of course, if someone doesn't buy it before you", Danielle replied with a mocking laugh.
"Even if someone bought it before, I would have the chance to buy it again, don't you think?"
"Well... oh, I hadn't thought of that", the girl reacted, stretching out the words as if they were gum, to which the other responded by turning a little on their left arm to begin the tickle battle.
Danielle always lost in this. Beatriz was already completely on top of her and subjected her with mastery, while the hand that remained free moved quickly, alternating between various points on her prey's body, where she knew she couldn't stand it.
"Let me go, Bea, please", Danielle pleaded, but with so much laughter that it seemed like she was enjoying it.
Making clumsy attempts to get away, at times she managed to make Bea fall, but she was faster and got up again.
"Don't abuse me, I'm telling you, let me go."
And so, sometimes she couldn't even be understood. Both were panting. It was already difficult to breathe between the effort and the laughter, until Bea decided to leave her alone and lie back down in the grass. The other had no more breath and even in that state cursed:
"I hate it when you do this! I've told you not to play like this. Look how you leave me, red like a tomato, senseless... I hate you."
"Nananana... look how relaxed you are". Danielle turned over on her right arm and slapped her.
Bea, surprised, touched her boiling face and managed to say: "I forgive you".
Both laughed in unison.
"Look, look, there they go". Danielle pointed excitedly to the two white horses that had just appeared in the sky.
They had been seeing them for a few months. Waiting for their appearance in the starry mantle of the night. Every Sunday, without fail.
"I wonder if they were always there, or just arrived the first night we discovered these ruins", Beatriz spoke.
Danielle stood up. She looked at the rough, but warm and familiar walls. She approached one of them and let her hand briefly caress the stones.
"It's our secret. No one else can know."
Beatriz also stood up, but with a little more calm. She shook her arms, pants, blouse... and went to where her friend was waiting.
"Of course it's our secret."
The things that happened afterwards no longer make any sense.
Today is Thursday. Danielle didn't go to the ruins on Sunday, nor did she answer Beatriz's calls. Time seems like gum. The blended lentils are now ready to be put in the hot butter. And perhaps this story can continue, but I have lost interest in writing it, for now.