Quizá era el diablo
Aquella noche, al igual que otras ocasiones, se celebraba una fiesta en la casa de mi padre, el senador Jone. El ambiente apestaba a perfume y alcohol. Las risas hipócritas eran las habituales, pero había una joven que no pude dejar de asombrarme por su belleza. De repente, en ese instante, señaló con el dedo a alguien. Cuando lo vio, su cara cambió por completo, era una cara llena de terror.
No entendía lo que había visto, pero su reacción me perturbó profundamente. Decidí investigar y seguir al hombre que había provocado tanto miedo en su rostro. Me escabullí entre la multitud, intentando no perderle de vista. Salió de la casa y se adentró en el bosque cercano. Algo en mi interior me decía que debía rastrearle, aunque cada paso que daba me llenaba de una sensación de peligro inminente.
El bosque estaba oscuro y silencioso, salvo por el crujido de las hojas bajo mis pies. De repente, el hombre se detuvo y se volvió hacia mí. Su rostro estaba pálido y sus ojos, vacíos, parecían atravesarme. Un escalofrío me recorrió el cuerpo.
—¿Por qué me sigues?—preguntó con una voz que parecía venir de otro mundo.
—Quiero saber quién eres y qué haces aquí —respondí, intentando mantener la calma.
Sonrió, era una sonrisa que le llegaba a los ojos. «No deberías haber venido», dijo, y en ese momento, las sombras comenzaron a moverse a su alrededor. De la oscuridad, surgían figuras espectrales con rostros distorsionados por el dolor y la desesperación.
Intenté retroceder, pero mis pies parecían pegados al suelo. Las figuras se acercaron, y sus voces susurrantes eran palabras incomprensibles. Pero sentí que me comunicaban algo importante, algo que no podía comprender. La desesperación se apoderó de mí al darme cuenta de que me arrastraban aquellas fuerzas oscuras. La sonrisa torcida del hombre fue lo último que vi antes de perder el conocimiento y me dejó una sensación de derrota total.
Abrí los ojos y, desde mi perspectiva, estaba atrapado en una situación de la que ya no podía escapar. Mientras aquellas cosas espectrales me arrastraban hacia la oscuridad, mi mente se inundó de pensamientos y emociones contradictorias. El terror era abrumador, pero también había una sensación de incredulidad. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Qué eran esas figuras y qué querían de mí?
Intenté recordar cómo había empezado todo, la fiesta, la mujer señalando al hombre, mi decisión de seguirle. Cada paso que había dado me parecía ahora una cadena de errores inevitables. Me pregunté si habría alguna forma de escapar de sus garras, pero mi cuerpo no respondía a las órdenes de mi cerebro y, obviamente, las figuras me sujetaban con una fuerza sobrenatural.
Pero, ¿por qué me llevaban a su guarida? ¿Por qué no me despedazaban allí mismo y seguían su camino? Tantas preguntas sin respuesta. Solo estaba seguro de que no debí haber visto la cara de aquel hombre, tal vez era el diablo en un cuerpo humano, no lo sé realmente. Sin embargo, tenía una teoría, que se hacía cada vez más fuerte en mi cabeza a medida que pasaban los segundos: mi búsqueda me había llevado a esto, a un destino del que no había retorno, y que nunca encontraría un final feliz.
Fuente de las imágenes
1, 2, 3, 4